Estimulante
Por Pablo Sánchez Quinteiro | @psanquin
Los días 5 y 6 de junio concluía con sendos conciertos en el Teatro Colón de Coruña el Festival de Música Contemporánea Resis 2021, un festival internacional de música contemporánea y artes vivas. En ésta, su IV edición, puso en pié una amplia y diversa programación que se prolongó a lo largo de más de un mes y medio en distintas sedes de la ciudad como son la Domus, el Muncyt, el Aquarium Finisterrae, la Fundación Luis Seoane, la Sala de exposiciones de PALEXCO, el Teatro Colón y un largo etcétera.
Un aliciente especial ha sido el hecho de que en esta edición el festival se haya aliado e integrado con el Proyecto 2020/21 de la Sinfónica de Galicia. Este proyecto consiste en una iniciativa puesta en marcha en la temporada pasada, tristemente interrumpida por la pandemia, que iba a representar el estreno de 20 obras de 20 compositores gallegos actuales. Excelente idea colaborativa que no sólo permitió sacar a la luz las obras aún no estrenadas -la mayoría de las que conformaban el proyecto- sino que además involucró en el festival a un buen número de formaciones de cámara de la Sinfónica de Galicia, como fue el caso del Grupo Instrumental S.XX, la Camerata OSG, el Quinteto de cuerda Schubert, los grupos Untía, Zoar, Orphelion y la OSG Sinfonietta.
Como se puede ver, un titánico esfuerzo colectivo que, junto a los numerosos estrenos contemporáneos acaecidos en la temporada de la OSG, ha puesto una vez más a La Coruña a la cabeza del panorama musical contemporáneo de nuestro país.
El concierto del sábado 6 presentó al grupo Vertixe Sonoro dirigido por Nacho de Paz en un muy atractivo programa constituido por un clásico de la música de vanguardia de finales del siglo XX, dos obras contemporáneas de compositores españoles y un estreno absoluto.
Se abría el programa con la hermosa Erlantz de Ramón Lazkano (1968) compositor presente en la sala. Obra de 2015, el resplandor citado en su título encaja a la perfección con la propia estética del compositor, representada en esta obra por sus balbuceantes sonoridades graves y el uso de técnicas extendidas sutilmente entremezcladas con lúcidos reflejos de la música de Ravel. Ésta deja una profunda huella en la partitura a través de una recurrente cita literal del concierto para la mano izquierda, pero también por el hábil uso de timbres y colores. Fue especialmente reveladora la catártica sección final de la obra, protagonizada por un visceral crescendo, el cual se disolvió repentinamente en unos desoladores y punzantes gemidos del contrafagot. Tan sobrecogedora interpretación de los ocho músicos de Vertixe Sonora -celebrada por el propio compositor, presente en la sala- fue un prometedor arranque de la velada.
Jalons de Iannis Xenakis recibía, por asombroso que parezca, su estreno en España, treinta y cinco años después de su creación. Una plantilla más amplia que en la obra previa -15 músicos- daba vida a una partitura representativa del credo compositivo de Xenakis: complejísimas texturas, sonoridades violentas por no decir hirientes y maderas saturadas, al límite de su disonancia. Es de destacar muy especialmente la serie de intervenciones de la arpista Bleuenn Le Friec, quien en los interludios exhibió no sólo su reconocido virtuosismo sino también una verdadera conexión espiritual con esta música. Otros momentos magníficamente recreados fueron la fantástica sección en marcha que precede al primero de los interludios y el expresionista grito de rabia que cierra la obra; reconocimiento sin complejos por parte del del compositor a sus ilustres antepasados. Fue una interpretación referencial que cubre una importante deuda de nuestro país con uno de los nombres fundamentales de las vanguardias de la segunda mitad del siglo XX.
Volvía la música española con las Tres pinturas imaginarias de Alberto Posadas, obra de 2015 en la que el compositor traslada al material musical técnicas pictóricas de lo más diversas. Protagoniza el sfumatto de Leonardo da Vinci el primero de los tres números. Sonidos tenues, velados, por no decir volátiles que fueron sutilmente recreados por los músicos de Vertixe, quienes mostraron un gran dominio de la articulación y las dinámicas. Variaciones perforadas sobre un tema de Mondrian constituye el segundo grupo, en el que el diálogo entre los dos grupos de instrumentos -trío de viento-madera frente a cuarteto de cuerda- genera un material musical muy abrupto y denso, recreado con claridad y concisión. En Tachisme, inspirado en la pintura de Wols se echó en falta una mayor violencia y electricidad, pero en cualquier caso, fue un auténtico deleite disfrutar de una excelsa partitura del compositor vallosiletano.
Agón de Hugo Gómez-Chao Porta (1995) constituía el único estreno absoluto de la noche. Se percibía en la sala un aura especial. Es algo fascinante que he vivido en estrenos previos del compositor coruñés. Hay siempre en torno a ellos una emoción equiparable a la de un auténtico alumbramiento. No se trata del típico estreno de música contemporánea en la que todos sabemos de antemano que caerá en el mayor de los olvidos, sino del nacimiento de una criatura musical que llega para impresionar y para quedarse. Y esto se debe no sólo a la calidad de su obra, sino a la sensación de veracidad, de autenticidad que la música de Gómez-Chao transmite. Formalmente, hay en todas sus obras un elemento que el propio compositor describe como direccionalidad y a mi juicio es éste el que agarra y arrastra con fuerza al oyente al oyente de principio a fin. Es una estrategia que sólo los grandes compositores del pasado han dominado; por ejemplo, característico de la narrativa sinfónica de Beethoven, Shostakovich, Mahler, o más recientemente John Adams y que Gómez-Chao consigue con gran lucidez introduciendo vitalistas ritmos pulsantes, abigarrados microcosmos sonoros y trazando poderosas líneas de fuerza musicales que generan una tensión, siempre a la expectativa de ser resuelta.
Así, por lo escuchado en esta primera audición, que seguro no será la última, la partitura de Agón se organiza en tres amplios crescendos en los que el compositor despliega un abrumador repertorio de recursos sonoros, rítmicos y tímbricos. Ya desde el primero de ellos no podía dejar uno de pensar que estábamos asistiendo a un magistral compendio de la música de los tres compositores previos, cuyos lenguajes Gómez-Chao, desde una genuina y profunda comprensión ha trascendido. La feroz conclusión del segundo crescendo da paso a una introspectiva recapitulación que deriva en un último y definitivo clímax en el que la abstracción sonora pasa a ir más allá de lo auditivo para adquirir un impactante componente visual. Fue sin duda un fascinante ejemplo de sinestesia musical. El colapso final de la obra nos hizo desear el estreno de una partitura para gran orquesta del compositor coruñés, quien no lo olvidemos, ha conjugado la composición con ser el alma mater del festival. Una doble misión de la que ha salido plenamente exitoso.
El domingo seis de junio era el turno de la OSG Sinfonietta de poner punto y final al festival, esta vez ni más ni menos que con cinco estrenos absolutos. Nuevamente la dirección corrió a cargo de Nacho de Paz quien, todo hay que decirlo, tuvo que sustituir a ultimísima hora al director previsto para estos conciertos José Trigueros. Una misión casi imposible que sin embargo llevó a muy buen puerto. Nacho de Paz dejó una buena muestra de su peculiar estilo de dirección, pero también de su talento.
Se inició el programa con la compositora lucense Carme Rodríguez y su A voz no berce, La voz en la cuna en castellano. Jovencísima compositora, ganadora del premio María de Pablos 2020, poder disfrutar de su música transmitida por los músicos de la Sinfónica de Galicia fue, como ella misma reconocía en una entrevista previa, un auténtico privilegio. Como era previsible, la obra está inspirada en una canción de cuna infantil. Su escritura impresionista evidenció un excelente manejo de la paleta de colores orquestal, imaginativas armonías y una muy alta sensibilidad musical. A continuación, fue el turno de la compostelana Sofía Oriana quien presentó su Cassandra 22. Compositora ecléctica, con una gran experiencia tanto en el mundo del audiovisual como el sinfónico -con estrenos a cargo de la Real Filharmonía de Galicia- era la primera vez que componía para la OSG. De clara inspiración onírica, tras un comienzo misterioso, el discurso musical de Cassandra 22 deriva hacia un carácter más abstracto y minimalista que es resuelto en una sección agitada, en la que siguen predominando los ritmos en ostinato. La segunda parte de la obra retoma las ideas iniciales para dejar al oyente en suspenso. Un hermoso ejercicio orquestal realizado por los músicos de la Sinfónica de Galicia con la máxima concentración y convicción.
Federico Mosquera, coruñés afincado en Holanda, formaba parte del cartel de veteranos de la noche. De hecho, no es la primera vez que Mosquera ve sus obras interpretadas por la OSG; siempre recibidas con unánime aplauso por parte del público y de la crítica. La obra se estructura, como es habitual en el compositor, en una arquitectura tripartita clásica, en la que, a pesar del carácter camerístico de la OSG Sinfonietta, la densidad orquestal y las formas expresionistas arrastran al oyente a un mundo sonoro muy personal, enraizado en la tradición desde una perspectiva muy personal e innovadora. En la sección central la atmósfera opresiva estaba alejada de creaciones pasadas del compositor, más luminosas, pero inevitablemente los tiempos de pandemia nos van a dejar una huella imborrable en todos los aspectos de la vida. Exuberante la escritura orquestal, con intervenciones claves de trompa y piano magistralmente realizadas por Nico Naval y Alicia Permuy Trompa, piano. Un excitante e imaginativo final, atípicamente abstracto en el compositor, puso el punto final a la obra. Es tal el dominio que Mosquera, a estas alturas de su carrera exhibe de la paleta orquestal, que, eché en falta a lo largo de toda la obra un mayor orgánico orquestal.
Los dos compositores más veteranos, la ferrolana Paz Pita y el coruñés Xavier de Paz, presentaron los dos últimos estrenos de una variopinta y estimulante velada. Kreep, de Paz Pita, fue un aforístico ejercicio de introspección, escrito con una gran economía de medios y un marcado carácter audiovisual. N’ell Ircana de Xavier de Paz me resultó sorprendente. Conocedor de sus estrenos pasados con la Sinfónica de Galicia y la Real Filharmonía de Galicia, me encontré en esta ocasión con un paradigma musical bien distinto. Las densas e hipertróficas texturas sonoras del pasado, han dado paso a una escritura musical mucho más desnuda y esencial, con un fuerte carácter atávico, en gran parte debido al gran protagonismo de la percusión y a una simplista línea narrativa. Una naive conclusión puso fin a esta extensa y enigmática composición, que puso un valioso punto final al Festival Resis.
Fue muy grato seguir a lo largo de las dos noches tan estimulantes y variopintas experiencias sonoras, las cuales fueron seguidas muy de cerca por un público muy numeroso, -dentro de las limitaciones de la pandemia-; audiencia especialmente joven en el concierto del sábado, demostrando que la creación contemporánea en Galicia está viviendo un magnífico momento, sobreponiéndose a base de talento y entusiasmo a las penurias económicas, morales y de ideas a la que la pandemia ha abocado a una buena parte de nuestras políticas culturales.
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