Crítica de La Regenta, con música de Maria Luisa Manchado y libreto de Amelia Valcárcel, en Naves del Español, bajo la dirección musical de Jordi Francés y escénica de Bárbara Lluch, en una coproducción del Teatro Real de Madrid y el Teatro Español
David Oller (El magistral) y María Miró (La Regenta, Ana Ozores)
«La heroica ciudad dormía la siesta»
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 24-10-2023, Naves del Español en Matadero. Sala Fernando Arrabal A. Temporada Teatro Real. La regenta (Música de Maria Luisa Manchado). María Miró (Ana Ozores, La regenta), David Oller (Don Fermín de Pas, el Magistral), Vicenç Esteve (Don Alvaro Mesía), Cristian Díaz (Don Víctor Quintanar), Laura Vila (Doña Paula), Anna Gomà (Petra), Pablo García-López (Paco Vegallana), María Rey-Joly (Obdulia), Gabriel Díaz (sapo). Coro de la Comunidad de Madrid. Orquesta titular del Teatro Real. Dirección musical: Jordi Francés. Dirección de escena: Bárbara Lluch.
«La heroica ciudad dormía la siesta». Así comienza La regenta de Leopoldo Alas «Clarín», obra cumbre de la literatura española. En opinión del que suscribe, la segunda mayor novela de la historia de las letras españolas, después del Quijote de Cervantes.
Sin embargo, hasta la fecha, esta monumental obra no había sido adaptada al teatro lírico. No es fácil, pues estamos ante un texto largo y complejo, pleno de enjundia, con numerosos y variados personajes. Un impresionante retrato de una sociedad opresiva, inculta e hipócrita de una ciudad de provincias -que simboliza la de la España de la Restauración-, Vetusta, nombre bajo el que el autor esconde Oviedo. La protagonista es Ana Ozores, mujer sensible, involucrada en un matrimonio de conveniencia, aburrida, frustrada en sus ideales románticos y sin hijos. La bella protagonista despierta pasiones en una sociedad en la que se integra un clero corrupto, una nobleza totalmente decadente y una burguesía tan hipócrita como vulgar e ignorante.
Hay que resaltar la hábil labor de condensación por parte de los libretistas Amelia Valcárcel y Bernaldo de Quirós de obra tan compleja, además de lograr un texto en el que se imbrica impecablemente la música de María Luisa Manchado, bien construida, no exenta de inspiración, particularmente en una escritura orquestal destinada a orgánico de cámara de 17 músicos, que la compositora domina con destreza a la hora, no sólo de crear interesantes sonoridades y tímbricas, también y es fundamental en teatro lírico, para imbricarla con el texto y el desarrollo teatral con abundante uso de un elemento como el leitmotiv, tan encardinado en la tradición operística. Ciertamente, el resultado es un punto somero y se pierden personajes tan entrañales como Frígilis, pero hay que subrayar, por ejemplo, la manera concisa, con una sola aparición, en que se retrata a Doña Paula, madre del magistral, que ha inoculado a su hijo su desaforada ambición. Dispuesta a todo -incluida la simonía- para que su vástago consiga avanzar socialmente a través de la jerarquía eclesiástica. La escritura para la voz de esta composición resultó, en mi opinión, menos interesante con algunos atisbos de variedad, como pasajes melismáticos o algunas últimas sílabas separadas de sus palabras con el fin de subrayar su acentuación. Muy interesante, asimismo, el uso del coro, especialmente al final de la ópera.
La obra, cuya gestación comenzó en 2002 y culminó en 2015, ha logrado por fin ver la luz dentro de la temporada 2023-24 del Teatro Real, en coproducción con el Teatro Español. Eso sí, seguramente «Clarín», que frecuentaba el Teatro Real durante su estancia en Madrid hubiera merecido el estreno en la sala de la Plaza de Oriente.
De todos modos, hay que celebrar que con apenas dos semanas de diferencia hayamos podido ver en Madrid dos óperas nuevas sobre creaciones –El caballero de Olmedo y La regenta- cumbres de nuestra literatura.
María Miró (La Regenta, Ana Ozores)
La historia de La regenta permite a la directora de escena Bárbara Lluch continuar con su afirmación feminista ya expresada en su montaje de La Sonnambula del Teatro Real. El contexto lo permite, pues Ana Ozores es una figura femenina sufriente, víctima de un matrimonio de conveniencia con un hombre bueno –Quintanar- pero mucho mayor, más un padre que un amante esposo. Al final, termina en brazos de un galán provinciano de quinta categoría, Alvaro Mesía, que no sólo no cubre sus ensoñadores anhelos románticos, también le llevará a resultar maltratada por su entorno a causa de su «escandaloso» adulterio, que la «iguala» en «debilidades» a cualquier otro miembro de la comunidad. Lluch plantea un escenario de dos niveles, el inferior pertenece a Ana Ozores, no sólo la acción en que interviene, pues está siempre presente sobre las tablas, con cambios de atuendo simbólicos a la vista. La parte superior la ocupa la sociedad de Vetusta, con un vestuario –a cargo de Clara Peluffo- de diversas épocas que evoca lo intemporal de la trama. Con apropiada iluminación de Urs Schönebaum y un movimiento escénico eficaz el montaje funciona y sirve dignamente a la obra.
Magnífica dirección musical de Jordi Francés, dominador del repertorio contemporáneo, que obtuvo un buen rendimiento de los músicos convocados de la orquesta del Real y combinó orden, fondo musical y claridad expositiva con pulso, progresión narrativa y tensión teatral. Buena actuación del Coro de la Comunidad de Madrid bajo la dirección de Josep Vila.
El elenco lo encabezó la soprano María Miró como Ana Ozores. En lo vocal, bello timbre de soprano lírica y canto cuidado. En lo interpretativo, indudable su entrega sincera, pero se echó en falta la concurrencia de más variedad de registros expresivos y sensualidad, así como de mayor carisma y personalidad para un papel de esta enjundia. Don Fermín de pas, magistral y provisor del obispo, ejemplo de clérigo corrupto, lascivo y simoníaco, enamorado de La regenta y que la atrae a un aparente misticismo que sólo ampara sus deseos carnales encontró en David Oller un intérprete adecuadamente taimado y sinuoso en escena a despecho de un material baritonal blanquecino y modesto tímbricamente. Laura Vila como Doña Paula no se encontró cómoda en su muy grave intervención. Cierta sonoridad la del bajo Cristian Díaz como Quintanar, aunque la emisión, dura y sin liberar, es demasiado rígida, sin flexibilidad alguna. Ajustado Vicenç Esteve como Alvaro Mesía y correcto en su acentuada liviandad vocal, el tenor Pablo García López como Paquito Vegallana. Sensualísima y de aún impactante presencia escénica María Rey-Joly, pero incapaz de ocultar su decadente estado vocal, con algunas notas fijas y claramente desafinadas. Cumplieron también Anna Gomá en una intrigante Petra y un convenientemente repulsivo Gabriel Díaz, ese Gloucester que besa a La regenta al final de la obra y para ella es como si hubiera sido besada por un sapo.
Fotos: Esmeralda Martín
Compartir