
Foto: Javier del Real / Teatro Real. Abajo, Natalia Labourdette (Colorina); arriba, Adriana González (Salud), Sara Jiménez (La madre), Edu Rodríguez (Niño), en Tejas verdes, de Jesús Torres, en el Teatro Real
Crítica de Raúl Chamorro Mena de las óperas La vida breve de Manuel de Falla y Tejas verdes de Jesús Torres en el Teatro Real
Foto: Javier del Real / Teatro Real. Abajo, Natalia Labourdette (Colorina); arriba, Adriana González (Salud), Sara Jiménez (La madre), Edu Rodríguez (Niño), en Tejas verdes, de Jesús Torres, en el Teatro Real
Díptico sobre la privación de libertad
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 13-II-2025, Teatro Real. Programa doble: La vida breve (Manuel de Falla sobre libreto de Carlos Fernández Shaw); Tejas verdes (Jesús Torres sobre libreto de Fermín Cabal con poemas intercalados de Miguel Hernández). Estreno absoluto. La vida Breve: Adriana González (Salud), Ana Ibarra (La abuela), Eduardo Aladrén (Paco), Rubén Amoretti (El Tío Salvaor), Alejandro del Cerro (La voz de la fragua), María Marín (Cantaora y guitarra), Sara Jiménez (la madre), Gerardo Bullón (Manuel), Carmen Mateo (Carmela). Tejas verdes: Natalia Labourdette (Colorina), Ana Ibarra (Doctora), Alicia Amo (Delatora), María Miró (Hermana), Sandra Fernández (Madre), Laura Vila (Enterradora). Orquesta y coro titulares del Teatro Real. Director musical: Jordi Francés. Dirección de escena: Rafael R. Villalobos
La habitual inquietud que produce en la gerencia de los teatros la programación de una ópera contemporánea de estreno y su corta duración ha permitido al Teatro Real reunirla con La vida breve, la emblemática, dentro de la producción española para teatro lírico, creación de Manuel de Falla, el músico español de mayor prestigio y presencia internacional. Una obra que, sin ir más lejos, protagonizó en 1997 la reinauguración de la nueva etapa del coliseo de La Plaza de Oriente.
La difícil conexión entre ambas óperas, tan distintas a priori, se basa en la situación de privación de la libertad de ambas protagonistas. Real la de Colorina, principal personaje de Tejas verdes, segunda ópera de Jesús Torres y simbólica la de Salud, la joven gitana del Albaicín granadino, «prisionera» de su bajo estrato social y la miseria que conlleva, así como de un amor dañino por un señorito de superior clase social, que la abandona para casarse con una señorita de su rango y riqueza, careciendo ya de sentido la vida para ella.
Foto: Javier del Real / Teatro Real. Laura Vila (Enterradora), Ana Ibarra (Doctora), bailarines en Tejas verdes, del Teatro Real
Asimismo, el responsable de la puesta en escena Rafael R. Villalobos, plantea un díptico con ambas óperas relacionadas sobre la idea de la falta de libertad de Salud y de Colorina, prisionera en el centro de reclusión de la dictadura chilena de Augusto Pinochet, Tejas Verdes, a causa de su relación sentimental con Miguel, un activista político. Por tanto, en el caso de ambas protagonistas, el amor les conduce a la muerte. En el montaje la voz en la fragua, elemento de denuncia social de la ópera de Falla –«Malhaya quien nace yunque en vez de nacer martillo»- representa también a Miguel, una buena idea. Los funcionarios de la prisión de Tejas verdes parecen ser los mismos que ejercen de figurantes en La vida breve y representan la sociedad asfixiante, dura y encorsetada que oprime a Salud como hizo con su madre soltera.
Otra idea de la puesta en escena es dar vida a la madre de Salud, la actriz y bailarina Sara Jiménez, que son su bebé en brazos - es zarandeada en la Danza española número 2 durante la boda de Carmela y Paco, por esos hombres de negro-como los carceleros de Tejas verdes- que representan los códigos de esa sociedad rígida, machista e injusta. Se podrá preferir una danza española festiva colorista y con todos los elementos abiertamente folklóricos –de los que huye Villalobos en todo el montaje-, pero no se puede negar el dramatismo y fuerza teatral de la opción elegida e, importante, bien desarrollada escénicamente. Los toques simbólicos de esa manifestación de la corriente operística verista –combinada magistralmente por Falla con el folklore andaluz- que consagra la vida breve, permite a la puesta en escena esa relación con el mundo entre real y onírico de Tejas verdes. Asimismo, la austera y poco grata a la vista escenografía de Emanuele Sinisi con el uso de un par de aportaciones de la pintora Soledad Sevilla, basada en amenazante negro contrastado con el rojo sangre de las flores, contribuye la temperatura dramática y encauzar el mensaje universal contra la tiranía, ya sea política o social, en que se basa el díptico que plantea la dirección escénica y que resulta, en opinión de quien firma, bien pensado y hábilmente enhebrado con algunas ideas interesantes y, sobre todo, bien plasmado, pues no parecía fácil, en principio, lograr relacionar las dos creaciones.
Foto: Javier del Real / Teatro Real. Eduardo Aladrén (Paco), Coro Titular del Teatro Real, Adriana González (Salud), Rubén Amoretti (El tío Sarvaor), Carmen Mateo (Carmela / Vendedora) en La vida breve del Teatro Real
El discurso orquestal desarrollado por Jordi Francés al frente de la Orquesta del Teatro Real puso de relieve en La vida breve las influencias del impresionismo francés, Stravinsky y demás vanguardias europeas que recoge Falla y combina magistralmente con el folklore andaluz. No faltaron detalles interesantes, sonoridades, dinámicas y atmósferas, pero en mi opinión, se descuidó la tensión con algunos pasajes demasiados morosos, un tanto letárgicos –las dos danzas españolas, sin ir más lejos- careciendo la labor de un punto de voltaje teatral.
Como en su primera ópera Tránsito, Jesús Torres (1965), demuestra en Tejas verdes su dominio orquestal con hallazgos tímbricos, profuso uso de la percusión y un planteamiento vocal para sólo 6 voces, todas femeninas, que incluye meritorios pasajes polifónicos como el final a seis voces y en el cual se incide sobre la palabra y el valor poético del testo. Sin embargo, como también ocurría en su primera ópera, no puede evitarse cierta sensación de monotonía en la escritura vocal, quedando por debajo en interés de la faceta orquestal. Jordi Francés, que ya estrenara con brillantez Tránsito, demostró su dominio de la creación contemporánea con una brillante, atenta, musical y ordenada dirección orquestal.
Adriana González lució su material sano de soprano lírica con cuerpo, armado en el centro y que va al agudo con facilidad, pero sin evitar que en las notas más altas se abra el sonido. La cantante guatemalteca demostró su buena condición de vocalista, con capacidad para regular la intensidad del sonido, pero faltaron acentos más incisivos y a su encarnación de la infortunada Salud, entregada sin duda, le faltó mayor dimensión dramática, carisma y emotividad. Paco es un charrán egoísta y mujeriego, pero expresa su falsía con frases bellísimas y de gran vuelo lírico como las del dúo «Por ti yo desprecio las galas del mundo» que entroncan con el canto italiano y por tanto en su expresión en boga en la época, el llamado repertorio verista. Eduardo Aladrén, voz potente, pero de emisión esforzada, poco ortodoxa, que consigue algunos sonidos de efecto en la zona alta, pero poseedor de una línea de canto deslavazada y falta de efusión lirica. El tío Salvaor de Rubén Amoretti destacó por los acentos y la faceta actoral, mientras Alejandro del Cerro mostró seguridad vocal y elocuencia en el discurso como voz de la fragua. La cantaora utrerana María Marín vio ampliada su intervención por el montaje, que le añade unos pasajes antes de comenzar el segundo acto, y se acompañó –estupendamente- ella misma a la guitarra demostrando indudable talento musical en su doble faceta. Más allá de un par de notas de afinación sospechosa, sus soleares sonaron entregadas, intensas y plenas de hondura. Por su parte, Gerardo Bullón sacó jugo al corto papel de Manuel, hermano de la novia Carmela, mediante su timbre baritonal bello y sonoro.
Foto: Javier del Real / Teatro Real. Ana Ibarra (La abuela) y Adriana González (Salud) en La vida breve de Falla en el Teatro Real
Ana Ibarra dobló participación en ambas óperas y si en La vida breve comenzó fría con la voz dura y oscilante, se fue asentando y aún sin controlar la emisión bailona, expresó adecuadamente la resignación y dolor de la abuela y la fría iniquidad de la Doctora en Tejas verdes.
En la ópera de Torres, destacó el protagonismo de Natalia Labourdette, soprano que ha encontrado su sitio como especialista de música contemporánea. Con una voz no especialmente rica, pero de proyección suficiente en este contexto, la madrileña mostró seguridad de afinación y sólida -imprescindible en este repertorio- preparación musical, además de atención al texto y su fondo poético, tan fundamental en esta composición. Más modesto aún el material de la burgalesa Alicia Amo, a su vez especialista en ópera barroca, pero que se integró bien en la escritura vocal de Torres por la finura de su canto y la capacidad para resolver la escritura aguda de su parte. María Miró resultó más inexpresiva, pero con un material de soprano lírica de mucha más calidad, cremoso y esmaltado.
Fotos: Javier del Real / Teatro Real
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