Crítica: La "Séptima" de Mahler por Carlos Kalmar y la Orquesta de RTVE

MAESTRO KALMAR

Por Gonzalo Lahoz
29/01/15 Madrid. Teatro Monumental. Temporada de la OCRTVE. Mahler: Séptima sinfonía. Orquesta de RTVE. Carlos Kalmar, director.

   No es la Séptima sinfonía el Mahler más sencillo, ni de interpretar ni de escuchar. “La que se nos viene encima”, en palabras del propio Carlos Kalmar, podría ser una acertada definición de la que es sin duda la sinfonía no más árida, pero sí desde luego más desconocida. Una denominada “Canción de la noche” estructurada en cinco movimientos y con un Finale, llamémosle modernista, donde todo vale en el entendimiento mahleriano y de donde todo lo que emana ha de estar medido al milímetro para poder ser comprendido y claro está, disfrutado. Sí en la Quinta sinfonía que abría la temporada pasada pudo desdibujarse en algún momento la estructuración de la línea narrativa entre la confrontación de contrarios, nada se dejó escapar en esta ocasión.

   El arpa y la sombra de José Luis Turina tendrá que esperar para una mejor ocasión, pues aunque estaba previsto escucharla en el mismo programa, lo más acertado fue presentar la Séptima Sinfonía mahleriana en solitario; los tiempos en los que en una misma noche Beethoven presentaba El Tercero de piano, Cristo en el Monte de los Olivos y su Segunda, quedan ya muy lejos de esta sociedad debilitada en lo musical. Así pues, comenzó Kalmar con un Langsam progresivo, con medidas entradas en metales en la exposición del primer tema– digámoslo desde ya: estupendos tuba y  trompeta en sus respectivos cometidos – que fue creciendo en intensidad en el desarrollo, templando con cautela la tendencia al forte del director, hasta alcanzar un conseguido clima de sombría adustez en la reexposición, con esos primeros platillos entre la languidez de los violines que no parecen responder a ninguna lógica, hasta la llamativa coda final.
   Los Nachtmusik resultaron de genuina concepción mahleriana, estival, más cálido el segundo, con guitarra y mandolina, que el primero, con cencerros, al parecer inspirado por la Ronde de nuit de Rembrandt.

En el rondo finale, decía Kalmar que Mahler escribió su música más alegre, dentro de lo que puede entenderse por alegre en el sentir del compositor de Kaliste, y doy por hecho que Kalmar aceptaría que siguiese siendo debatible lo de alegre, con toda la sordidez y todo lo grotesco, con toda la ironía mahleriana, entiendo yo que aquí se alcanza el clímax al volverse a abrir el día tras los dos nocturnos y el scherzo central, que no deja de ser otra concepción de la nocturnidad y la oscuridad. Sea como fuere viene aquí en este movimiento, punto de inflexión, como toda la sinfonía, en el desarrollo musical entre Wagner y Schönberg, la prueba de fuego para cualquier director que se adentre en la Séptima (¿recuerdan la Séptima de Karajan? No, claro, porque nunca la dirigió). Lacónico Kalmar, medido, centrado y con las primeras figuras de la Orquesta de RTVE entregados en sus cometidos, definitivamente, se abrió el día. La noche no es el final, es el paso previo a algo nuevo, con toda la connotación mahleriana que puede establecerse en ello. En este último movimiento Mahler empuja a cualquier orquesta hacia el abismo, a caminar sobre el alambre en un explosivo, colorista desenlace sobre el que los profesores de la RTVE bailaron cuales volatineros, dirigidos por la férrea mano del maestro Kalmar.

Resulta llamativa cuanto menos la última y reciente visita a España del popular Gustavo Dudamel, muy aplaudido en los laureles de la mercadotecnia actual. Mucho tendrían que aprender los aplausos sobre lo que ha de ser una degradación, un contraste de dinámicas, un pulso, una evaluación de tiempos o el discurso de una narración... Pueden empezar escuchando al maestro Kalmar.