LA JUIVE de Jaques Fromental Halévy
Fréderic Chaslin (Dir), Günter Kramer (Dir. escena) con Neil Schicoff, Krasimira Stoyanova, Teodora Gheorghiu, Alexandru Moisiuc, Ho-yoon Chunk, Boaz Daniel. 25 de junio de 2010 (Staatsoper de Viena)
Esta producción para la Staatsöper de Viena fue estrenada en noviembre de 1999 a mayor gloria de Neil Schicoff convirtiéndose, a la postre, en el rol fetiche del tenor norteamericano y que lleva más de una década protagonizando en el coliseo vienés. Por cierto que Schicoff ha sido uno de los pretendientes a suceder a Holender en la dirección de la ópera de Viena siendo descartado en favor de Dominique Meyer, a quien ya se augura un difícil comienzo por su enfrentamiento con los responsables de la Orquesta por la elección del repertorio.
Günter Kramer plantea su puesta la escena desde una idea de sometimiento del mundo judío al mundo cristiano. La dualidad y diferencia de ornamentación entre la casa de Eleazar y de la princesa Eudoxie se hacen más patentes por la disposición de dos niveles escénicos, siempre superior el cristiano, quedando reducido a una catacumba oscura, por ejemplo, la cena de Pascua en casa del orfebre judío. Los contrapuntos entre Rachel y la princesa Eudoxie y entre Eleazar y el Cardenal de Brogni son subrayados de manera especial en el desarrollo escénico de la obra. La música de Halévy no alcanza siempre la misma altura aunque ofrece amplias oportunidades dramáticas. Estéticamente la idea escénica de Kramer se basa en la utilización de los blancos y granates y resulta irrelevante para el desarrollo del drama.
La versión planteada por Fréderic Chaslin, que es la que ha venido representándose desde el estreno de esta producción en noviembre de 1999, se encuentra cercenada por numerosos cortes que abarcan a los 5 actos de la ópera, quizá el primero sea el que menos ha sufrido en este sentido. Su desarrollo musical se basa principalmente en los magníficos conjuntos estables de la casa. La orquesta estuvo sobresaliente y notables las intervenciones del coro. Los secundarios cumplen, casi todos, con dignidad, especialmente Boaz Daniel en su cometido de Ruggiero. En cuanto a los papeles principales cabe citar a Ho-yoon Chung en el dificilísmo rol de Leopoldo, de afinación muy irregular lo cual empañó su prestación general, pero al menos ataca las notas con valentía, incluido el temido Re sobreagudo de su cavatina, aun cuando la nota quedase a "medio cocer". Resulta muy complicado encontrar a una cantante solvente para afrontar, en vivo, el temido rol de la princesa Eudoxie, pues la partitura requiere a una soprano con una extensión considerable; facilidad para moverse por tesituras altas y un solvente dominio del canto de agilidad. Además tiene el problema añadido de que las grandes figuras son reluctantes a asumir el rol porque Halévy y Scribe confían a otra cantante de la misma cuerda el principal personaje femenino que, a la postre, da titulo a la ópera y cuya relevancia dramática y argumental es mucho mayor. Aquí pudimos disfrutar de la más que solvente soprano Teodora Gheorghiu, quien, a pesar de su instrumento de soubrette, supo imprimir seguridad, empaque y relevancia a su rol. Rozando el ridículo el Cardenal de Brogni de Alexandru Moisuc quien exhibió una irritante falta de legato y dos voces, una oscurecida artificialmente y totalmente prefabricada para simular a un bajo en la serenata del primer acto y otra de tintes tenoriles para el resto de la noche. Muy bien en el papel de Rachel Krasimira Stoyanova por su impecable musicalidad y por su seguridad técnica gracias a su impecable impostación. Es una lástima que la voz pierda algo de volumen cuando ataca el registro agudo, generalmente por encima del Sib4. Quizá también podría achacársele algo de frialdad interpretativa.
El papel de Eleazar ha sido patrimonio de los grandes tenores dramáticos desde su estreno por el mítico Adolphe Nourrit en 1835. Con excepción de Domingo, ha sido afrontado por cantantes tan destacados como Georges Thill, Enrico Caruso, Giovanni Martinelli y Richard Tucker, entre otros y en Viena por nombres tan celebérrimos como Leo Slezak, Franz Völker, José Carreras y el propio Schicoff. Como ya hemos señalado, aún con el rol muy cortado, Neil Schicoff sigue siendo el máximo exponente para la interpretación de Eleazar, desde la muerte del gran Richard Tucker hasta nuestros días. Con una larga experiencia en el rol, Schicoff sabe dosificarse (quizá demasiado, aunque tiene que cantar mucho y muy difícil, y con 62 años cumplidos a veces el papel se le hace largo) hasta llegar a su gran aria del cuarto acto, "Rachel, quand du Seigneur" (se suprime también la cabaletta que sigue), en donde hace una exhibición interpretativa antológica, aun cuando musicalmente sea más discutible por la excesiva lentitud con la que ataca su aria; coronando el quinto acto y final de la ópera con una generosidad y dominio más propias de épocas pretéritas que de la actualidad.
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