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Crítica: Juan Diego Flórez en el Teatro Real

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Autor: Raúl Chamorro Mena
20 de septiembre de 2024

Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto ofrecido por Juan Diego Flórez en el Teatro Real de Madrid

Juan Diego Flórez en el Teatro Real

Gran labor social y Flórez eterno ídolo del público madrileño

 

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 19-IX-2024, Teatro Real. Juan Diego Flórez en concierto. Obras de Vincenzo Bellini, Gaetano Donizetti, Matteo Salvi, Giuseppe Verdi, Charles Gounod, Jazques Offenbach, Ruperto Chapí, José Serrano, Pablo Luna, Reveriano Soutullo y Juan Vert, Gerónimo Giménez, Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Ángel Cabral, Chabuca Granda y Giacomo Puccini. Orquesta Juvenil Sinfonía por el Perú. Dirección musical: Ana María Patiño-Osorio. 

   La organización sin ánimo de lucro Sinfonía por el Perú impulsada y liderada por el tenor Juan Diego Flórez realiza una fascinante labor social con niños en situación de vulnerabilidad. A través de la enseñanza de la música, se les inculcan valores fundamentales para su formación artística y también personal, como ciudadanos de una colectividad. Una vez más, la música, ese maravilloso lenguaje universal, se demuestra como de lo mejor que ha creado el ser humano. 

   La formación principal de esta organización es su Orquesta juvenil Sinfonía por el Perú y va a acompañar a su líder y valedor en una gira por Europa que comenzaba con el concierto que aquí se reseña en el Teatro Real de Madrid. 

   Aunque sólo ha interpretado una ópera representada, El barbero de Sevilla en 2005, junto a otras en versión concierto, el tenor peruano –indiscutible estrella tenoril de los últimos años- ha ofrecido muchos recitales no sólo en el Teatro Real, también en otros recintos madrileños como el Teatro de la Zarzuela y el Auditorio Nacional. Todos ellos saldados con gran éxito. 

   Desde luego, en los tiempos que corren para la lírica, hay que valorar una carrera de casi tres décadas como la del peruano, habiéndose convertido en una referencia moderna en repertorio Rossiniano. 

   Actualmente, Flórez, si bien debutó el Orestes de Ermione en Pesaro este pasado mes de agosto, aborda repertorio claramente romántico con incursiones en Verdi, Opera Lyrique francesa y hasta Puccini.  

   Un repertorio que requiere un centro más consistente que el de un tenor contraltino rossiniano, que es la vocalidad genuina de Flórez. Su volumen siempre fue limitado, pero lo compensaba con brillo y punta, que han desaparecido en esa búsqueda por ganar cuerpo en el médium y por la erosión de los años de trayectoria y esos papeles más dramáticos que ha encarnado.

   Actualmente, Flórez presenta un timbre claramente desgastado, con un centro sordo y hueco, unos agudos que siguen estando, pero cada vez más forzados, sin punta y limitada expansión. El volumen aparece muy mermado con muy justa presencia sonora. 

   El programa fue indudablemente generoso, con partes dedicadas a la ópera italiana, la francesa y nuestra Zarzuela. Piezas, prácticamente todas ellas, que piden un primo tenore romántico, una voz de mucho más calibre, volumen y sonoridad que la escuchada en el recital. 

   El peruano comenzó bien con un aria que interpretó la primera vez que le escuché en vivo en Julio de 2002, Teatro Rosalía de Castro, de La Coruña. La muy bella aria de Tebaldo de I Capuleti e I Montecchi “È serbato a questo acciaro” y cabaletta subsiguiente “L’ amo tanto” en la que Flórez puso en valor la inspirada melodía Belliniana, así como su impecable estilo y un sobreagudo de buena factura. 

Juan Diego Flórez en el Teatro Real

   La gran escena de la prisión de Roberto Devereux atesora fibra dramática, pide canto de altos vuelos y un tenor de mayor fuste que el peruano, que, sin embargo, demostró su clase belcantista en el ataque en pianissimo del sublime cantabile “Come un spirto angelico” y su legato de factura. Sin embargo, en la cabaletta “Bagnato il sen di lagrime” faltaron arrojo y acentos más vibrantes, además de resultar tapado por la orquesta en toda la parte final.

   En 1881 Matteo Salvi, a la sazón antiguo alumno de Gaetano Donizetti, terminó, junto a otros compositores, la ópera inacabada Le duc d’alba, un encargo de la ópera de París al bergamasco, que no cristalizó. El aria del tenor fue reutilizada por Donizetti como el “Ange si pur” o “Spirto gentil” de La Favorita, con lo que Salvi compuso una nueva, la inspirada “Angelo casto e bel” grabada por tantos y tantos tenores. A pesar de ello, se suele anunciar como aria de Il Duca d’Alba de Donizetti. Es la primera vez que la veo en el programa como aria de Matteo Salvi y, efectivamente, es así. Indudable el buen legato con el que Flórez delineó el aria, complicada por sus largas frases, aunque la culminó con un agudo fallido, apretado y sin expansión, que el tenor cortó abruptamente.   

   Jérusalem (París, 1847) es una adaptación de I Lombardi alla prima crociata en formato Grand Opera, con lo que Giuseppe Verdi añadió una buena parte de música nueva a la ya existente de la citada ópera. El aria “Je veux encore entendre” contiene la misma melodía que el aria de Oronte “La mia letizia infondere”. La versión de Flórez resultó desvaída, ayuna de carne vocal y sin el más mínimo carácter verdiano con un recitativo previo plano y sin acentos. 

   La ópera francesa abrió la segunda parte con el aria de Romeo de Gounod “Ah, lève-toi soleli” expuesta por el protagonista del recital con corrección y estilo, pero un tanto inane de expresión y efusión lírica, así como lineal en cuanto a fraseo. El agudo final tampoco brilló especialmente. Flórez expuso, a continuación, con buen gusto y su particular comicidad, que, sin duda, llegó al público, “Au mont Ida” de la opereta La belle Helène de Offenbach.  

   Hay que agradecer a Juan Diego Flórez el generoso bloque dedicado a la Zarzuela, que vino a continuación, por lo que supone para la difusión del género, a lo que se suma el disco dedicado al mismo con la misma orquesta juvenil Sinfonía por el Perú. Desenvuelto se mostró el peruano, más afín a la ligereza de “Al mismito Rey del moro” de La alegría del batallón de José Serrano. En “Paxarín tú que vuelas” de La Picara molinera de Pablo Luna se escucharon bellos momentos de canto piano, musicalidad y de abandono lírico, al igual que en “Bella enamorada” de El último romántico de Soutullo y Vert. Sin embargo, la primera pieza adoleció de falta de ardor y la segunda de demasiado amaneramiento. 

   Una versión de Granada excesivamente sacarosa puso punto final al programa oficial. 

Juan Diego Flórez en el Teatro Real

   La labor social impagable que contiene la orquesta Juvenil Sinfonía por el Perú, el placer de ver tanto músico exultantemente joven, se imponen a cualquier crítica puntillosa. Los lógicos nervios se apreciaron en la inicial obertura de Norma, pero se escuchó más asentada a la agrupación, bajo la dirección de la colombiana Ana María Patiño-Osorio, en la introducción a la escena del tenor en Roberto Devereux y en una digna obertura de La Forza del destino. A destacar en ambas la buena prestación del clarinete solista, así como de la violinista concertino en la romanza de La pícara molinera. Muy animado el galop y can-can de Orfeo en los infiernos. Muy entregada –y conocedora- resultó la orquesta en nuestra música más representativa, con un apreciable preludio de La Revoltosa y un eléctrico intermedio de La boda de Luis Alonso de Gerónimo Jiménez, que el público saludó con una gran ovación.  

   En el capítulo propinas y después de un intenso programa, Flórez empuñó la guitarra, como es habitual, y paladeó “Paloma querida” de José Alfredo Jiménez y el vals peruano de Ángel Cabral “Amor de mis amores”, tantas veces versionado, destacando entre ellas La Foule de Edith Piaff.

   Después de una pieza orquestal -El condor pasa- interpretado por la orquesta, Flórez abordó, como tantas veces, “La flor de la canela” de Chabuca Granda, esta vez con un arreglo orquestal un tanto extraño. Para finalizar el inevitable y manoseado “Nessun dorma” de Turandot de Puccini, pieza en las antípodas de las posibilidades vocales del tenor peruano antes y ahora. Me pareció escuchar la genial aria de Puccini cantada detrás de dos puertas.

   Gran éxito que certifica que el idilio entre Juan Diego Flórez y el público madrileño continúa. 

Fotos: Javier del Real / Teatro Real

 

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