Giedrė Šlekytė y Stefan Herheim dirigen La zorrita astuta de Leos Janacek en el Theatre an der Wien
Janáček entre bambalinas
Por Pedro J. Lapeña Rey
Viena. Nueva producción del Theatre an der Wien en el Halle E del barrio de los museos. 17-X-2022. La zorrita astuta (Leos Janáček). Milán Siljánov (El guardabosque), Melissa Petit (la zorrita Bystrouska), Alžběta Vomáčková (la esposa del guardabosque / la gallina empingorotada / el búho / la posadera Pásek), Jana Kurucová (el zorro), Marcell Bakonyi (Haraste, el cazador furtivo), Ya-Chung Huang (el maestro de escuela, Lápak, el gallo, el pájaro carpintero), Levente Pall (el párroco, el tejón). Orquesta Sinfónica de Viena. Dirección Musical: Giedrė Šlekytė. Dirección de escena: Stefan Herheim.
Soplan nuevos vientos en el mítico “Theatre an der Wien”. Cambios que afectan prácticamente a todos sus estamentos. El edificio principal del Naschmarkt está inmerso en una reforma que va a durar al menos dos años, por lo que las funciones se han trasladado al Halle E, un antiguo palacio rectangular del barrio de los museos, convertido en espacio multiusos. En él se han montado unas gradas desmontables con 34 filas de butacas que van a ser su sede en este tiempo. Aunque la visión es buena desde toda la sala, la acústica deja mucho que desear, lo que fue un hándicap en la función de ayer, y me temo lo va a ser en el futuro.
Por otro lado, tras 16 años al mando de la nave, el intendente Roland Geyer ha dejado paso al noruego Stefan Herheim, una de las figuras controvertidas de la escena actual. Su Parsifal de Bayreuth del periodo 2008-2012 tuvo muchísimos adeptos, aunque a otros no nos convenció tanto -en mi caso particular me gustó bastante más el que años después dirigió Uwe Laufenberg- y aun fue peor su no menos famosa Rusalka del Teatro de la Moneda de Bruselas, que se pudo ver años después en el Liceo. En cualquier caso, el Sr. Herheim es un hombre que vive por y para el teatro, y tiempo habrá para evaluar su gestión. De momento, suya ha sido la primera producción de esta nueva etapa.
La penúltima de las óperas de Leos Janáček, La zorrita astuta es probablemente la que se sale más de su estereotipo, tanto dramática como musicalmente. Aquí no tenemos personalidades de carácter tormentoso como la Sacristana, Emilia Marty o Katya Kabanova, ni tampoco una obra coral como De la casa de los muertos. La música, clara y transparente, con juegos y diálogos continuos entre las secciones, se aleja de la intensidad dramática, en muchos casos cercana a la violencia, de casi todas sus hermanas. Janáček escribió el libreto, un canto a los animales y a la naturaleza, tras leer las tiras cómicas que el periodista Rudolf Tesnohlídek publicó durante meses en el periódico Lidové Noviny. La vida de Bystrouska, la zorrita, está llena de peripecias y de situaciones más o menos divertidas, pero sin una acción dramática clara, que obviamente hace que el libreto se resienta. Sin embargo, su música es absolutamente deliciosa y el resultado global es fascinante. Para el que suscribe, tiene además un componente emocional muy importante. Fue la única obra que pude ver en el foso a Sir Charles Mackerras, tres meses antes de su muerte. Palabras mayores.
Aunque no es una obra que necesite de grandes cantantes, no deja de ser una ópera y hay unos mínimos que debes tener para salir airoso. Y ese fue el hándicap de la soprano francesa Mélissa Petit. Desde el punto de vista dramático, encarnó una encantadora Bystrouska. Divertida con los niños, astuta con las gallinas y seductora con el zorro, no hubo registro dramático que no dominara. Vemos como crece, como se va descubriendo a sí misma, y cómo evoluciona de una joven rebelde a toda una madre. Sin embargo, su voz es demasiado liviana para el papel, y en pocas ocasiones fue capaz de sobrepasar a la orquesta. El agudo es atractivo y tiene presencia, pero los registros central y grave son mucho más problemáticos. El bajo suizo Milan Siljanov mostró más entidad vocal -rotunda y poderosa, no exenta de cierta belleza- en el agradecido papel del guardabosques. También por encima del coqueto papel del “zorro” se mostró la mezzosoprano eslovaca Jana Kurucovà, de voz ligera, no demasiado atractiva pero muy bien manejada. En los roles secundarios, los húngaros Marcell Bakonyi como el cazador furtivo Harasta, y Levente Páll como el “párroco” cumplieron, así como la mezzosoprano checa Alžběta Vomáčková, que tuvo a su cargo varios roles -la esposa del guardabosque, la gallina empingorotada, el búho y la posadera Pásek-. Mención especial para el tenor chino Ya-Chung Huang, quien no solo interpreta varios papeles compuestos por Janáček -el maestro de escuela, el perro Lápak o el gallo- sino que se pone en la piel del propio compositor en un personaje creado por el Sr. Herheim.
De primer nivel la dirección musical de la joven lituana Giedrė Šlekytė. Asistente de Vladimir Jurowski en la Bayerische Oper, y con una carrera en plena expansión por toda Centroeuropa, su lectura al frente de una entonada Wiener Symphoniker fue brillante en todos los sentidos. A pesar de que tuvo que lidiar con la difícil acústica del local, obtuvo de la orquesta delicadeza, color, contrastes dinámicos y de ritmos, y sobre todo, demostró sin lugar a dudas el tener las ideas claras sobre lo que quería conseguir, y como lo hacía. Un lujo de nuevo el poder contar con el excelente Coro Arnold Schoenberg, que dio una lección -una vez más- de cómo se puede cantar y actuar al más alto nivel.
Como mencionamos anteriormente, esta zorrita astuta tiene mucho de declaración de intenciones ante la nueva etapa de la institución. La propuesta de Stefan Herheim es visualmente muy atractiva, y está estudiada y resuelta hasta el más mínimo detalle. Sin embargo, nos asalta una pregunta clave: ¿Cuánto hay de Janáček y cuanto de Herheim? ¿Cuánto hay del canto a la naturaleza, a los animales y a la especie humana que era el origen de la creación del compositor moravo? Realmente, poco más que las proyecciones de un bosque sobre el telón, y unos árboles de madera que ocupan de vez en cuando el escenario.
Herheim nos apea del burro desde el principio. Desaparece el bosque y nos lleva a un taller donde se está preparando la escenografía de la obra. Eso sí, entre los carpinteros y tramoyistas, se encuentran también un guardabosques y una zorrita. ¿Qué tiene eso de raro? También tenemos a un Leos Janáček -el pluriempleado tenor Ya-Chung Huang- con un traje completamente blanco, y con su cara y sus manos pintadas del mismo color. Deambula por el taller y por momentos parece querer dirigir su música. El taller desaparece y volvemos a un escenario natural donde conviven el humor -el ataque de la zorrita a unas gallinas que no ponen huevos, sino que trabajan con máquinas de coser- con el despropósito -las criaturas del bosque se convierten en una especie de grupo violento similar a Femen, que ataca al cura párroco cuando va a jugar la partida de cartas con el maestro y el guardabosques-.
Janáček terminó el segundo acto de la obra con el encuentro y posterior boda entre Bystrouska y el zorro. Como una escena de ternura parecía inviable en ese contexto, Herheim corta el acto situando el intermedio justo antes de ésta. Ya en la segunda parte, durante el cortejo, ambos zorros visten de traje blanco en una escena preciosa con los árboles al fondo. El baile nupcial de los nuevos esposos tiene invitados humanos que se suman a los animales. Puccini, Otello, Tosca o Anna Bolena acuden a la boda, pero tras la fiesta, se matan entre ellos, y Harasta, el cazador furtivo, los hace desaparecer con una cosechadora. Poco después, la propia zorrita se hace con los mandos de ésta para tratar de matar a éste y al guardabosques, hasta que recibe el disparo que acaba con su vida. En la reflexión final del guardabosques sobre su destino, volvemos al taller del primer acto donde ahora está esculpiendo la maqueta de un gran corazón -un poco gore y bastante desagradable- donde Janáček se mete y poco después muere.
¿Brillante? ¿Ocurrente? ¿Necesario? Cuando Janáček compuso el libreto ¿no sabía lo que quería? ¿Por qué el Sr. Herheim tiene que enseñárselo?
En fin, nada nuevo que no hayamos experimentado en múltiples ocasiones. El espectáculo es atractivo por momentos, pero la sensación final es que el árbol no te deja ver el bosque. Que vas a ver La zorrita astuta de Herheim y no la de Janáček. Cuando Picasso, gran admirador de Velázquez, pintó sus Meninas recreando las del sevillano, hizo un ejercicio de humildad y de respeto, y veías a éste en los pinceles de aquel. No me cabe duda del respeto que Herheim debe tener a Janáček -nadie empieza una titularidad en un teatro con una obra o un compositor que no quieras- pero salvo por la música que salía del foso, me costó mucho trabajo el ver a Janáček en la propuesta de Herheim.
En cualquier caso, el público salió contento despidiendo entre aplausos a todo el elenco, y dando aplausos más ruidosos al Coro, a la directora musical Giedrė Šlekytė y a la Bystrouska de Melissa Petit.
Foto: Monika & Karl Forster/Theatre an der Wien.
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