Por Alejandro Fernández
Jerez, 27-I-17. Teatro Villamarta. La Traviata. Ópera en tres actos con libreto de Francesco Maria Piave, basada en la novela de A. Dumas “La dama de las camelias”, estrenada en el teatro de La Fenice (Venecia) el 6 de marzo de 1853.. Orquesta Filarmónica de Málaga. Coro del Teatro Villamarta. Reparto: Raquel Lojendio, soprano; José Luis Sola, tenor; Javier Franco, barítono; Marina Pardo, mezzo; Inmaculada Salmoral, soprano; Joan Cabero, Luis Àlvarez, David Lagares, Ángel Rodríguez... Director de coro: Joan Cabero. Dirección musical: José María Moreno
Ningún esfuerzo merece mejor recompensa que el aplauso de un público adepto y entregado como el que posee el Teatro Villamarta de Jerez. Su apuesta por el talento nacional, el equilibrio entre esfuerzo personal y brillante gestión hacen de este espacio escénico un referente de la lírica a nivel nacional que lucha por mantenerse a flote frente a la frialdad admistrativa como casi siempre miope. No siempre agotar las localidades, contando con algunos de los más destacados cantantes españoles, convence a la clase dirigente, pero el milagro Villamarta se produjo una vez más y con qué resultado.
A finales de los noventa el teatro jerezano, en tiempos de bonanza económica, apostó por una producción propia que dos décadas después se ha paseado por toda la geografía española con el mismo resultado y éxito de público y crítica. La puesta en escena de Francisco López y la escenografía de Jesús Ruiz sigue construyendo ese espacio ideal donde se desarrolla el drama inspirado por Verdi. Su corte clásico y ambiente de época, hallazgos como el espectro de Violeta en el preludio del primer acto o su reaparición en el intermezzo del tercero, como si todo fuese un delirio de quién aguarda la muerte. Violeta no muere en brazos de Alfredo sino frente a unas puertas centelleantes. De alguna manera asume un tono heroico, un final que redime a sus protagonistas.
Joan Cabero, director del Coro del Teatro Villamarta tiene el mérito de haber transformado este conjunto que está pasando de considerarse una masa aceptable a un grupo compacto y maleable. La evolución desde la pasada Aida se aprecia en el equilibrio entre las distintas cuerdas, donde las sopranos lucen y dan altura a la emisión aunque aún queda un intenso trabajo con las cuerdas de tenores y bajos. Lejos de la condescendencia, el Coro de Cabero posee ya ragos de gran conjunto. Hay quien apuntaba el papel del coro y cierto descuadre en el concertante del segundo acto, pero dentro de la actuación en conjunto esta nota no va más allá de la desgraciada casualidad.
Villamarta ha apostado siempre por el talento nacional, es su marca personal, los aficionados lo sabemos y quizás sea ése su gran valor y su acierto. Nuevamente la veinteañera producción contó con un elenco en el que destacaría, por encima de todos, las voces de Lojendio, Sola y Franco, a los que se sumaron en la distancia Salmoral, Cabero, Álvarez y Lagares entre otros. En general, podemos afirmar que el reparto dispuesto alcanzó cotas sobresalientes.
Raquel Lojendio defendió una Violeta sobrada en el apartado vocal y técnico aunque algo distante y fría en el capítulo interpretativo con su pareja de escena el tenor José Luis Sola. Ambos se mostraron muy preocupados por el capítulo vocal frente a las exigencias dramáticas que impone la historia. No obstante, a un excelente primer acto le siguió un segundo inolvidable. Al dúo de Lojendio y Sola se sumó un destacadisimo Franco que bordó tanto en la emisión más redonda como en la interpretación un decesivo segundo acto, a pesar del exceso de protagonismo otorgado al ballet que en momentos distanciaba el aciago final. En la distancia quedaba el resto de protagonistas entre los que merece destacar a Marina Pardo e Inmaculada Salmoral que dentro de la discreción mostrada por el resto del reparto fue quizás lo único reseñable.
Destacada la interpretación de José María Moreno al frente de la Orquesta Filarmónica de Málaga que una vez más estuvo en el foso del Villamarta. Moreno administró con generosidad las dinámicas y elevó el apartado instrumental a un equilibro bien contrastado en ocasiones protagonista pero siempre atento a las voces en escena. La Filarmónica, una vez más, trabajó con soltura y comodidad con el apoyo incuestionable de la magnífica acústica de la sala, que hizo lucir su esfuerzo. Moreno continuará una semana más trabajando con la OFM ya que el próximo tres de frebero cambiará el registro lírico por el sinfónico en el ciclo La Filarmónica Frente al Mar con páginas de Shostakovich y Grieg.
Foto: Michal Novak
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