Por Rubén Martínez
Bilbao. Palacio Euskalduna. 29/I/16. Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera. La sonámbula, Bellini. Jessica Pratt (Amina), Antonino Siragusa (Elvino), el bajo italiano Mirco Palazzi (Il Conte Rodolfo), Marina Monzó (Lisa), Itxaro Mentxaka (Teresa), José Manuel Díaz como (Alessio) y Alberto Nuñez (Un Notario). Director de escena: Pier Luigi Pizzi. Director musical: José Miguel Pérez Sierra. Orquesta Sinfónica de Bilbao.
Han pasado algo más de diez años desde que este título de Vincenzo Bellini formó parte de las temporadas bilbaínas. En aquélla ocasión un fulgurante y aún en plena ascensión Juan Diego Flórez arrebató el protagonismo al personaje femenino de Amina, interpretado por la norteamericana Mary Dunleavy.
Para las funciones que tienen lugar en el Euskalduna estos días se ha elegido a una de las jóvenes sopranos de mayor proyección en los últimos años y que aún no se ha prodigado demasiado en España. La australiana Jessica Pratt debutó en nuestro país en 2013, interpretando la Gilda en el Maestranza sevillano y hace escasos meses participaba en una gala lírica benéfica que tenía lugar en el auditorio de Oviedo donde nos causó una inmejorable impresión. Las expectativas eran tan elevadas que no podemos sino confesar una ligera decepción en su aproximación al rol protagónico de esta Sonnambula. La primera percepción en su escena de presentación "care compagne" es que le recordábamos un instrumento de mayor presencia volumétrica. De todos los aficionados es sabido el despiadado e inmisericorde efecto que una producción en exceso abierta puede ejercer con cualquier voz que pretenda proyectarse desde el escenario de ese engendro nunca concebido para la música vocal cuál es el Palacio Euskalduna. En este sentido y parafraseando la archiconocida cabaletta con la que se cierra la obra, "non giunge uman pensiero" a entender el por qué se nos presentan con excesiva frecuencia producciones de esencia tan desangelada y desprotegida como ésta firmada por Pier Luigi Pizzi en las que salvo que se cante en la corbata del escenario el público tiene que hacer un verdadero trabajo de concentración para no perder la referencia de la linea vocal emitida por los solistas.
Nadie puede negar la maestría técnica con la que Pratt aborda y se desenvuelve por la sinuosa partitura, ofreciendo un recital de reguladores, agilidades, coloratura, picados y sobreagudos imposibles emitidos sin rastro de portamento. Muchos establecen comparaciones por aquéllo de la tipología vocal y las latitudes con Joan Sutherland, a la que gana ampliamente en lo que a claridad de dicción e inteligibilidad del texto se refiere. La Pratt domina el canto spianato y luce un legato de impecable factura incluso aunque, como en el caso de la función presenciada, nos diera la impresión de no encontrarse al 100%. Sin embargo echamos en falta una mayor fantasía y ahondamiento en un fraseo que resulta en cierto modo algo superficial, demasiado rossiniano por momentos, algo a lo que no ayuda un tercio grave de muy escasa entidad. En efecto, el instrumento de Pratt se desahoga a partir del sol, momento en el que adquiere un plus de presencia y redondez así como cierto armónico que en ningún caso es excesivo pudiendo de hecho resultar la voz algo plana y carente de tridimensionalidad por momentos. Sus impecables ataques al sobreagudo, como el intachable fa que intercala ya al final de su "ah non giunge" así como su repertorio de variaciones, trinos y filados encandilaron al público si bien, como se ha expuesto, faltase un punto de mayor enjundia vocal y concepción dramática de la propuesta para que el respetable entrase en delirio.
El experimentado tenor italiano Antonino Siragusa ofreció una lectura resuelta y segura del temido personaje de Elvino si bien algo conservadora en cuanto a los riesgos asumidos en las variaciones, especialmente en el esperado "ah, perchè non posso odiarti". La voz de Siragusa se fundamenta en una emisión totalmente liberada y en una proyección impecable de un instrumento con el que, de primeras, resulta difícil empatizar ya que no se puede calificar como un sonido de especial belleza o seducción. El material del italiano posee una dosis interesante de metal aunque le falta un punto de vibración y armónico, así como una mayor intención de ofrecer un repertorio de colores vocales más amplio y variado. Su registro agudo es sonoro y brillante emitido totalmente en máscara y resulta de una calidad superior a su centro, hasta el punto de percibir el oyente dos sonidos tan diversos que no parecen emitidos por la misma persona. Esta falta de homogeneidad en la transicción de registros es uno de los principales handicaps que cabe achacarle a Siragusa junto con un fraseo no siempre cuidado en el que el abuso de portamentos y sonidos con déficit de vibración se alejan de lo que el aficionado identifica como sonido lírico para acercarse peligrosamente por momentos a la canción melódica.
Otro italiano, el bajo Mirco Palazzi, dió vida al Conde Rodolfo. Debo confesar mi total identificación y apreciación de los modos canoros de este joven cantante que se ha convertido en una referencia en este tipo de registro para papeles belcantistas y rossinianos, siguiendo la senda de Michele Pertusi y anteriormente de Samuel Ramey. Es fácil observar influencias de ambos en su discurso vocal, muy elegante y sobrio, de excelente y clara dicción, nunca forzando ni oscureciendo artificialmente. Es innegable, por otra parte, que Palazzi no luce un registro agudo tan resuelto y brillante como el de sus colegas aunque sí una agilidad y dotes para la coloratura más que evidentes. Otro handicap sobre el que poco puede hacer es su escasa estatura, lo cuál resta presencia escénica y credibilidad a su personaje aparte de evidenciarse en escena una figura mucho más juvenil de la que el libreto concibe.
La jovencísima soprano valenciana Marina Monzó, de apenas 22 años, asumió el papel de Lisa tras la indisposición vocal de la inicialmente prevista Elena Sancho Pereg que sólo pudo abordar el rol en la función de estreno ya afectada por un fuerte resfriado. Es la voz de la valenciana un material de respetable volumen y sorprendente madurez, que lució con desparpajo y sin complejos un sonido de cierta densidad y un punto metálico en el extremo agudo que a buen seguro dará que hablar en los próximos años. Monzó asume además el rol de Amina en la función Opera Berri de hoy sábado 30 de enero.
El Alessio de José Manuel Díaz resultó creible, juvenil en lo escénico y sonoro en lo vocal. Por su parte también destacó por solidez y presencia la Teresa de Itxaro Mentxaka así como correcto en su breve intervención el notario de Alberto Nuñez.
ABAO sigue apostando por el joven maestro José Miguel Pérez Sierra para abordar títulos belcantistas. Al frente de la Orquesta Sinfónica de Bilbao consiguió un buen equilibrio sonoro entre foso y escenario que resultó crucial para no añadir un obstáculo adicional a la proyección vocal de los solistas. Tuvo algún desajuste con el coro en "te felice avventurosa" al inicio de la función pero en general nos gustaron sus tempi y su enfoque de la obra, una partitura que fácilmente puede caer en el tedio si se pretende abordar con demasiada condescendencia. Sierra mostró que sabe cuidar y hasta mimar a las voces, respirando con ellas y sabiendo anticiparse a sus necesidades.
El Coro de ABAO sonó denso y más empastado de lo habitual recibiendo aplausos tras el número con el que abre el segundo acto. Se aprecia una clara mejoría en la cuerda femenina, que sonó más lozana y juvenil que en prestaciones anteriores.
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