Por Hugo Cachero
Madrid, 19-04-2015, 18:00 horas. Auditorio Nacional de Música, Sala Sinfónica. La fida ninfa, RV 714, Antonio Vivaldi. Centro Nacional de Difusión Musical. Ciclo Universo Barroco. La Cetra Barockorchester Basel. Andrea Marcon, director. Roberta Invernizzi, María Espada, Romina Basso, Franziska Gottwald, Carlos Mena, Topi Lehpituu, Ismael Arróniz, Lucca Tittoto.
Va llegando a su final el ciclo Universo Barroco de esta temporada (resta solamente un concierto en la Sala de Cámara, el próximo día 13 de mayo), auténtica fiesta del Barroco en la capital, y aún nos quedaba uno de los platos fuertes del mismo, esta Fida Ninfa de Vivaldi que ilustra una historia bastante incomprensible que a los habituales enredos de amores cruzados une no uno sino dos personajes que no son quienes parece que son, dioses que aparecen para solucionar los problemas (¡y que se refieren a la propia obra que ha de escribirse en el –su- futuro sobre la historia!), un personaje masculino interpretado por una mujer y todo tipo de circunstancias para que el argumento resulte todo menos claro. Naturalmente, esto es lo de menos ya que todo adquiere sentido en la extraordinaria música de Vivaldi, que utiliza el enrevesado libreto para contruir un obra muy original que se aleja en muchas ocasiones de las convenciones de la Opera Seria, introduciendo formas diferentes a la inevitable aria dacapo (varias de estructura AA o AB) o mayor número de concertantes de los que son habituales. En todo caso, por la propia obra, y por los intérpretes implicados, era una tarde esperada y de altas espectativas que no defraudó al respetable, que acudió hasta casi llenar la sala.
La versión musical ofrecida en la ocasión puede ser calificada de sobresaliente, con un Andrea Marcon que sigue una concepción interpretativa sustentada en la energía que anida dentro de la música del compositor veneciano, y donde la función del director parece ser la de liberarla, en la línea de Biondi, Alessandrini y otros más. Para ello no se escatiman los efectos de acentuación, en ocasiones casi violentos, unas dinámicas expresivas y tempi siempre ligeros que enfatizan la espectacularidad en cierta forma muy italiana, con algo menos de interés por los momentos más sentimentales o patéticos. Para ello se construye desde los mismos cimientos del continuo, en la mayor parte de las ocasiones doblado el clave (a cargo de Johannes Kelles y el propio Marcon) y las tiorbas (a cargo de Daniele Caminiti y María Ferré), con el concurso de unas secciones de cuerda de La Cetra Barrockorchester Basel extraordinarias (por ejemplo, sus prestaciones en el aria Non tempesta che gli alberi sfronda, antológicas); mención a parte para Elisa Bognetti y Alessandro Denabian (trompas) y Martin Patscheiden (trompeta) que solventaron sus compromisos brillantemente. Pero si hay un pero que se puede poner, y no es menor, es que Marcon en demasiadas ocasiones se mostró en exceso preocupado (casi obsesionado) por la brillantez del sonido, sin demasiado cuidado por los cantantes, a los que llegó a tapar de forma inmisericorde en ocasiones, como evitando en todo momento ceder el protagonismo orquestal, lo cual no nos parece correcto en este repertorio. Cuestión que no invalida la propuesta pero desluce un resultado que no puede ser independiente de la parte vocal. En todo caso una propuesta impactante que solamente puede gustar, y que encandiló al público que mostró su entusiasmo para con el director y la orquesta.
Por lo que respecta al reparto vocal como suele ocurrir tuvimos sus más y sus menos y diversos grados intermedios. En primer lugar, poca duda hay, Roberta Invernizzi era el nombre más atractivo del cartel; aún fresca en el recuerdo su extraordinaria presencia en el Adriano in Siria de enero, poder volver a escucharla es un privilegio que nos dejó de nuevo sobradas muestras de la altura de la soprano y sus cualidades, que no solamente recaen en las calidades propias de su voz sino también en su cuidada linea de canto (aunque la expresividad tiende a ser un poco relamida) o su sabiduría a la hora de introducir variaciones (como la hermosa cadencia con que abrió el dacapo de su primer aria, Dolce Fiamma del mio petto). Naturalmente no podían faltar sus citas con la pirotecnia, que en este caso sobre todo procedieron de Destin avaro!, una de esas arias incantables donde sacó a relucir su capacidad para la coloratura matemáticamente precisa, con algunas respiraciones un poco fuera de lugar que entran dentro de lo necesario, y que destaron los aplausos, también de la orquesta. Con todo el mejor recuerdo que me queda en esta ocasión es de un aria breve, con acompañamiento del continuo solo, Dite, oimè! Ditelo al fine, un prodigio de sencillez.
Por desgracia no es posible ser tan positivos en lo que respecta a María Espada; aunque la voz es amplia y carnosa trasmite una sensación de inseguridad permanente, que se manifiesta en problemas de afinación y fiato, notas agudas gritadas y falta de control en general. Ejemplo claro el de la conocida Alma oppresa, a pesar de los aplausos y bravos con que fue premiada, totalmente incomprensibles para mí, aria en la cual por si fuera poco se vio obligada a luchar contra la orquesta. Mejor estuvo en otras intervenciones menos complicadas como Il mio core a chi la diete o Amor mio, la cruda sorte, aunque tampoco demostró un criterio interpretativo claro, como si su preocupación por sacar adelante su parte se impusiera a todo lo demás. Luca Titotto partía con la ventaja de un papel que incluye intervenciones de impacto, como el aria inicial Chi dal cielo, muy marcial con su orquestación que incluye percusión y trompeta. Desde luego la voz no es de una calidad extraordinaria, ni tampoco bello el timbre, pero cumplió muy bien, en mi opinión más de lo que el público dio a entender con su reacción (entiendo que habría merecido algún aplauso individual mas, si no tal vez en la primer aria por ser demasiado temprano, por ejemplo en Cor ritroso, che non consente). Muy bien el contratenor Carlos Mena, en el que destaca sobre todo la homogeneidad de la voz, fenómeno poco habitual en la cuerda, y que cantó con gran gusto, aprovechando de manera impecable su hermosa aria Ah ch'io non posso, interpretada con gran criterio incluyendo elegantes variaciones. Topi Lethtipuu vino a confirmar la opinión que nos hemos ido formando de él: aunque omnipresente en todas las guerras, hace tiempo que ha dejado de tener interés, dada la escasez de sus medios y su forma sosa y opaca de cantar; como mucho, agradecerle el esfuerzo puesto en el aria Non tempesta che gli alberi sfronda, pero no parece bastante para el que parece ser el tenor barroco “oficial” de la actualidad. Al menos Franzinska Gottwald no tiene un nombre que prometa a priori más de lo que ofrece, y tal vez por ello dejó una impresión de competencia, sin demasiados calificativos. Mas circunstanciales Romina Basso e Ismael Arróniz, aunque siempre es un placer reencontrarse con una voz tan reconocible y solvente, en el caso de la contralto, y dejó buenas impresiones el barítono leonés, aunque por desgracia habrá que esperar a mejores ocasiones para corroborarlas ya que los “efectos especiales” aplicados a su aria apenas sí permitieron escucharle, en no óptimas condiciones.
No me gustaría terminar sin aplaudir las muy interesantes notas de Eduardo Torrico sobre el trasfondo de la composición y estreno de la obra. Apuntar también que los tres actos de la ópera se ofrecieron en dos partes, introduciendo el descanso tras el aria Ami la donna imbelle (que por cierto no era el lugar indicado en el programa), cortando la historia en un momento un tanto aleatorio. Nunca es del todo justificable utilizar un criterio meramente “geométrico” para dividir la representación, aunque también es verdad que el seguimiento de la trama dudo mucho que fuera de interés para ningún espectador, así que al final es un momento tan bueno como otro cualquiera. No hay perdón en cambio para justificar a todos aquellos que aprovecharon el descanso para marcharse, tal vez un 15-20%; con ello se privaron de disfrutar más de una hora de inspiradísima música, excelentemente servida como hemos comentado. Y es que no se deja una fiesta antes de que termine, y por ello tal vez tendrán que hacer frente a la ira de Juno, que como ella misma dice:
Volgendo gli anni, ne l'Italia bella
Sappi che fian di questi miei pastori
su nobil scena armonica e novella
fabolggiati un giorno i casti amoni.
Espectáculo que siendo digno de una diosa, resultó a una excelente altura también para los mortales que asistimos. Y nos quedamos hasta el final.
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