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Crítica: «La traviata» en el Gran Teatro de Córdoba

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Autor: José Antonio Cantón
21 de marzo de 2025

Crítica de José Antonio Cantón de la ópera La traviata de Verdi en el Gran Teatro de Córdoba

«La traviata» en el Gran Teatro de Córdoba

Sólida y atractiva realización

Por José Antonio Cantón
Córdoba, 14-III-2025. Gran Teatro. La traviata, Verdi. Dirección musical: Salvador Vázquez. Dirección de escena: Francisco López. Rocío Pérez ( Violeta Valéry), José Luis Sola (Alfredo Germont), José Antonio López (Giorgio Germont), Carmen Serrano (Annina), Cristián Díaz (Dottore Grenvil), Cristina del Barrio (Flora Berboix), Luis Pacetti (Gastone), Pablo López (Barón Douphol), Andrés Merino (Marqués D’Obigny).

   En la obra de Verdi se da una marcada separación entre las óperas de juventud y las tres, Rigoletto, Il Trovatore y La Traviata, que compuso entre los años 1851 y 1853 sin que, en apariencia, cambiara de forma drástica la estructura melodramática que mantuvo hasta en ese momento su extraordinaria carrera de operista. Se puede decir que, en cierto modo, en esta aceptada por los tratadistas como “trilogía popular” vuelve este genial operista a las formas tradicionales, de modo especial en la dedicada al universal bufón, no ocultando del argumento realista de las otras dos los patrones ya experimentados como en la primera versión de Macbeth. Trató en La Traviata de trazar una única figura central, el personaje de Violetta, en contraste con la práctica habitual de distribuir los roles según la jerarquía establecida no tanto por las exigencias teatrales como por las vocales. Todo converge en esta protagonista femenina a través de sus tres sucesivas experiencias de amor, renuncia y muerte con toda la carga emocional que ello comporta para una soprano que ha de explotar sus posibles dotes líricas de coloratura desde el primer momento.

   La cantante madrileña Rocío Pérez, que se estrenaba en este papel, ha incrementado de color su carácter vocal ligero en el dúo con el tenor José Luis Sola Un dì, felice, en el que la parte más superficial y frívola de su carácter Verdi la describe a través de una serie de arabescos que multiplicó expresivamente en Sempre libera, esplendente cabaletta de cierre del primer acto en la que ella determina su deseo de no entregar su corazón a nadie. Para alcanzar tales efectos el maestro Salvador Vázquez agilizó el sonido de la orquesta facilitando la capacidad comunicativa de la cantante que se iba adaptando con fluidez a la dificultad canora de su personaje. Siguiendo con la protagonista, llegó a su plenitud lírico-dramática en ese otro momento crucial para armar el nudo de la acción cual fue el dúo que se iniciaba con el saludo, Madamigella Valèry? del barítono José Antonio López en el papel de Giorgio Germont, padre de Alfredo, en el segundo acto; pasaje en el que ambos expusieron sus mejores cualidades, generando esa sustancialidad de canto en la que se plasmaba la maestría del compositor. Finalmente, Rocío Pérez completó su actuación en el desgarrador desenlace de la muerte de Violetta haciendo un planteamiento con un sentimiento contenido de su exigente recitato, que confirmaba su vis dramática, que se percibió un poco alterada en la dinámica de sus movimientos escénicos conforme se acercaba el desenlace de la obra en su redentora muerte. Sin duda una de las escenas más cautivadoras escritas para la tesitura de soprano y un verdadero tour de force para su capacidad dramática, que la cantante supo condensar en la famosa aria ante el espejo, Addio, del passato bei sogni ridenti, estremecedor anticipo del final de la ópera.

«La traviata» en el Gran Teatro de Córdoba

   En cuanto al personaje masculino principal, Alfredo, el tenor José Luis Sola estuvo escaso en la puntillosa línea de canto que exige su papel que ha de partir de un seguro sentido del legato, que le hubiera permitido acentuar un significado fraseo como el que requiere la conversación con su padre en el final del segundo acto, en cuyo transcurso se mantuvo interesante en sus registros medios y discreto en los extremos, especialmente en los agudos, en los que se disolvía de alguno modo el idóneo carácter que expresaba en la zona central de su rango vocal. Esta apreciación tuvo su condensado resumen en la cabaletta Oh mio rimorso del segundo acto, cuando Alfredo, con remordimiento se siente culpable de que Violetta se esté desprendiendo de sus pertenencias para poder mantener a los dos en su nueva vida juntos, saliendo con ímpetu de la escena con la intención del salvar el buen nombre de su amada.

   Después de la relevante impresión que dejó el barítono José Antonio López en el dúo del segundo acto antes mencionado, la remató de manera emocionante en el aria Di Provenza il mar, il suol de su octava escena provocando esa mutación del carácter antipático de Germont padre a una serena comprensiva humanización que justificaba el cadencioso canto perfectamente acompasado desde el foso por el maestro Salvador Vázquez, que extraía el mejor partido de la Orquesta de Córdoba. Se produjo así uno de los momentos más relevantes de esta representación por la nobleza de la voz del barítono murciano, su canto majestuoso y su control de los acentos que determinaban sus cambios de estado anímico dentro de esta sustancial escena, especialmente aquellos que implicaban recogimiento de carácter. Todos estos aspectos los valoró el público brindándole un cerrado aplauso en los saludos finales. 

«La traviata» en el Gran Teatro de Córdoba

   El resto del elenco mantuvo la atención general ciñéndose a la partitura con profesionalidad y entrega, como también ocurrió con el coro, bien preparado por su titular, Alejandro Muñoz, del que se percibe en cada producción cómo se afianza en este importante cometido musical. Así mismo, el travestido cuerpo de baile masculino evolucionó con soltura resaltándose la aparición de la bailaora y coreógrafa flamenca cordobesa Lola Pérez que puso una nota de color en las escenas de danza que significaron contrastados momentos ante la densidad emocional del argumento, justificando la detallada labor de diseño, vestuario y figuración de Jesús Ruiz, uno de los talentos patrios en su especialidad y elemento determinante de esta producción.

   Por último, es obligada la mención a Francisco López en su cometido de director escénico. Sus condesadas notas en el programa de mano reflejan el dominio conceptual que desde hace décadas tiene de esta ópera, exponiendo en breves pero densas líneas su amor por esta genial creación lírica desde el dicotómico planteamiento verdiano que contiene sobre la vida y la muerte que, sin duda, ha significado un implemento formatico e informativo para el espectador para facilitarle la comprensión y el disfrute de esta obra maestra melodramática. La suerte de haber contado con un músico como Salvador Vázquez, que ha sabido reflejar desde la orquesta los esenciales y a la vez atractivos propósitos del dramartugo cordobés ha favorecido la calidad de uno de los mejores espectáculos operísticos habidos en las últimas temporadas líricas en el Gran Teatro de la capital cordobesa.

Fotos: Rafael Alcaide

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