Crítica del libro La guerra y la música. Los caminos de la música clásica en siglo XX de John Mauceri. Editorial Siruela
Guerra y música
Por Albert Ferrer Flamarich
La guerra y la música. Los caminos de la música clásica en siglo XX. John Mauceri. Ediciones Siruela, Barcelona, 2024. 299 págs. ISBN: 978-8419942-25-8
John Mauceri (Nueva York, 1945) es un director de orquesta y profesor universitario cuyo ensayo The War on Music. Reclaming in the Twentieth Century, publicado en 2022, acaba de aparecer en español en una muy buena traducción de Lorenzo Luengo y una edición cómodamente legible de Siruela. Centrado en una parte de la música clásica del siglo XX, su eje discursivo yace en la ruptura que las vanguardias supusieron en la tradición desde la adscripción de identidad, no de corte estilístico si no nacionalista. Para ello parte de la idea de la manipulación y representación de la música en su cruce con la cultura, el poder y las intenciones enmascaradas de la política ante la estética. De este modo no sólo repasa algunas cuestiones ontológicas de la música como lenguaje, si no que replantea la falsedad dialéctica al considerar determinados repertorios como nuevos, viejos, tradicionales, de vanguardia, etc, desde el constructo histórico y también desde el actual. Sirva de ejemplo, el duodécimo capítulo, en torno la inestabilidad del concepto progreso, no tanto en lo técnico como en su consideración estética y su ambivalencia política.
Fruto de charlas y artículos durante más de tres décadas, los doce capítulos –bastante equilibrados en su extensión- nos hablan de procesos y nos invitan a reconsiderar la perspectiva de las políticas culturales en relación a la vanguardia, así como la música usada en tanto que mercadotécnia y meta-metáfora con el apoyo gubernamental a determinados estilos, y aparejada a la consecuente implicación de fundaciones y creadores de opinión. Especialmente, en el periodo de entreguerras, y durante y después de la II Guerra Mundial. Al margen de su perspectiva demasiado anglosajona y olvidadiza de figuras como Sibelius, la zarzuela en los territorios de habla hispana y la deriva operística en general, hay que reconocer en su enfoque una originalidad y agudeza que lo desmarca del habitual discurso histórico-filosófico sobre la música del siglo XX basado en la crisis del lenguaje musical, la fenomenología de la recepción, replanteamiento de la Gesamtkunstwerk, secuencia de –ismos y otros lugares comunes ya repensados desde múltiples focos.
Está escrito con una prosa ensayística poseedora de la habilidad narrativa para evocar y encadenar sucesos, personas, lugares, conceptos y sus contrasentidos, manteniendo vivo un relato que, para señalar la crisis de algunas ideologías, parte de antinomias históricamente estudiadas como la de Brahms-Wagner (capítulo 2), Stravinsky-Schoenberg, o la incursión de la violencia en lo musical y como reducto estético (capítulo 3) a partir de los Ballets rusos y sus montajes de Jeux de Debussy y La consagración de la primavera de Stravinsky. Otro eje sugerente atañe a las bandas sonoras musicales para el cine y a los prejuicios y tópicos arraigados como música contemporánea, que el rebate con argumentos que toman de ejemplo situaciones similares o iguales en otras épocas de la historia y otros compositores consagrados.
Tras ello y un sorprendente apunte sobre la música para videojuegos y su interactividad con las modernas tecnologías como recoveco de auténtica vanguardia, el undécimo capítulo versa sobre la diáspora de compositores que se labraron el éxito o no en otros países: Weill en el musical neoyorquino y la influencia de Korngold, Waxman y Steiner en el sinfonismo norteamericano. En este sentido, el apéndice también reivindica a cuatro compositores a reintroducir en el canon (Hindemith, Weill, Korngold y Schöenberg), por los que Maureci muestra una afinidad musical que adereza con su propia vivencia y descubrimiento, además de ofrecer una pincelada general en torno a su relevancia y alguna de sus obras. Y es que, en el fondo, con este libro el autor nos invita a seguir estudiando y descubriendo música como melómanos y oyentes, como profesionales en los atriles, como musicólogos y, ante todo, como personas. Él mismo lo expresa certeramente cuando afirma que «la música como historia colectiva porque contiene los recuerdos del mundo».
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