Crítica de Raúl Chamorro Mena del debut del pianista Josu De Solaun y la directora Isabel Rubio con la Orquesta Nacional de España
Importante doble debut
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 15-I-2023. Auditorio Nacional. Ciclo «Descubre… Conozcamos los nombres», de la Orquesta Nacional de España. Concierto para piano nº 2, op. 16 (Serguéi Prokófiev). Josu De Solaun, piano. Un americano en París (George Gershwin). Sofía Martínez Villar, narradora. Orquesta Nacional de España. Directora: Isabel Rubio.
Este concierto matutino de domingo, dentro del ciclo «didáctico» de la Orquesta Nacional de España, albergaba un importante doble debut con la agrupación, que debe subrayarse aunque se sitúe fuera de su temporada principal, pues lo protagonizaban dos artistas con talento como así demostraron en sus meritorias actuaciones. Sofía Martínez Villar ejerció de narradora y presentó las obras y sus compositores mediante proyecciones y ejemplos musicales, algunos interpretados por la propia orquesta e, incluso, alguno por ella misma al piano.
En su cualidad de compositor-virtuoso y tocado por él mismo, el estreno en 1913 del Concierto para piano nº 2 de un Serguéi Prokofiev precoz y talentoso - aún no se había graduado en el conservatorio- se saldó con un fracaso envuelto en gran polémica. En la estela de La consagración de la primavera de su compatriota Igor Stravinsky y con parecidos resultados en cuanto a la acogida de público y, sobre todo, crítica, la obra se zambulle en una revolución sonora para la época, con agresivas tímbricas, osadas armonías, abundantes cromatismos y disonancias. Eso sí, no pocos apreciaron la enorme originalidad de la composición, así como la energía y personalidad del autor. La escritura para el piano supone un auténtico tour de force para el solista en su hercúlea exigencia de medios, técnica y hondísimo virtuosismo. Al perderse la partitura en un incendio, Prokofiev la rescribió en 1923 con algunos cambios debidos a la presión asfixiante del régimen soviético, pero mantuvo la esencia del concierto.
El magnífico pianista valenciano Josu De Solaun, único español en ganar el primer premio en los Concursos George Enescu y José Iturbi, demostró sus altas cualidades en su tardío debut con la Orquesta Nacional de España al frente de un concierto de tantísima exigencia.
En el primer movimiento, andantino, el sonido depurado, muy cuidado, de De Solaun expresó adecuadamente la atmósfera nocturna para confluir en la combinación de energía, vigor y acrisolado virtuosismo con la que afrontó la tremenda cadencia, en la que destacó, además, el dominio total de la digitación, independencia de la mano izquierda y capacidad para desenvolverse en los registros extremos tan exigidos en esta pieza. El sarcasmo emerge en el breve Scherzo, una persecución entre orquesta y solista muy bien defendida por el pianista valenciano merced a su vertiginosa y limpia digitación. Una mezcla de concentración y arrojo por parte de De Solaun presidió el pulso entre solista y orquesta que consagra el intermezzo, con magnífica prestación por parte de la batuta, siempre tensionada, de Isabel Rubio, que también supo poner de relieve los enormes contrastes del cuarto y último movimiento, que junto a una escritura muy virtuosística para el piano incluye una nana de filiación folklórica rusa, todo ello en apropiada comunión con el solista. Este cuarto movimiento contiene otra exigentísima cadencia brillantemente resuelta por Josu De Solaun. Ante las ovaciones del público, el pianista valenciano ofreció un exquisito Debussy, con sensibilidad poética y de misteriosas y refinadas sonoridades, con lo que demostró, después del titánico concierto de Prokofiev, que también es capaz de las sutilidades, nuances y suaves colores del impresionismo.
La murciana Isabel Rubio, recientemente finalista del concurso para la plaza de asistente de Kirill Petrenko en la Filarmónica de Berlín, me causó muy buena impresión, como ya he indicado más arriba. Gesto claro y elegante, atención al solista, pulso enérgico, brillante sonido orquestal y capacidad para resaltar los abundantes contrastes del concierto de Prokofiev presidieron su notable labor.
Un americano en París, «poema sinfónico para orquesta o bien, ballet rapsódico» -pues fueron varios los términos que utilizó su autor- estrenado en el Carnegie Hall de Nueva York en 1928, es una buena muestra del talento de George Gershwin para fusionar estilos y, particularmente, para dotar de factura sinfónica a la música folklórica norteamericana, especialmente la de origen afroamericano, como el jazz y el blues. La propia experiencia personal de Gershwin en París, donde no pudo tomar estudios ni de Maurice Ravel ni de Igor Stravinsky, tampoco de Nadia Boulanger, pero sí de empaparse del ambiente de la ciudad le permitió perfilar este retrato de las «impresiones de un estadounidense que visita París», que incluyen paseos por ambos márgenes del Sena, los ruidos urbanos, con la presencia de las bocinas de los taxis, y la nostalgia hacia Nueva York, expresada, con la frescura e inspiración melódica propias del músico nacido en Brooklyn, mediante el blues, sin que falte el Charleston tan de moda en los años 20.
Isabel Rubio demostró ideas claras con una interpretación basada en una sólida técnica, claridad expositiva y la variedad de colores en la que se sustenta la brillante orquestación de Gershwin al frente de una Orquesta Nacional de España a notable nivel, con la intervención de la estupenda violinista Ana María Valderrama como concertino invitado. Rubio expuso con finura y clarividencia las melodías, propició buenos clímax y resaltó los contrastes entre los elementos alegres, rítmicos y danzables -como la machicha y el animadísimo Charleston final- y el componente melancólico-nostálgico de blues central.
Fotos: Facebook OCNE
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