Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 16-12-2016, Auditorio Nacional. Temporada Orquesta y Coro Nacionales de España. Carl Reinecke: Concierto para flauta en re mayor; Joseph Haydn: La creación. Emmanuel Pahud, flauta. Berit Solset (soprano), Agustín Prunell-Friend (tenor), José Antonio López (barítono). Orquesta y Coro Nacionales de España. Director: Juanjo Mena.
Carl Reinecke (1824-1910) es más conocido por su labor docente y la ilustre lista de músicos de los que fue profesor, que por sus composiciones, que rara vez se interpretan, ni en las salas de concierto, ni en los teatros, pues también cuenta con algunas óperas en su catálogo. Albéniz, Bruch, Janacek, Grieg, Delius… serían algunos de los nombres de esa prestigiosa lista de sus alumnos. Por su parte, el extraordinario flautista Emmanuel Pahud, solista de la Berliner Philarmoniker desde los 22 años de edad, está paseando y dando a conocer por el Mundo el repertorio menos conocido para dicho instrumento. En esta ocasión y como primera parte de este concierto del coro y la orquesta Nacional de España, el artista Ginebrino interpretó el concierto para flauta en re mayor, opus 283 del ya citado Reinecke, una apreciable partitura de sus últimos años, que se vió, además, realzada por el gran talento de Pahud, todo un virtuoso. Con un sonido pletórico de riqueza, brillo y penetración tímbrica, una técnica solidísima y una enorme musicalidad, expuso los dos primeros movimientos con un fraseo aquilatado y exquisito, para demostrar en el último, más virtuosístico, toda su inmensa destreza y dominio del instrumento. Deslumbrante resultó también la interpretación de la generosa propina Mozartiana con la que correspondió a las ovaciones del público. Serio, solvente y colaborador fue el acompañamiento de Juanjo Mena y la Orquesta Nacional en ambas piezas.
Desde que el coro acomete Es werde Licht! (¡Hágase la luz!) en ese fortísisimo orquestal que pone fin a la tenebrosa introducción, la luz invade la monumental Die Schöpfung (“La creación”) de Haydn. Esa luz de la Ilustración, del humanismo, de la razón, de la que Haydn es uno de los más conspicuos representantes en el campo de la música. Y esa luz presidió en todo momento la labor de Mena, en una interpretación muy bella de la obra, con un sonido siempre pulido, transparente, perfectamente equilibrado, nunca pesante. Quizás faltó ese toque del genio, un punto de transcendencia, pero su trabajo fue serio, minucioso, cuidado y tan bien organizado como contrastado; medido en el acompañamiento, de una impecable factura musical y sentido de las proporciones al frente de una orquesta nacional a magnífico nivel. En el irregular terceto vocal destacó la soprano noruega Beris Solset de modestos medios vocales en cuanto a volumen y extensión, pero con un timbre cristalino y que fraseó con gusto, naturalidad, estilo y musicalidad, más allá de un puñado de sonidos fijos que afearon su interpretación. La muy limitada voz tenoril de Agustín Prunell-Friend, tan blanquecina como linfática y de escasa proyección, sostuvo un canto que osciló entre lo blando y lo petulante. Por su parte, el barítono José Antonio López lució el material vocal más caudaloso y resonante del terceto, pero resultó el menos adecuado estilísticamente con su emisión dura, hueca y nasal; así como modos plebeyos y fraseo vibrante pero desaliñado. Magnífico el coro nacional dirigido por Miguel Angel García Cañamero. Empastado y sonoro, pero al mismo tiempo, dúctil y calibrado, capaz de matices y de recogerse en apreciable canto piano.
Fotografía: Jorge Alvariño/Codalario [se prohibe su uso sin expreso consentimiento de Codalario]
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