F. Jaime Pantín
Oviedo. 1-XII-2018. Auditorio Príncipe Felipe. Jornadas de Piano Luís G.Iberni. Kun-Woo Paik, piano. Oviedo Filarmonía. Carlos Domínguez-Nieto, director. Obras de Beethoven y Chaikovski
La tercera sesión de las Jornadas de Piano Luis G. Iberni posibilitaba el reencuentro con el prestigioso pianista Kun-Woo Paik, uno de los máximos exponentes de la destacada escuela surcoreana, artista de sólida y dilatada carrera al que tuvimos ocasión de escuchar en este mismo Auditorio hace ya casi una década como solista del Concierto de Penderecki en una interpretación memorable, acompañado por la OSPA dirigida por el propio compositor.
En esta ocasión se presentaba con la Oviedo Filarmonía, dirigida por Carlos Domínguez-Nieto, con una obra de factura totalmente distinta, el Concierto op. 73 de Beethoven, el famoso «Emperador», última composición beethoveniana dedicada al género concertante y pieza predilecta de los aficionados, al igual que la Sinfonía op. 74, «Patética» de Chaikovsky que cerraba un programa muy atrayente, como se pudo percibir en la gran afluencia de público a este concierto.
El Quinto concierto es considerado por no pocos autores la obra cumbre del ciclo pianístico concertante de Beethoven y supone una clara evolución formal, con un primer movimiento de dimensiones inusualmente dilatadas, en el que el piano hace su aparición – al igual que en el Concierto nº 4, op. 58- desde el mismo inicio, esta vez con una imponente cadencia, precedida por el acorde de mi bemol enunciado por la orquesta. La escritura, de virtuosismo eficaz, aunque de menor exigencia técnica que la del Concierto en sol mayor anterior, es un fiel reflejo de la grandiosidad y del concepto apolíneo que ilumina esta obra majestuosa. Arpegios que, repartidos entre ambas manos, recorren la totalidad del teclado; octavas alternadas, cuyo ataque parece buscar la máxima expansión sonora; escalas a manos llenas, resonantes y de ritmo quebrado; series de terceras o trinos encadenados, junto con las frecuentes propuestas de pedalización- singularmente avanzadas- en las que Beethoven indaga frecuentemente en este período, todo ello puesto a contribución de una idea expresiva de profunda grandeza, en la que lo heroico convive con lo lírico en un entorno de belleza y plenitud.
La versión de Paik mostró en muchos momentos algunas de estas cualidades, si bien, tratándose de un concierto de carácter fuertemente sinfónico, la cohesión con la orquesta se convierte en un factor esencial, en este caso mejorable. La estabilidad del tempo se vio comprometida en los dos movimientos extremos, con claros desencuentros en la concertación que parecieron descentrar en parte a un pianista normalmente muy sólido que solamente pudo exhibir destellos de su poderío en muchos de los fragmentos a solo, en una ejecución con altibajos en la que destacó la potencia sonora, no siempre bajo control, por encima del preciosismo. El fuerte componente clásico del concierto se resintió en el Allegro inicial por estos leves pero continuos desequilibrios, alcanzándose los mejores momentos en un Largo de belleza serena y un Rondó realmente brillante, tras un arranque algo destemplado por parte del piano.
Más convincente resultó la Sinfonía de Chaikovsky, con un Carlos Domínguez-Nieto más seguro en una partitura que parece dominar a la perfección. Sólida y analítica planificación, buen control del tempo, dinámica y contrastes, intensidad emocional controlada y excelente prestación de una orquesta algo corta de efectivos para una obra de este calibre, pero que volvió a mostrar su calidad en una lectura transparente, de buen nivel técnico y realmente sentida que hizo las delicias del público.
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