Vanessa Goikoetxea en La del manojo de rosas de Pablo Sorozábal. Foto: Elena del Real
Crítica de Raúl Chamorro Mena de La del manojo de rosas de Sorozábal en el Teatro de la Zarzuela
Vanessa Goikoetxea en La del manojo de rosas de Pablo Sorozábal. Foto: Elena del Real
Doble clásico
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 20 y 21-XI-2024, Teatro de la Zarzuela. La del manojo de rosas (Pablo Sorozábal). Vanessa Goicoechea/Beatriz Díaz (Ascensión). Manel Esteve Madrid/David Menéndez (Joaquín), Nuria García Arrés/ Rocío Faus (Clarita), Jesús Álvarez Carrión/Joselu López (Capó), Gerardo López (Ricardo), Ángel Ruiz (Espasa), Milagros Martín (Doña Mariana), Enrique Baquerizo (Don Daniel). Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Alondra de la Parra. Dirección de escena: Emilio Sagi.
Si resulta particularmente emblemático para el repertorio de la Zarzuela restaurada un título como La del manojo de Rosas de Pablo Sorozábal, también lo es la puesta en escena de Emilio Sagi, estrenada en 1990 y tantas veces repuesta, la última en 2020, que mantiene toda su genuina frescura, elegancia y vivacidad teatral.
Es justo resaltar, una vez más, la maestría de Pablo Sorozábal -junto a sus libretistas Anselmo Carreño y Francisco Ramos de Castro- para revitalizar un tipo tan fundamental en nuestro teatro lírico como el sainete madrileño, ampliando sus dimensiones a dos actos, renovándolo y modernizándolo. Los tipos populares son ahora los de la época del estreno, 1934, en un Madrid moderno, urbano y republicano. Asimismo, el magnífico músico vasco aplica su sólida formación musical ganada durante sus años de estudio en Alemania, además de acoger las melodías populares tradicionales –pasodoble, tirana, zapateado, chotis-, como es fundamental en el género chico, añadiendo los más contemporáneos como el Fox-trot y la habanera. No falta en la obra, por supuesto, la crítica social, irrenunciable en el sainete, los avances de la tecnología como los vuelos transatlánticos –uno de los pretendientes de Ascensión, Ricardo, es aviador- y un feminismo incipiente centrado en las mujeres protagonistas con ansias de libertad e independencia.
Beatriz Díaz y David Menéndez en La del manojo de rosas. Foto: Elena del Real
Esta reposición se dedica a la memoria del Maestro Miguel Ángel Gómez Martínez, que fue director titular del Teatro entre 1986 y 1991, y dirigió la edición de 2013 de esta producción de la obra maestra de Pablo Sorozábal. En la función del estreno, día 20, Vanessa Goicoechea, Ascensión de imponente y distinguida presencia escénica, comenzó algo destemplada, dura, y con ascensos un tanto desabridos. Ya más asentada, delineó con finura y buen gusto la romanza "No corte más que una rosa" con un apreciable agudo en el clímax. Se trata de una soprano lírica justa con timbre homogéneo y esmaltado, además de una cantante musical y que cuidó los diálogos, pero le faltó algo de salero y expresividad en el aspecto interpretativo.
Por su parte, el día 21, Beatriz Díaz, de voz corta, limitada de cuerpo y riqueza tímbrica, fraseó con gusto, además de mostrarse intencionada en los acentos y desenvuelta en los diálogos. Los nervios son lógicos en los estrenos y también parecieron afectar al barítono Manel Esteve, que también empezó el día 20 frío, con el timbre apagado, y las vocales sin liberar, como pudo comprobarse en el célebre dúo-pasodoble. Según fue afianzando sus medios vocales, no especialmente dotados en cuanto a brillo, empaste y nobleza, Esteve demostró su buena línea canora apoyada en un fiato generoso y cuidados acentos. Notable en el sublime dúo-habanera y, especialmente, en un muy entregado "Madrileña bonita", muestra del arrojo y bien torneados acentos del Joaquín del barítono catalán.
Alarmante la situación vocal que presentó el asturiano David Menéndez en la función del día 21, pues, sencillamente, sin agudo no se puede cantar. Estimables su prestación actoral y el gusto al delinear las frases de tesitura cómoda, pero cada ascenso era un suplicio y estamos ante un papel baritonal agudo como suelen ser los de Zarzuela. Así las cosas, después de desgranar con gusto y efusión las frases "Madrileña bonita que me has prendido..." pasó las de Caín en el final de la famosa romanza merced a unos agudos imposibles. La Clarita de Nuria García Arrés reunió muy limitada presencia sonora con presencia escénica juvenil y desenvuelta. Aún más liviana vocalmente, Rocío Faus acentuó el lado desenfadado y cuasiadolescente del personaje.
Muy equilibrados tanto Jesús Álvarez Carrión como Joselu López como Capó, pues compartieron ligereza vocal con atinada prestación actoral y sana comicidad. Buen Ricardo, por emisión franca y resuelta, canto musical y ajustada disposición en escena, el encarnado por el tenor Gerardo López.
Foto: Elena del Real
Aunque sin poder hacer olvidar la creación del gran Luis Varela, Ángel Ruiz repitió su hilarante Espasa, con admirable habilidad para la exuberancia verborreica del personaje. Milagros Martín, que estrenó está producción en 1990, ahora compone una genuina Doña Mariana, junto al impecable Don Daniel del veterano Enrique Baquerizo, al igual que en la reposición de 2020.
Me pareció resultona la dirección de Alondra de la Parra en su debut en el repertorio zarzuelístico en calidad de directora titular actual de la orquesta que ocupa el foso del Teatro de la Calle de Jovellanos. Además de cuidar el sonido y más allá de algún descontrol, exceso sonoro y emborronamiento, la dirección musical de la mexicana fue animada, con chispa y pulso rítmico –Pasodoble, Fox-trot, Farruca- sin descuidar los pasajes más líricos y los detalles de la orquestación. Apreciables intervenciones de las maderas y del solista de trompeta en el interludio con el pasodoble.
Poco más se puede decir a estas alturas de la puesta en escena de Emilio Sagi, responsable en persona de esta reposición. La autenticidad y belleza de la escenografía de Gerardo Trotti, las acciones paralelas que se suceden en los balcones y las calles, las apropiadas coreografías, la elegancia que alumbra todo el montaje, el movimiento escénico dinámico y bien trabajado y los personajes impecablemente caracterizados cimentan todo un clásico del Teatro de la Zarzuela que ha viajado por España y algunas ciudades europeas como Roma y París.
Foto: Javier del Real
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