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Crítica: Kerem Hasan y Edgar Moreau con la Sinfónica de Galicia

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Autor: Julián Carrillo Sanz
2 de febrero de 2022

El director Kerem Hasan y el violonchelista Edgar Moreau interpretan obras de Dvorak, Buide y Shostakóvich con la Sinfónica de Galicia

Kerem Hasan

Llegar, mantenerse, volver

Por Julián Carrillo Sanz | @Quetzal007
La Coruña, 28 y 29-I-2022. Palacio de la Ópera, Orquesta Sinfónica de Galicia. Programa: Fernando Buide del Real,  Tropos; Antonín Dvořák,  Concierto para violonchelo y orquesta en si menor, op. 104; Dmitri Shostakóvich, Lady Macbeth de Mtzensk (suite sinfónica de James Conlon). Edgar Moreau, violonchelo, Kerem Hasan, director.

   Las tres obras que componían el programa de la OSG para el último fin de semana de enero hacen bueno el viejo aforismo popular «lo difícil no es llegar sino mantenerse». Lo que, llevado al campo de la música contemporánea, se podría traducir como «Lo difícil no es estrenar [que lo es y mucho] sino que la obra estrenada se vuelva a tocar.»

Llegar…

   Hace ya más de doce años, con ocasión de presentar un concierto monográfico sobre la obra de Fernando Buide (Santiago de Compostela, 1980, decíamos que sus obras tienen un denominador común: son obras para ser oídas. Algo que suena a perogrullada pero que olvidaron tantos compositores del s. XX que tuvieron la, «llamémosle virtud», de hacer huir de las salas de concierto a buena parte del público.

   Tropos, estrenada el 10 de enero de 2008 por la Real Filharmonía de Galicia, es una breve obra muy representativa de la música de Buide en el momento que la escibió y que usando un calificativo de andar por casa llamé en su momento «música de panadería». Un trabajo hecho de pequeñas y sencillas verdades cotidianas, al alcance de todo el mundo y que todo el mundo necesita. Una música prácticamente gestual, que nace de elementos sencillos: más esbozos que temas –como las cuatro notas en que se basa la primera sección de la obra-, apenas unos trazos rítmicos o melódicos muy elementales. O sea, esenciales; como pequeñas gotas de música. 

   Tras la sólida técnica compositiva de Buide no es difícil vislumbrar un objetivo primario, epicúreo, de regalarnos el oído y, finalmente, tampoco se sustrae al objetivo final de la música: hacernos sentir emociones. Y esas que antes llamábamos pequeñas gotas de música, perfuman el horno donde se cuecen las emociones más limpias. Desde entonces, Buide ha ido creciendo sin pausa, como demuestran los estrenos de obras como Fragmentos del Satiricón, premio BBVA – AEOS en 2013, su Concierto para órgano y orquesta estrenado por la OCNE en 2020 y sus óperas La amnesia de Clío (2019) y  A sombra de Cristal (2021). Hasan hizo al frente de la OSG una lectura correcta pero algo fría.

…mantenerse…

    El Concierto para chelo de Dvořák, una de sus obras maestras «americanas» junto a la Sinfonía desde el Nuevo Mundo y el Cuarteto americano, llegó y se mantuvo. Desde su composición en 1895 fue un éxito inmediato y se instaló como un (o casi el) concierto de referencia. Y ahí sigue desde entonces. Edgar Moreau lo tocó el viernes con una corrección extrema, una cierta frialdad -característica esta última que fue menor en el  Adagio ma non troppo- y un hermoso sonido algo difícil de apreciar cuando no se proyecta bien y/o el solista es arrollado por el exceso de decibelios propiciado desde el podio, como fue el caso de Kerem Hasan en ese concierto. 

   Esto pareció algo evidente en el Allegro inicial y fue disminuyendo según avanzaba el Adagio en el que el chelo fue acompañado con algo más de consideración dinámica por Hasan. Como de costumbre, fueron más que notables las intervenciones de los solistas de viento-madera. El tercer movimiento, Allegro moderato, fue brillante en su conjunto aun con parte de las características dinámicas ya comentadas. Moreau regaló como propina la Sarabande de la Suite número 3 para violonchelo solo, BWV 1009 de Bach, con una versión muy adecuada en estilo en la que el violonchelo llegó con bastante más presencia a todo el recinto del Palacio de la Ópera. La duda sobre si  «no se proyecta bien y/o el solista es arrollado por el exceso de decibelios» se inclinó hacia la segunda posibilidad.

…y volver

   Volver una y mil veces, como tuvo que hacer Shostakóvich. Lady Macbeth está en el origen de los conocidos problemas del compositor ruso con la férrea censura y control del régimen soviético en los años de Stalin, quien asistió a una de las funciones de su presentación en el invierno de 1934. Rápidamente el diario oficial Pravda publicó un editorial, Embrollo en vez de música, que usando términos y argumentos musicales, en realidad arrasaba con la obra por su simpatía hacia la protagonista y por considerar que justificaba los asesinatos cometidos. 

   Ese artículo era la respuesta moralista de un régimen que se veía retratado en la obra pese a que Shostakóvich la databa en los años del imperio zarista. Lady Macbeth fue causa de la caída en desgracia de su autor, que no pudo continuar su proyecto de una gran tetralogía sobre la situación de la mujer en diferentes épocas de la historia de Rusia y de alguna manera se vio obligado a contener las alusiones de su música al régimen dictatorial soviético. Así las cosas, su vida fue un continuo «llegar, caer y volver» en un tobogán de exclusiones y retornos. 

   La suite de Conlon –o lo que es más acertado, su transposición a orquesta- mantiene toda la fuerza dramática de la ópera original. Frente a la alteración cronológica habitual de las suites que tienen como origen óperas o ballets, Conlon se ha limitado en ese aspecto a iniciarla con la grandiosa dureza de la escena final. En cuanto a las modificaciones de la partitura, ha mantenido casi intacta la parte orquestal, sustituyendo voces por solos instrumentales. En este campo hay que destacar la gran actuación, una vez más de todas las secciones y solistas de la OSG, en la que se incluye la de la concertino invitada, Joanna Wronko.

   La versión de  Hasan al frente de la Orquesta Sinfónica de Galicia mantuvo el dramatismo desde el inicio logrando ese sonido que en sus propias palabras «grita, atormenta y repele». Una lectura correcta, pues, con bastante de la tensión que requiere la obra pero de forma algo mecánica y menos orgánica de lo que cabe esperar del dramatismo de la ópera original. 

Foto: Web Hasan

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