Crítica de Óscar del Saz de El Mesías de Handel, con la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid bajo la direccion de Josep Vila i Casañas
Un Mesías mejorable
Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid, 16-XII-2024. Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid [ORCAM]. Auditorio Nacional de Música. Concierto Sinfónico IV, con el sobretítulo de Viaje Espiritual. El Mesías, Georg Friedrich Händel (1685-1759). Irene Mas (soprano), Anna Alàs (contralto), Juan Sancho (tenor), Elías Arranz (bajo). Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Javier Carmena, director del Coro. Josep Vila i Casañas, director.
No hay Navidades sin tener a El Mesías como uno de los polos de atracción más ejercitados por doquier, seguramente debido a que es una de las obras en las que mejor se conjuga la concertación orquestal y coral. Händel hizo lucir de manera muy efectiva los textos de su amigo, el acomodado Charles Jennens (1700-1773 ), que se centró en relatar las profecías de la llegada de El Mesías y el nacimiento de Jesús, así como su Pasión y Resurrección. De igual forma, se permitió incluir en sus textos aspectos más teológicos y trascendentes como la redención y la glorificación de Cristo.
La versión que nos ocupa conserva el espíritu inicial de Händel, es decir, el de contar con una orquesta de cámara, modesta en efectivos (11 violines, 5 violas, 4 contrabajos y 3 violonchelos con 2 trompetas, maderas, viento-metal, órgano y clave…), así como un coro no demasiado nutrido, en este caso de sólo 38 voces (19 hombres y 19 mujeres).
Tanto la orquesta como el Coro de la ORCAM (preparado por Javier Carmena) cumplieron a satisfacción sus cometidos, aunque el resultado final estuvo un tanto deslucido y mediatizado por la visión que del comienzo de la obra tuvo el maestro Josep Vila. Ya desde la obertura asistimos a una visión un tanto lúgubre y mortecina de los caracteres musicales en orquesta y coro. Aunque sonido, dicción, empaste y proyección fueron impecables, en «And he shall purify» o en «For unto us a child is born», por ejemplo, el maestro aplicó unos tiempos demasiado lentos, por lo que el discurso perdió su natural potencia, agilidad y chispa y se convirtió en algo mucho más simple, sencillo y anodino.
Curiosamente, ni siquiera se levantó esta ambientación en un número tan evidente como «Glory to God». En «His yoke is easy, and his burthen is light» no encontramos el bonito efecto de los debidos ‘resaltes’ y ‘desapariciones’ de las cuerdas cuando no cantan lo importante. De hecho, Josep Vila no pareció despertar al coro hasta el número «All we like sheep»… De ahí en adelante, la cosa fue sobre ruedas, sobre todo, a nuestro juicio, en el número «Let us break their bonds asunder», culminando con nota el celebérrimo «Hallelujah» y un final, con «Worthy is the lamb that was slain», más el «Amen», en el que se trazó primorosamente el intrincado contrapunto, la sincronía y fluidez de las entradas y salidas de las secciones.
En el terreno de los solistas, donde hubo más sombras que luces, nos encontramos con el tenor sevillano Juan Sancho, de hechuras vocales y estilísticas muy apropiadas para la obra. Demostró afinación, matización y una dicción enriquecida por una correcta proyección en todas sus partes: con apropiado regocijo, cantó «Ev’ry valley shall be exalted» y, por contraste, realizó una buena transmisión del carácter doloroso del sufrimiento y muerte de Cristo, en la cuádrupla que comienza con «Thy rebuke hath broken his heart». Bien enfocado, acabó de forma alegre y triunfante en la parte de la resurrección, «But thou didst not leave his soul in hell».
La soprano mallorquina Irene Mas, con una voz también adecuada para este tipo de repertorio, penalizó sus intervenciones por una dicción insuficiente y un vibrato -molesto en la parte que comienza por «There were sherpherds abiding in the field»-, que se unió a algunas notas claramente desafinadas, cortedad en el fiato y a un cierto atropello en las agilidades en «Rejoice greatly, O daughter of Zion». Mejoró progresivamente en sus siguientes intervenciones, como en la reverente «How beautiful are the feet» y en la esperanzada «I know that redeemer liveth», así como en su dúo con la concertino «If God be for us».
La contralto, nacida en Tarrassa, Anna Alàs, no poseyendo realmente esa vocalidad -si acaso, la de mezzo- tuvo también en sus dos pasajes del comienzo descuido en la afinación, y sobre todo, en la dicción, haciendo su discurso ininteligible. Su momento más centrado y conmovedor, a medias, fue el del número «He was despised», aunque sólo en la parte lenta, no así en la rápida.
Por último, el bajo Elías Arranz -que en realidad posee una clara vocalidad de barítono- lució a medias en sus dos números del comienzo de la obra debido a unos fraseos poco trabajados -cantar no es sólo dar las notas- y ascensos y descensos del agudo poco ágiles. Sus dos partes principales, «Why do the nations so furiously rage together?» y «The trumpet shall sound» le vinieron grandes desde el punto de vista técnico y en la intención canora, dada su escasa capacidad para el fraseo y una falta flagrante de un engarce adecuado y elegante en las agilidades.
Aunque la velada, más de 2 horas y media con 15 minutos de descanso, fue muy del gusto del público, que aplaudió y braveó a todos los intérpretes. El Mesías de Händel, como resulta evidente, es una obra difícil, rica y variada en términos de carácter musical, en la que se alternan números solemnes y majestuosos con melodías cantadas reconfortantes, donde las agilidades son importantes siempre que se ejecuten con la energía y la chispa necesarias.
La polifonía e, incluso las partes a capela también deben lucir adecuadamente, combinando hábilmente en la interpretación el texto y la música, reforzando los mensajes espirituales y emocionales de la obra. En contra de esto, algunas de las cosas anteriormente comentadas -calidad de los solistas, elección correcta de los tempi- entendemos justifican el título de esta crítica. A los amables lectores, les deseamos unas Felices Navidades y un Próspero Año 2025.
Foto: Lluis Brunet
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