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Crítica: «La Vestale» de Spontini en Piacenza

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Autor: Raúl Chamorro Mena
25 de noviembre de 2024

Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera La Vestale de Spontini en el Teatro Municipale de Piacenza, bajo la dirección musical de Alessandro Benigni y escénica de Gianluca Falaschi

«La Vestale» de Spontini en Piacenza

La ópera napoleónica

Por Raúl Chamorro Mena
Piacenza, 22-XI-2024, Teatro Municipale. La Vestale (Gaspare Spontini). Carmela Remigio (Giulia), Bruno Taddia (Licinio), Joseph Dahdah (Cinna), Daniela Pini (La gran Vestale), Adriano Gramigni (El sumo pontífice), Massimo Pagano (jefe de los Aruspices). Coro del Teatro Municipale de Piacenza. Orchestra La Corelli. Dirección musical: Alessandro Benigni. Dirección de escena: Gianluca Falaschi.

   Para celebrar el 250 aniversario del nacimiento de Gaspare Spontini (1874-1851), músico admirado por Beethoven y Wagner, el Teatro Municipale de Piacenza ha presentado su Tragédie-Lyrique más importante en coproducción con otros coliseos italianos. Efectivamente, La Vestale (París, 1807) fue acogida con un éxito apoteósico y sumó cientos de representaciones en muy poco tiempo. Además de ser el compositor favorito de Josefina, Napoleón -que prefería la ópera italiana- se veía reflejado en el General Licinio, héroe guerrero y conquistador sin proceder de ninguna familia patricia, rechazado por uno de sus miembros de esta alta nobleza, el padre de Giulia, pero que se enfrenta con éxito a las rígidas normas finiseculares. Como el corso, que de la pequeña burguesía periférica logró ascender, nada menos, a Emperador. Por tanto, el protagonista masculino de La Vestale simboliza también el ascenso de la burguesía frente a la sociedad del Antiguo Régimen.

«La Vestale» de Spontini en Piacenza

   La obra combina una depurada orquestación con una particular imbricación entre texto, canto y música con fines dramáticos y se ofreció en el original libreto francés de Étienne de Jouy. La interpretación de Maria Callas con dirección escénica de Luchino Visconti en 1954 -primer encuentro de estos dos genios- fue fundamental para la recuperación de la ópera en el siglo XX, aunque no ha llegado nunca a instalarse en el repertorio. Está creación de la Callas es la idea base de la puesta en escena de Gianluca Falaschi, que traza un paralelismo entre la diva griega y la protagonista Giulia. La divina sacrificó su vida personal en nombre del arte, al igual que Giulia debe renunciar a sus propios deseos y sentimientos particulares por su cometido sacro. Tal y como explica Falaschi en su escrito de programa de mano, la Callas, como una moderna vestal, consideraba su voz y su arte como una especie de conexión con lo divino, una expresión de religiosidad artística. Toda una misión espiritual.

   El sacrificio de la vida personal y el conflicto entre el propio deseo y el deber, entre mujer y diva, hermanan a la vestale Giulia con María Callas y así lo expresa el montaje, incluido el papel simbólico del vestido blanco de la sacerdotisa consagrada a Vesta, Diosa del fuego, y el sofisticado de noche que simboliza la diva Callas. Incluso escuchamos su voz procedente de una entrevista antes del primer acorde musical. Esta idea única que fundamenta todo el montaje no termina de estar bien desarrollada, además de desatender el movimiento escénico y desubicar a los demás personajes. Las coreografías de los dos ballets, aceptable la del primero, discutible la del segundo, recibieron abucheos de algunos espectadores, al igual que el responsable de la puesta en escena en los saludos finales.

   De todos modos, el gran lastre de la representación se encontraba en el foso, pues es difícil imaginar una dirección musical más plúmbea, plana, aburrida y de trazo grueso que la de Alessandro Benigni al frente de una Orchestra La Corelli de sonido opaco, borroso y de nulo refinamiento tímbrico. No sé libró tampoco el director musical de abucheos desde las localidades altas tanto en sus salidas después de los intervalos, como al final. El coro, justo de miembros, pero flexible y musical, completó una estimable actuación.

«La Vestale» de Spontini en Piacenza

   La soprano Carmela Remigio se vió totalmente superada por la escritura vocal del papel protagonista. Su sonido pobretón, sin brillo, ni mordiente, la falta de entidad en el grave y un agudo totalmente tasado impidieron hacer la mínima de justicia vocal a la escritura de Giulia. Quedó la corrección canora y, sobre todo, la entrega de la soprano de Pescara, su intensidad dramática, de lo que fue ejemplo su gran escena "Toi que j'implore avec effroi", en la que su indudable garra y dotes actorales no lograron superar la insuficiencia vocal. Bruno Taddia fue un arrojado y orgulloso Licinio, pero vocalmente, su emisión sin liberar y fraseo poco variado no terminaron de levantar el vuelo. Interesante, por acentos vehementes y temperamento, la Gran Vestal de Daniela Pini, que mostró timbre de cierto atractivo, pero graves insuficientes para la parte. Por su parte, el trato timbre del tenor Joseph Dahdah se elevó por encima de un canto demasiado monocorde. El bajo Adriano Gramigni dotó de una voz de cierta sonoridad y acentos autoritarios al implacable Sumo Sacerdote.

   Con la programación en meses consecutivos de dos óperas magníficas, pero infrecuentes, como Mosè in Egitto y La vestale, el Teatro Municipale de Piacenza se ha apuntado un gran tanto.

Fotos: Marco Pozzi

«La Vestale» de Spontini en Piacenza
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