Por Albert Ferrer Flamarich
La ópera. Voz, personaje y emoción. Laia Falcón. Alianza Música. Barcelona, 2014 (334 págs.) ISBN: 978-84-206-9339-2
En la tendencia –a veces incluso moda- editorial de los libros de iniciación sobre campos humanísticos, la ópera se ha beneficiado por su cliché de cultura elevada, entre otros motivos y prejuicios. Esto se vuelve a demostrar con el segundo de los títulos de la nueva apuesta de Alianza Música en su Biblioteca básica dirigida por Javier Alfaya. Son numerosos los títulos que plantean un primer acercamiento o son historias del género de carácter muy divulgativo. A éstos se suma el servido por Laia Falcón, socióloga del arte y doctora de comunicación audiovisual.
La autora realiza una historia del género desde una perspectiva positivista con paradas obligadas en títulos concretos. El ejemplo más obvio se halla el capítulo III, dedicado al siglo XIX, que es el más extenso y supone una muestra de la capacidad expositiva e ilustrativa de Falcón. Por supuesto hay consideraciones obvias pero no sobreras en planteamientos como el seguido y en una narración vestida de pinceladas descriptivas, introducciones históricas y una ligera tendencia a novelar determinados pasajes, a la manera del moderno ensayo anglosajón.
Metodológicamente parte de la división geográfico-temporal más que de los modelos operísticos de cada momento, en la que intenta ser una historia de procesos a partir de nombres de compositores y obras. Entre los aciertos cabe citar las páginas dedicadas a la época napoleónica, a Mahler como director y la única ópera de Sibelius. También a la irrupción de la fonografía, la relación de los teatros y la americanización de la ópera, así como a las relaciones de ésta con el cine –sobretodo en el márqueting- en un final de libro que lo va enlazando todo junto al comentario de las relecturas escénicas contemporáneas. Aún así lo más satisfactorio es la inclusión de la zarzuela y la ópera española dentro del discurso central, algo que reputados autores y otros títulos de la misma Alianza Editorial no habían realizado todavía.
La edición es utilitaria con una letra y tipología cómodamente legibles. No obstante, iniciativas como ésta aportan poco hoy día ante la sobreabundancia de títulos de características parecidas y ante la divulgación informativa en internet, radio, televisión, conferencias y programas de mano en teatros. Más cuando en las estanterías españolas es habitual encontrar las labores de Jesús Trujillo (Alianza Editorial, 2007), Roger Alier (Ma non troppo, 2002, reeditado en 2008), Alessandro Taverna (Malsinet Editor, 2006) y tantos otros que directa o indirectamente beben de modelos anglosajones como el presente, aun partiendo de premisas y perspectivas distintas. No es ni un mal ni un buen libro. Sencillamente hay opciones más completas desde la historiografía y la interdisciplinariedad.
Errores, puntualizaciones y ausencias
Naturalmente siempre quedan fuera títulos y compositores, así como otras figuras relevantes. No obstante sorprende la ausencia de unas líneas dedicadas a Gilbert y Sullivan, ni el típico glosario terminológico. A pesar de cierta voluntad de renovación y no ofrecer los tópicos académicos extraña no encontrar la perspectiva del teatro como eje social y su disposición como evento. Es decir, de la arquitectura y su funcionalidad como espacio y ritual colectivo. Tampoco dedica atención al Deus ex machina, ni a Il teatro alla moda de Benedetto Marcello, ni a Metastasio como eje dieciochesco y modelo operístico. Además falta un índice onomástico de títulos y compositores e incluso una cronología que facilite la consulta.
Por otro lado, no hay citas bibliográficas ni notas al pie: por ejemplo, sería interesante saber de dónde procede la cita de Carlo Magni en la página 16, historiográficamente muy pertinente. En cuanto a errores graves debe señalarse la afirmación de la página 204 que las obras de Barbieri –entre las que cita Jugar con fuego, Pan y Toros y El barberillo de Lavapiés- pertenecen al género chico. En la página 225 incide en el tópico de que Alma Mahler copió las partituras de su marido, además de llamarla luminosa compositora con todo el exceso que conlleva para una mujer con cierto talento y diecisiete lieder. El libro sólo da pinceladas enumerativas a una segunda mitad del siglo XX que sigue exigiendo una mirada más concisa y expositiva de su variedad, su abundancia y la problemática de su concepto como antiópera.
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