Sones profanos para música de capilla
Por José Antonio Cantón
Vélez Blanco, 27-VII-2021. Iglesia del Convento de San Luis. XX Festival de Música Renacentista y Barroca de Vélez Blanco. La Grande Chapelle. Director: Albert Recasens. Obras de Sebastián Durón, Cristóbal Galán, Juan Hidalgo, Carlos Patiño y Lucas Ruiz de Ribayaz.
Un sustancial florilegio de la música que se componía en la Real Capilla de Madrid en el siglo XVII ha constituido el grueso del programa que ha presentado La Grande Chapelle con su director titular y fundador al frente, Albert Recasens. El concierto tenía además el interés de que se estrenaban, como recuperación musicológica, tres obras del maestro de capilla Carlos Patiño dedicadas una a la Virgen, otra de intención profana y un villancico al Santísimo Sacramento. Con estas piezas, el maestro Recasens ha querido iniciar una investigación y puesta en práctica del repertorio de un autor con una gran riqueza creativa, siguiendo una de sus iniciativas e inquietudes más determinantes de su personalidad artística como es recuperar y poner en valor el no menos rico por silenciado patrimonio musical hispano.
Lo ha conseguido plenamente, como en él y su grupo es habitual, con estas piezas de manifiesta belleza polifónica y natural comunicabilidad y estímulo emocional para el oyente. En la primera, Matizada flor del campo a 4 v, se pudo apreciar la brillantez de su estilo laudatorio con el cuarteto vocal desarrollando todas sus capacidades. En la segunda, Contar las gracias de Flora, quedó de manifiesto la intención secular del canto realzando el donaire de una dama, que dejaba una sensación complaciente. Finalmente, en la tercera, No puede amor hacer fineza, también a 4 v, se percibía cierta gravedad en la tensión que contiene el poema entre el sentimiento de cariño y el sufrimiento que puede comportar, destacado este último con ciertas disonancias. Las tres obras merecen estar entre lo mejor del estilo barroco español y son una muestra del ingenio de este músico conquense.
En cuanto a la interpretación que este grupo vocal-instrumental hace de la música del madrileño Juan Hidalgo sólo cabe admiración y disfrute como se pudo experimentar en el dúo de soprano y tenor Anarda divina sobre unos versos de Agustín de Salazar y Torres, en los que los cantantes dialogaron con gentil gracia. Otro tanto se percibió en el villancico a solo y a 4 v dedicado al Santísimo Sacramento titulado Antorcha brillante, con el que se experimentaba cierta elevación espiritual. Igualmente ocurrió con Aunque en el pan del cielo, un tono a 3 de manifiesto misticismo eucarístico. El concierto terminaba con otro tono a 4 de Hidalgo, el autor con mayor presencia en el programa, titulado Ay! Cómo gime! perteneciente a su zarzuela Los celos hacen estrellas, que sirvió de muestra de su maestría como uno de los primigenios compositores de nuestro género lírico-dramático más genuino.
No podía faltar en este programa que llevaba por título ‘Música para la Real Capilla (s. XVII)’ el nombre del briocense Sebastián Durón, verdadera figura de la música escénica española de finales del siglo XVII y principios del XVIII. Es obligado mencionar la excelente interpretación que hizo La Grande Chapelle del villancico eucarístico Segadorcillos que al son de la hoces en el que tuvo una intervención digna de encomio el contratenor Gabriel Díaz Cuesta por el carácter natural de su voz con una pizca de impostación, que llevaba a disfrutar de una acertada culturización formal del canto llano. La presencia de Durón terminó con otra obra pensada para Santísimo Sacramento, gran dedicatario de la velada, el tono a 4 v titulado Volcanes de amor con el que el cuarteto vocal se manifestó en todo su esplendor, con las sopranos Eugenia Boix y Lucía Caihuela, el anteriormente mencionado alto y el tenor Gerardo López Gámez, favorecido y estimulado por la intensidad que marcó Alberto Recasens al aire Animado de esta preciosa pieza.
Necesariamente hay que mencionar el momento de preciosa destilación instrumental que supuso una jácara del burgalés Lucas Ruiz de Ribayaz, con la que la violagambista Sara Ruiz, el tañedor de guitarra y archilaúd Manuel Minguillón y la tiorba activada por Belisana Ruiz pusieron un punto de distinguida musicalidad de conjunto en el programa. El entusiasmo del público que se hacía patente en cada obra, estalló al final, lo que llevó al maestro Recasens a ofrecer una pequeña danza, A este sol peregrino, del manchego Tomás de Torrejón y Velasco, maestro de capilla de la catedral de Lima y una de las personalidades más destacadas del legado musical hispánico en América. Se terminaba así uno de los eventos más gozosos de la presente edición del Festival de Vélez Blanco en el que se pudo admirar cómo estructuras armónicas y sonoras de carácter profano se convirtieron en música religiosa.
Foto: Festival Vélez Blanco
Compartir