Crítica de Raúl Chamorro del oratorio La Creación de Haydn con la Orquesta y Coro Nacionales de España , bajo la dirección musical de Kent Nagano
Nagano y la Orquesta Nacional, garantía de calidad
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 26-IV-2024, Auditorio Nacional. La Creación, Hob. XXI:2 (Franz Joseph Haydn). Marie-Sophie Pollak, soprano (Gabriel/Eva), Christoph Prégardien, tenor (Uriel), Simon Bailey, bajo (Rafael, Adán). Con la intervención de Marta Caamaño, contralto. Coro Nacional de España. Director: Miguel Ángel García Cañamero. Orquesta Nacional de España. Dirección: Kent Nagano
Un Joseph Haydn en plena madurez, ya en la sesentena, sin la presión de la servidumbre a la familia Esterházy e impresionado por la escucha en Londres de los oratorios de Händel, se dispone a crear una obra que gane la inmortalidad, la trascendencia y le asegure la gloria eterna. No sólo, por supuesto, la mera pervivencia a futuro de su creación musical, también y en gran medida, la gloria espiritual eterna desde la perspectiva de un hombre profundamente religioso.
Desde luego, que Haydn consiguió todo ello con el oratorio sacro La Creación, una de las más grandes composiciones sinfónico-vocales de la historia y una absoluta cumbre musical paradigma del clasicismo vienés. En ella se aprecia la Fe conciliadora, reconfortante y optimista del músico, que se combina con una firme convicción del poder trascendental de la música para elevar, engrandecer y sublimar a la humanidad. Con ello, el gran músico conjuga, en cierto modo, su creencia en la Fe revelada con la religión de la razón y su hondo humanismo, propios de la Ilustración. Tres arcángeles, Gabriel, Uriel y Rafael nos relatan la creación de la humanidad desde el caos, la inmensa belleza de la misma, de la Naturaleza y los seres vivos y cómo no, del ser humano, que protagoniza la tercera parte, Adán y Eva en el Paraíso.
La dirección de Kent Nagano apeló a la excelencia desde la genial representación del caos de la introducción, con sus audaces armonías, hasta la forma grandiosa en que expuso el acorde que evoca la creación de la luz con coro y orquesta al máximo de su vigor. Nagano y una magnífica e inspiradísima Orquesta Nacional construyeron sobre la primorosa transparencia, las diáfanas texturas orquestales y el refinamiento tímbrico. Impecable, asimismo, la concertación, el sentido del equilibrio y la capacidad para expresar los contrastes tímbricos, efectos orquestales y elementos evocadores y descriptivos de la partitura, por parte del director californiano. Todo el mensaje de fraternidad, tolerancia y hondo humanismo de esta obra maestra fue apropiadamente plasmado por un Nagano que demostró, una vez más, la especial relación que mantiene con la Orquesta Nacional con otro estupendo concierto, que se une en altas calidades a The Bassarids de Henze de 2018 y el de 2021 dedicado a Messiaen y Fauré.
Espléndida prestación del Coro Nacional de España, empastadísimo, intenso, rotundo, y con capacidad dinámica. Su prestación resultó magnífica, tanto en los pasajes de efusivo lirismo como en los grandiosos. Fue muy ovacionado.
La soprano Marie-Sophie Pollak de voz corta y muy justa de presencia sonora, fraseó con gusto y musicalidad, además de exhibir buena coloratura, pero arriba no tiene nada y no pudo evitar abundantes sonidos fijos que afearon su canto. El paso del tiempo ha hecho mella en el timbre del tenor Christoph Prégardien, ya muy desgastado, y aunque permanece su fraseo bien torneado, el sonido se quedó casi siempre en el escenario. El bajo Simon Bailey, falto de anchura y contundencia, acreditó, sin embargo, extensión hacia la zona grave con algunas notas sólidas en dicha franja. Intencionado su fraseo y consistente su línea de canto, que se sumó a la finura de la soprano en el hermosísimo Dúo de Adán y Eva de la tercera parte. El público, que llenaba la sala sinfónica del Auditorio Nacional, ovacionó con calor, certificando un gran éxito.
Fotos: Rafa Martín / OCNE
Compartir