Un reportaje de Agustín Achúcarro
La recién estrenada primavera recibe al ya clásico Ciclo de músicos vallisoletanos que organiza Juventudes Musicales de Valladolid. Tres conciertos consecutivos del 21 al 23, desde las 20h, en los que se darán cita en la Sala Delibes del Teatro Calderón de Valladolid músicos que no necesariamente deben ser vallisoletanos, pues basta como condición el que hayan tenido una relación intensa con la ciudad. El día 22 impartirá una charla didáctica Raquel Aller media hora antes del comienzo de la actuación.
El primero de los conciertos correrá a cargo de dos músicos con un presente ya consolidado y un futuro por delante: la violonchelista Amarilis Dueñas y el pianista Diego Rivera. «Juventudes me pidió que les mandara una propuesta de un concierto camerístico y yo pensé que sería interesante actuar con Amarilis, pues nos conocemos desde niños, cantamos juntos en la escolanía de Valentín Benavides, sabía que es una gran músico y no habíamos podido tocar los dos juntos», precisa Rivera. Así que el pianista le propuso a la chelista un concierto en el que la obra central del programa fuera la Sonata para violonchelo y piano, op. 19 de Rachmaninov alegando que «pianísticamente suponía un reto enorme y quería tocarla desde hacía tiempo». A ella le pareció bien e hizo su oferta al completar el programa con la Fantasiestücke op. 73 de Schumann y Le Grand Tango de Piazzolla. Las obras ya estaban sobre la mesa y Rivera sintió que «iba a ser un concierto muy intenso». «Empezamos con Schumann cuya obra está llena de referencias entre las tres fantasías, en las que antes de acabar una se está presintiendo el comienzo de la siguiente», valora el músico.
De todas formas, el caballo de batalla de este concierto es para Rivera la obra de Rachmaninov. «Se trata de una partitura de 1901, cuando el autor salía de su depresión, coincidente en el tiempo con la composición del segundo concierto para piano, que eclipsó un poco el estreno de la sonata. Se ve en ella la oscuridad, con momentos que te arrastra al grave de los instrumentos, con colores muy oscuros, para que después surjan momentos que suben al agudo y haya mucha luz, consiguiendo una belleza extrema, en el que canta muchísimo el chelo, y ahí se ve la lucha del compositor consigo mismo para salir de su situación personal».
Finalizarán el concierto con la obra de Piazzolla. «Queremos acabar de una manera desenfadada», apunta Rivera mientras señala lo siguiente: «A Piazzolla los puristas del tango le criticaban porque no estaban de acuerdo con su manera de escribirlo, con sus disonancias, que pueden provocar una cierta sensación seca, pero que tiene en la parte central momentos muy cantabiles». Una opinión que el compositor argentino respondía de manera categórica, y así lo hace constar el pianista. «Estaba convencido de su estilo y que lo que hacía era música contemporánea de Buenos Aires, pues quería la renovación del tango». Rivera incluso recrea un contexto para esta obra. «Amarilis y yo lo planteamos como entrar en un bar lleno de humo y un ambiente de murmullo, con muchas historias diferentes, que se desarrollan en un mismo espacio».
ElkArt Trío o lo que es lo mismo tres profesores del Conservatorio de Valladolid, Sheila Gómez, violín, Mikel Zunzundegui, violonchelo, y Catalina Cormenzana, piano, se encargarán del segundo concierto del ciclo. A ellos les mueve las ganas de hacer música unidos, hasta el punto de que la pianista comenta que «el nombre de su formación significa juntos en vasco, o sea juntos haciendo arte» en lo que ella califica «como un juego de palabras». Declaraciones que ratifica Zunzundegui. «Tenemos ganas de hacer música, ganas de interpretar». Así que buscan cualquier hueco para sacar adelante sus proyectos. «Intentamos ensayar todas las semanas, pero cuando hay algún concierto ese trabajo se vuelve mucho más intensivo, de hecho nos podemos pasar tres horas con un movimiento tranquilamente», afirma Gómez. «Bueno, a ver,-matiza el chelista- también influye la situación personal, pues a veces uno está más agobiado y quiere hacerlo todo más rápido, mientras que otro necesita que en ese momento vayamos más tranquilamente». La cuestión estriba en lo que apunta Cormenzana. «La concepción inicial que tenemos no es la misma y la vamos construyendo juntos, sin que prime la idea de uno sobre las de los otros». A lo que la violinista añade que «incluso a veces echan de menos a alguien que diga lo que hay que hacer, que actúe como un director».«Aunque- reconoce Gómez- lo cierto es que discutimos las ideas de cada uno, lo pensamos, y tomamos decisiones en conjunto».
Disquisiciones sobre las que pone punto final la pianista. «Siempre que haces música con otras personas tiene que haber una química y un respeto, que te guste lo que te proponen los demás y que funcione». ElkArt Trío se han decantado por el Piano trío, nº1, op. 1, en mi bemol mayor de Beethoven y el Piano trío, nº1, op. 8, en si mayor de Brahms. «En la obra de Beethoven la participación del chelo es todavía muy discreta», subraya Cormenzana, a lo que Zunzundegui añade su visión al respecto: «En Beethoven el chelo dobla muchas veces la mano izquierda del piano, mientras que en Brahms canta más, sobre todo en las melodías lentas, y adquiere el mismo protagonismo que pueda tener el violín». La pianista corrobora lo dicho por su compañero. «En Brahms la labor de los tres instrumentos está muy equilibrada y en Beethoven no tanto y esto puede dar una falsa impresión sobre la dificultad que entrañan ambas obras». «Para mí -confiesa Gómez- parece más sencillo Beethoven que Brahms en relación a aspectos técnicos, y siempre te encuentras que la primera lectura resulta aparentemente muy fácil, pero que luego no lo es tanto, pues hay que crear música con un clasicismo en el que es muy difícil mantener la limpieza de los golpes de arco, del sonido en general». Valoración de la violinista que recibe el apoyo de Zunzundegui. «Ocurre igual en el chelo, que aparentemente puede parecer fácil pero que resulta muy complicado, porque tienes que doblar con precisión el sonido del piano».
Sheila Gómez retoma la idea de lo que supone la obra de Brahms. «Es como un maratón, físicamente duro, por lo que exige una gran capacidad de concentración». Palabras que enfatiza la pianista. «Su arquitectura es tremenda, por lo que tienes que constantemente conseguir que no se te caiga o que no suene todo acelerado». Violonchelista y pianista asumen como suyas las palabras en torno a este concierto de la violinista. «Tocar es para nosotros algo muy especial pues supone añadir muchas horas extra a nuestro trabajo como profesores, por eso en un concierto de este tipo te involucras al cien por cien y lo das todo, y aunque acabes agotado merece mucho la pena».
El último de los conciertos lo protagonizarán el contrabajista Ximo Clemente y el pianista Álex Ramírez. El primero, contrabajo de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, es un intérprete que emana música por cada uno de los poros de su piel y el segundo es un músico de contrastada calidad. «Tocamos un programa clásico, formado por obras maestras de Bach, Mozart y Schubert, y una pequeña joya para el contrabajo, originalmente escrita para viola de gamba, concretamente la Sonata en do mayor de Abel (interpretan transcripciones para contrabajo)» reseña un Clemente convencido de que «este concierto supone un reto para él» al considerar que «tiene el compromiso de alcanzar un nivel que le permita expresar correctamente estas obras con el contrabajo». «Tocar la Sonata K 304 en mi menor de Mozart y la Sonata para Arpeggione y piano, D. 821 de Schubert con Alex es para mí una gozada, pues es un músico muy bueno, lleno de talento», exclama Clemente.
Un concierto que pone a prueba las cualidades expresivas del contrabajo algo a lo que no es ajeno el intérprete. «Me lo planteo como un reto, pues supone muchas horas de esfuerzo; hay que tener la capacidad de ponerse en el lugar de un observador y mostrase muy crítico con lo que haces sin que eso te haga perder la frescura». Y la clave de eso está para Clemente «en conocer muy bien las piezas para poder desarrollarlas con el contrabajo». El músico es consciente de que «si bien el contrabajo no es tan camerístico como otros instrumentos», algo que en parte lo achaca a que «no se ha desarrollado esa práctica lo suficiente», no deja de poseer grandes cualidades. «Abarca un registro muy amplio, lo que le permite dar notas muy graves y muy agudas, por lo que puede ser un tenor, un barítono o una contralto en muchos momentos, y estas características son las que más me llegan del contrabajo», concluye el contrabajista co-principal de la Orquesta de Cámara de Holanda.
Foto: ElkArt Trío
Compartir