Joyce DiDonato. Drama Queens. Il Complesso Barocco. Violín y dirección: Dmitry Sinkovsky. Madrid, Teatro Real, 8-3-2013
Joyce DiDonato debutó en el Teatro Real de Madrid en el año 2001 como protagonista de La Cenerentola cuando era una desconocida. Incluso intervino en el segundo reparto. Después de regresar con el compositor de Ariadne auf Naxos, el Octavian de Rosenkavalier y el Idamante de Idomeneo, además de interpretar un recital con Christophe Rousset, comparecía ya en su status de diva de la actualidad, con un concierto dedicado a las reinas del repertorio barroco, que forma parte de una gira por diversas ciudades españolas y que sirve, asimismo, de presentación de su último disco.
La simpática y extrovertida cantante estadounidense, que se anuncia como mezzosoprano, aunque sus medios vocales son clara y nítidamente sopraniles, atesora unas cualidades indiscutibles, pero en opinión del que firma estas líneas, no justifica esa posición de diva, o al menos no al nivel que antaño debía acreditar una artista que llegaba a ese Olimpo del canto. Desde el punto de vista de la calidad intrínseca del instrumento vocal, de las cualidades del sonido, el timbre no destaca ni por su belleza, ni por su singularidad, más bien incoloro y gutural, falto de pulpa, de grano, de redondez y de riqueza armónica, además de débil y desarmado totalmente en el grave. Fraseando, la intérprete es correcta, musical, elegante e intachable desde el punto de vista estilístico, pero monótona, ayuna de variedad y contraste, lo que se hace especialmente evidente en un recital solista.
Todo ello se puso de manifiesto en piezas como "Disprezzata regina" de L'incoronazione di Poppea, cuya tesitura incomodó a DiDonato, que mostó ese grave desguarnecido, abierto y bronco y la falta de la expresividad requerida por el recitado dramático monteverdiano. Cualquier comparación aquí con una versión como, por ejemplo, la de Janet Baker, resulta imposible. Tampoco borró el recuerdo de una Caballé en un fragmento como "Sposa son disprezzata" de Giacomelli, que tanto prodigaba en sus recitales, o el de Berganza en el aria de Orontea o la sublime "Piangerò la sorte mia" de Giulio Cesare de Händel, y cuando alguién tiene el status y prestigio de diva es muy justo exigirle que, al menos, esté a parecida altura de las divas de generaciones anteriores.
Sin ir más lejos, en la referida aria de Giacomelli la cantante norteamericana dejó en evidencia sus carencias tecnicas, falta de cobertura, de giro en el pasaje, escuchándose sonidos, además de percetiblemente guturales, abiertos y sin el debido apoyo sul fiato, echándose en falta, asimismo un mayor dominio de las regulaciones dinámicas. Algunos defensores del historicismo aducen que esas reglas de oro del canto no son aplicables al repertorio barroco. No podemos estar más en desacuerdo con semejantes postulados, por cuanto dichos fundamentos son esenciales para afrontar cualquier repertorio, como así dejaba claro el gran Rodolfo Celletti, y sólo hace falta echar un vistazo a cualquiera de las partituras de estas arias para comprobar que, dificilmente, podrían hacerse justicia por los grandes divos a que iban destinadas sino cumplían con esas reglas esenciales de la escuela de canto.
La primera parte del atractivo programa se cerró brillantemente con un aria de bravura de la talla de "Da torbide procella" de Berenice de Orlandini, en la que DiDonato lució una buena coloratura rápida, pero de emisión gutural y estancada.
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