Magda Ruggeri Marchetti
Bolonia. Auditorio Manzon. 17-II-2020. Temporada Sinfónica del Teatro Comunale. Ouverture de Le creature di Prometeo de Ludwig van Beethoven. Concerto per violino e orchestra n.3 in Sol maggiore k.216 de Wolfgang Amadeus Mozart. Sinfonia n.6 in Fa maggiore op.68 Pastorale de Ludwig van Beethoven. Orquesta Filarmónica del Teatro Comunale de Bolonia. Director y solista: Julian Rachlin.
En la ejecución de los conciertos de la Temporada Sinfónica de 2020 se alternan la Orquesta y la Filarmónica del Teatro Comunale. Nacida esta última en 2008, se impuso rápidamente con éxito colaborando con prestigiosos solistas. Desde 2014 tiene a Hirofuni Yoshida como director artístico y efectúa una gira anual en Tokio, Yokohama y Kyoto. Abierta a todas las formas de colaboración artística, se destaca por el compromiso social, celebrando conciertos de beneficencia en todo el territorio italiano.
En esta ocasión ha dirigido la orquesta Julian Rachlin, violinista, violista y uno de los músicos actuales más brillantes. Nacido en Lituania, emigró a Viena donde ha estudiado. Como solista se exhibido con las orquestas más prestigiosas y recientemente ha destacado como director en los escenarios internacionales. La velada ha comenzado con la Obertura de Las criaturas de Prometeo, el único balet compuesto por Beethoven en 1800 con la coreografía de Salvatore Viganó. El libreto original se ha perdido, mientras se conserva el programa de la primera representación, que tuvo lugar en Viena en 1801. De la música de este «gran baile heroico alegórico» solo la Obertura ha sobrevivido como pieza de concierto y es la primera de las oberturas compuestas por Beethoven, que se resiente de la influencia de Cimarosa y de Mozart, pero la cadencia inicial del breve Adagio, que prepara la apertura melódica sucesiva, recuerda la Primera sinfonía. Es una composición vivaz y brillante, muy agradable al oído, que la Filarmónica ha ejecutado con gran competencia.
En el Concierto para violín y orquesta de Mozart, el maestro Rachlin se ha exhibido también como solista, obteniendo un éxito personal y demostrando gran capacidad técnica e interpretativa. Compuesto en 1775, en el breve pero prodigioso periodo juvenil del Mozart violinista, comprende tres movimientos según el estilo de Vivaldi. Inicia con un Allegro lleno de inventiva y energía en el que la orquesta, enriquecida por los violines, prepara la entrada del solista. El segundo movimiento, Adagio, presenta momentos de gran conmoción, obtenida también sustituyendo los dos oboe con dos flautas y con los arcos en sordina. Finalmente el Rondeau se distingue por los cambios imprevisibles, mientra se reservan al solista las partes más brillantes. La conclusión es en sordina: no se la deja al violín, sino al susurro de los oboe y de las trompas. Rachlin ha dado una prueba brillante, manteniendo siempre una proporción equilibrada entre la exposición orquestal y la solista. El público ha mostrado su entusiasmo ovacionando al violinista, que ha tenido que conceder dos bis como solista.
En la segunda parte del concierto se ha ejecutado la Pastorale, compuesta por Beethoven entre 1807 y 1808 en un periodo en el que su existencia, profundamente insidiada por la sordera y por las asfixiantes convenciones de la sociedad vienesa, se refugia en la naturaleza vista como espacio liberatorio de todos sus agobios. De aquí el contraste que caracteriza la Sinfonía entre la actualidad y el pasado, entre el realismo del presente y la ficción del mundo pastoril. Consciente de que su intento de fundir el estilo antiguo con el moderno no habría sido fácil de comprender, en el manuscrito utilizado para la primera ejecución, efectuada en Viena en diciembre de 1808, añade la definición, hecha célebre, «Sinfonía pastoral, más expresión del sentimiento que pintura». Está articulada en cinco movimientos, pero en efecto la estructura se percibe como dos partes diferentas, la primera constituída por dos movimientos iniciales, la llegada a la campiña y el arroyo, y la segunda formada por los tres restantes en un recorrido narrativo único.
Siguiendo la lectura dinámica y brillante del maestro Rachlin, los músicos, con gran sensibilidad y valorizando cada uno el propio instrumento, han transmitido el goce del hombre ante el campo y la fuerza liberadora del arroyo que corre entre los arbustos, por el cual, oyendo el murmullo del agua, el rumor del viento, el canto del ruiseñor (flauta), a los que responden la codorniz (oboe) y el cuco (clarinete), se pierden en una profunda estasis. Con la misma maestría en el Allegro han plasmado la alegría de los campesinos que se reúnen y bailan. La danza se hace cada vez más frenética hasta que se ve interrumpida por el siniestro retumbar del trueno, que anuncia la llegada de la tempestad. La tormenta estalla con violencia y los hombres, ante el aterrador desencadenarse de la naturaleza, experimentan angustia y desamparo. El vendaval se atenúa hasta finalmente calmarse y un sentimiento de gratitud y felicidad, casi coral, se eleva hacia la Divinidad que ha alejado el peligro.
También al final de la velada el público ha aplaudido a toda la orquesta ovacionando al director.
Compartir