Por Alejandro Martínez
18/04/2014. París. Theatre Champs Elysées. Strauss: Der Rosenkavalier. Soile Isokoski, Sophie Koch, Mojca Erdmann, Peter Rose, Kim y otros. Kirill Petrenko, dir. musical. Orquesta de la Bayerische Staatsoper. Versión en concierto.
Como colofón a una tanda de funciones escenificadas en Múnich, la Bayerische Staatsoper era invitada al Teatro Campos Elíseos de París para celebrar el 150 aniversario del nacimiento de Richard Strauss que este año 2014 se conmemora. La visita se realizaba con Kirill Petrenko, el nuevo director titular de la ópera bávara, al frente. Ya nos habíamos referido anteriormente a su buen hacer, precisamente con el estreno de otro título de Strauss en Múnich, La mujer sin sombra del pasado diciembre. Petrenko va reclamando un hueco entre las grandes batutas de hoy por méritos propios, sin estridencias, con un gesto auténtico, con personalidad genuina y con un entendimiento con su orquesta de los que se dejan notar. No dan puntada sin hilo en Múnich y Petrenko parece llamado a deparar grandes recreaciones desde su foso. Su dirección de este Ronsekavalier fue un dechado de virtudes. Partiendo de unos tiempos muy acelerados, vibrantes, siempre teatrales, incluso levemente atropellados por momentos, Petrenko lograba resaltar ese tono de vodevil y humoresque, mezcla de decadencia y vanguardia, que Strauss supo compendiar tan bien en esta inspiradísima partitura. Su concertación vocal fue intachable, destacando una vez más su capacidad para extraer de esa virtuosa orquesta un sonido brillante y compacto, capaz de epatar por sí mismo.
La finlandesa Soile Isokoski es una de esas grandes sopranos que sin embargo han labrado su trayectoria en un segundo plano, desde el buen hacer y la modestia, lejos de los focos y las portadas pagadas a golpe de cheque por las agencias de representación y marketing. Como en su día Tomowa-Sintow o en nuestros días Stoyanova, Isokoski ha firmado así una carrera intachable, que ya va tocando a su fin, mimando un repertorio importante pero bien ceñido, sin necesidad de estridencias. Isokoski, por resumirlo en pocas palabras, posee un material de cualidades prácticamente idénticas a las de nuestra desaparecía Pilar Lorengar, con una personalidad reconocible. Su Mariscala fue una suma de clase, elegancia, irreprochable emisión, segura afinación y firmeza técnica. La posibilidad de escuchar a una cantante con su trayectoria mostrando tal seguridad, tal madurez y tal capacidad técnica para regular el sonido que produce, tan bien ligado al texto, es siempre una de esa experiencias que se aplauden con franca gratitud, como cada vez que escuchamos a Mariella Devia. No cabe pedir más si a todo ello sumamos además la capacidad mostrada por Isokoski para recrear su parte con personalidad y magnetismo, con una elegante serenidad.
Sophie Koch ha conseguido asentar una recreación intachable de la parte de Octavian. Su timbre, a pesar de un agudo a veces más acerado que brillante, es ideal para esta partitura, con esa coloración oscura y esa fonación madura. Sostiene con solvencia el lirismo de sus intervenciones con la Mariscala y con Sophie, abundando Koch además en un énfasis de lograda comicidad en sus encuentros con Ochs. Nos gustó mucho el espléndido Ochs del británico Peter Rose. Si bien el instrumento no es el de un bajo profundo sino más bien el de un bajo barítono con un grave muy solvente, eso no impidió que hiciera una recreación impecable de este difícil papel, tantas veces maltratado por bajos entrados en años, con un material gastado y una emisión sucia y socarrona. Peter Rose suma altas dosis de elegancia, insinuación y comicidad a una ejecución vocal brillante. A pesar de tratarse de una versión en concierto, supo dar una espléndida vis teatral a su presencia sobre las tablas del escenario parisino.
La soprano Christiane Karg sustituía como Sophie a la inicialmente prevista Mojca Erdmann y lo cierto es que su actuación fue una gratísima sopresa, tanto por la valía de su material, lírico, hermoso y bien timbrado, como por la limpieza de su linea vocal, cuidada y solvente en toda la extensión. Muy irregular el tenor italiano de Wookyung Kim, en sustitución del inicialmente previsto Celso Albelo. El desempeño de los demás comprimarios, varios de ellos habituales en pequeños papeles en Múnich, osciló entre lo intachable (Martin Gatner como Faninal) y lo mejorable (Heike Grötzinger como Annina).
Foto: Wilfried Hösl
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