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CRÍTICA: 'KRÓL ROGER' DE SZYMANOWSKI EN EL PALACIO EUSKALDUNA DE BILBAO

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Autor: Alejandro Martínez
27 de noviembre de 2012
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Foto: E. Moreno-Esquibel

EL RIESGO TIENE PREMIO

      Cuando la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera anunció la presente temporada, con un perfil claramente conservador, buscando como es comprensible la taquilla segura de títulos como La Traviata, La Bohème o Tosca, sorprendió encontrar entre ellos la ópera de Szymanowski Król Roger. Y sorprendió para bien, porque no es habitual en las temporadas de ABAO frecuentar la obra compositiva del siglo XX, por más consolidada y clásica que sea en algunos casos, cien años después de sus estrenos.
      Programar a Szymanowski debiera ser algo tan natural y frecuente como poner en escena a Strauss o Puccini, pues no en vano sus obras son contemporáneas. Imaginamos que los responsables de la ABAO respirarían aliviados cuando el poco fervoroso público del Euskalduna rompió en aplausos y bravos al concluir el rotundo último acorde Król Roger, con un Kwiecien pletórico. Bien es cierto que la apuesta por Szymanowski suponía un riesgo relativo, pues este título ya había cosechado éxito de crítica y público en nuestro país, cuando se programó en el Liceo y en el Teatro Real.
      La función tuvo un nivel notable, aunque lejos de algunas valoraciones muy entusiastas que encontramos entre el público a la salida, seguramente algo sacudido todavía por ese impactante último acorde. La clave del éxito fue sin duda contar con un protagonista muy solvente, Marius Kwiecien, sobre todo si trata de interpretar un papel en polaco, su lengua natal. Estamos ante un barítono de voz robusta y de emisión generosa. Su voz llenó el Euskalduna sin dificultades, aunque con sonidos fibrosos y algunas tensiones musculares.
      Tampoco es un cantante demasiado imaginativo, ayuno a menudo en dinámicas y poco creativo en la emisión, Kwiedien busca casi siempre la rotundidad de un sonido baritonal auténtico, tan poco frecuente en nuestros días, pero descuidando quizá una mayor variedad y un énfasis a veces más poético. Sea como fuere, su voz y su interpretación se ajustaron como un guante al rol protagonista, siendo su encarnación como decíamos la clave de bóveda de una noche exitosa. Junto a él, la soprano Agnieska Bochenek-Osiecka, que sustituyó a la prevista Iano Tamar, ofreció una Roxana ciertamente anodina, con una proyección insuficiente y con un timbre bastante genérico. La hermosa intervención de Roxana en el segundo acto pasó sin pena ni gloria cuando debiera haber sido uno de los momentos reseñables de la función. José Luis Sola sorprendió para bien con una encarnación del pastor ciertamente sugerente, embriagadora, que partió de un fraseo dinámico, muy atento a la media voz y de un admirable trabajo con la dicción en polaco. Salvo por algún puntual problema de proyección en la inmensa sala del Euskalduna, su inclusión en el reparto fue todo un un acierto. El tenor zaragozano Francisco Vas fue un dignísimo Eidrisi y tanto Felipe Bou como Iryna Zhytunska cumplieron sin mayor alarde en sus breves intervenciones como Arzobispo y Diácono.
      La propuesta escénica de Michael Znaniecki para el Teatro Wiekl de Poznan y ABAO palidece, por convencional, ante la genial lectura que propuso Warlikowski en el Teatro Real, tan polémica como inspiradora. Znaniecki opta por una perspectiva mucho más conservadora, sin intertextualidades ni referencias externas, de una literalidad eficaz aunque muy convencional, salvo en el tercer acto, que quizá sea, paradójicamente, el que peor funciona de los tres, a pesar de su efectismo con la iluminación en blanco al tiempo que el Rey Roger canta a la divinidad solar. Es un buen trabajo el de Znaniecki, qué duda cabe, dentro de esa clave más convencional, pero no exprime al máximo las infinitas potencialidades que esconde el libreto.

      Contundente y poético desde el foso el director Lukasz Borowicz, si bien con tendencia reiterada a buscar un sonido siempre potente y grueso, descuidando a veces el prolífico tejido orquestal de la partitura de Szymanowski, sobre todo en los momentos más líricos y evocadores. Y muy eficaz, en todo caso, la labor de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, que no se arredró un ápice ante las enormes exigencias técnicas de esta partitura. También cabe destacar, esta vez sí, la notable intervención del Coro de la Ópera de Bilbao, en el que cabe valorar cierto salto cualitativo respecto a sus anteriores intervenciones. Igualmente acertada la participación del coro infantil Leioa Kantika Korala.
     
En resumen, pues, una función notable, sostenida por un protagonista sólido, un desempeño orquestal muy eficaz y una propuesta escénica convincente. ABAO debería tomar nota, quizá, de que a veces correr un pequeño riesgo puede tener premio.
      Por último, un comentario sorprendido y dudoso: ¿es posible que dos cantantes suenen más y mejor cuando cantan desde el foso que cuando están en el centro de la escena? ¿Tuvieron quizá alguna ayuda? No fueron pocos los aficionados que comentaron también sorprendidos esta misma cuestión. Ahí queda la duda, que en todo caso no empaña una función musicalmente muy notable.

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