Por Robert Benito
Barcelona. 29-V-2017. Gran Teatro del Liceo. La fille du régiment, opéra-comique en dos actos, libreto de Vernoy y Bayard y música de Gaetano Donizetti. Intérpretes: Sabina Puértolas (soprano), Simone Alberghini (barítono) Javier Camarena (tenor) y Ewa Podles (contralto). Orquesta y Coro del Teatro del Liceu. Dirección escénica Laurent Pelly.Dirección musical: Giuseppe Finzi.
En todas las artes hay obras maestras y de referencia para quienes quieren acercarse a dichas expresiones artísticas. En la ópera de la segunda mitad del s.XX algunos de los referentes en la dirección escénica son los Mozarts de Strelher o los Rossini y Verdis de Ronconi, la tetralogía de Chéreau, la Boheme de Zefirelli, etc… que marcan un antes y un después del arte lírico de la dirección escénica. Y es siguiendo esos modelos de obra redonda y perfecta concepción dramatúrgica donde se encuadra esta producción de Laurent Pelly, que cual Merlín, ha obrado ese raro milagro de crear una producción redonda, perfecta, sin fisuras y que con unos buenos cantantes-actores que sigan las pautas directoriales se alzan con un triunfo seguro. Ya lo hicieron Flórez y Dessay en su estreno, lo ratificaron Ciofi y el mismo Flórez en la presentación de esta producción en el Liceu hace ocho años. Lo ratificaron la temporada pasada en el Real Camarena y Rancatore. Y nuevamente ha sido un éxito total en la reposición de este mayo en el Liceu con Sabina Puértolas y el tenorísimo Javier Camarena.
El secreto de esta producción: aparte de un libreto adaptado y fresco que junto con una partitura variada son los ingredientes básicos y necesarios, hay un trabajo minucioso de la mejor tradición de la comedia, los gags funcionan siempre, el ritmo es trepidante, los efectos sorpresivos siempre están ahí y un onírico paraíso perdido donde más allá de los prejuicios sociales y la lucha de clases hay un amor inocente que se alza por encima de todas las dificultades. Sencillo plato pero difícil de cocinar con un éxito seguro que a lo largo de este decenio de vida no ha perdido su frescura y vivacidad
Nos hemos de sentir afortunados por tener encima del escenario de la ciudad condal al tenor mexicano Javier Camarena con tanta frecuencia desde su participación en L’elixir de 2012, Maria Stuarda de 2014, y en la presente temporada con su debut del Duca y ahora esta reposición del rol de Tonio. Es una historia de amor entre público y artista que ojala se mantenga y prolongue en el tiempo para disfrutar del arte, profesionalidad y generosidad de este artista con mayúsculas.
En esta ocasión se ha contado con un reparto equilibrado y que ha funcionado a la perfección, desde los papeles más pequeños hasta el cuarteto protagonista.
Olivier Decriaud en su mínimo papel de notario aportó gracia y chispa en las cortas escenas donde participaba, al igual que la profesionalidad y el buen canto de Carlos Daza e Isaac Galán redondearon sus papeles de caporal y Hortensius sin ningún resquicio a la imperfección.
Bibiana Fernandez es la única del reparto que se encontraba un poco fuera de tiesto y su personaje grotesco de Duquesa no consiguió la gracia que hubiera sido deseada, si bien su aportación se movió en la corrección de alguien ajeno al mundo de la lírica pero que sirve de reclamo por el morbo de ver en directo a un personaje tan mediático en otros tiempos.
La aportación de Ewa Podles como Marquesa fue un regalo de alguien que ya está al final de su carrera y quiere despedirse con humor, ya que su voz cada vez es más inaudible y carente de brillo y proyección pero sería injusto no valorar todas sus noches de gloria en este teatro.
Sabina Puértolas hizo una Marie graciosa, pasional, con una vis cómica impresionante que ya viene bregada de sus muchas y buenas Despinas en los principales teatros de Europa, pero además cantó con un gusto y un dominio de la técnica impecable, sus filados, la facilidad y seguridad en los agudos juntoa un dominio escénico apabullante hicieron que se ganara un granaplauso del público. Es verdad que su volumen no es apabullante ni tiene el metal de Camarena que es donde se hacía más evidente al cantar en dúo con el tenor, pero todo lo demás lo compensaba con creces.
El Tonio de Javier Camarena es perfecto, tiene la inocencia auténtica de un niño enamorado por primera vez junto con el heroísmo de un militar advenedizo. Lo que verdaderamente destaca de este cantante es su autenticidad, y más allá de lo escénico su canto te eleva al cielo. No hablamos aquí del mérito estratosférico de cantar los nueve do de pecho y bisarlos prácticamente en cada función sino de cómo cuida el fraseo, las medias voces, los pianos, todo con una técnica y frescura de instrumento envidiable aparte de una potencia trompeteril que te queda con la mandíbula bajada y una sensibilidad en los momentos más líricos apabullante. En definitiva una gozada de artista y de interpretación que sabe conectar con el público hasta poner toda la platea de pie tras el bis de “Mes amis”, algo inaudito en un público que solo se levanta para ir al baño en la pausa y a por el taxi al caer el telón final.
En el montaje de Pelly el coro ha de bailar, cantar, moverse constantemente y formar parte activa de los momentos más divertidos de la obra y el nuevamente se ha de felicitar el trabajo artístico y musical de esta formación estable del teatro por su gran profesionalidad y entrega en el escenario noche tras noche con esta obra alternándose con el Holandés wagneriano a la vez que ensayando otras partituras a lo largo del día. Muchas veces este colectivo o el de la orquesta titular pasan desapercibidos ante la luz resplandeciente de un divo que viene a una producción, pero no se ha de perder de vista que el día a día de un teatro lo conforman los cuerpos estables a quien se les ha de mimar desde dentro y desde fuera del teatro. Siempre me ha llamado la atención la poca empatía del público con estos colectivos del Liceu que chocan frontalmente con, sin ir más lejos la locura de admiración que profesa el público del Palau de Les Arts de Valencia a su coro y orquesta. Dos actitudes tan diferentes como inexplicables.
Giuseppe Finzi fue el encargado de concertar desde el foso esta obra genial del numen de Donizetti y no pasó más allá de la corrección, una pena en una partitura que sin ser un Berlioz siempre se puede hacer una lectura más profunda, variada y rica.
El mayor premio para una producción cómica es ver a la gente sonreir durante y después de la función. Esta producción con estos cantantes lo ha conseguido nuevamene. Gran mérito en estos tiempos en que es tan difícil de reir en un teatro y más en el teatro de la vida catalana.
Foto: A. Bofill
Compartir