Pablo Mainetti reivindica a Piazzolla y al bandoneón en Valladolid.
Un reportaje de Agustín Achúcarro
“El bandoneón es un instrumento de la Alemania del siglo XIX, que tuvo como finalidad emular un poco al órgano y que cuando llegó a la Argentina, por alguna razón azarosa, se incorporó a las filas de los instrumentos del tango y modificó su esencia, su carácter, de tal forma que se hizo una mezcla indisoluble entre este instrumento y los bandoneonistas de esa época, que se identificaron con él de tal forma que inventaron una manera de tocarlo, hasta el punto de que lo convirtieron en un instrumento diferente, con otra técnica y modificaciones mecánicas”. Palabras convertidas en ley al ser dichas por un argentino, excelente bandoneonista, que responde al nombre de Pablo Mainetti y que actúa los días 19 y 20, dirigido por Josep Pons, con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León como solista del Concierto para bandoneón de Astor Piazzolla. Precisamente este concierto lo tiene grabado con la dirección de Pons.
Pero el bandoneón no solo es lo referido anteriormente para este instrumentista que lo escuchó en su casa desde pequeño. “Le considero como mi lengua materna, aunque seguí con él por otras razones ya que tiene un potencial enorme, es un instrumentode viento que respira, capaz de articular y crear una sintaxis peculiar, que en principio para mí estaba asociado al tango y que después lo desvinculé, ya que me di cuenta de que puede tocar otras muchas cosas”.
Y por ahí va la idea de incluir en el programa de la OSCyL, en la Sala Sinfónica del Auditorio de Valladolid, el concierto de Piazzolla junto a dos obras de la magnitud de las suites de El mandarín maravilloso de Bartók y Petrushka de Stravinski. “De hecho Josep Pons, con el que actúo desde 1995, me ha mostrado que el bandoneón podía entrar en este mundo de las orquestas más grandes y no sólo vivir en un contexto de grupos de cámara, algo que despertó en mí el no ser sólo un intérprete, sino sentir el deseo de componer para orquesta y bandoneón”, reconoce Mainetti.
Los calificativos que pronuncia el intérprete sobre el Concierto para bandoneón de Piazzolla no dejan dudas. “Es magnífico, fantástico, posee una sencillez, no en términos de fácil, sino de síntesis, que le hace especial, pues la manera en que el compositor utiliza el formato de concierto para incluir y convertir en material de la pieza el lenguaje del tango es asombrosa. De hecho si se escuchan las líneas intestinas de la obra, se siente que por encima de las células propias del tango, hay una construcción, una trama, una gran polifonía, mientras que en cada una de las capas está funcionando el tango o sea que de manera velada Piazzolla está haciendo una traducción de esta cultura y la está haciendo pasear por todo el mundo”, subraya Mainetti.
Al porteño que se formó en su ciudad y entre Barcelona y París le apasiona estar junto a una orquesta y hacer música en directo. “El tocar para alguien es fundamental y todo lo que haces en el escenario tiene un destinatario claro, que es el público, bueno, más bien les llamaría cómplices”. Porque para este bandoneonista la música no se puede plantear en plan hedonista, para uno mismo. “Pretendo compartirla y el escenario es un ámbito en que a lo mejor el que está fuera ve más cosas o más exactamente diferentes”, por lo que la presencia del público y del resto de músicos se le hace indispensable. “El espectador está allí, aunque en un momento determinado te concentres y te formes un mundo propio, y no solo están ellos, sino los compañeros, que se encuentran situados detrás de ti, con los que también te relacionas, por lo que el fenómeno concierto somos todos y todos esos universos que estamos conviviendo”, reivindica el instrumentista.
Tras actuar en Valladolid se producirá su presentación en Viena, y así seguirá su camino compaginando la interpretación con la composición. “Tengo varias cosas pendientes, me han encargado un concierto en homenaje a un viejo bandoneonista, que lo estrenará una orquesta argentina, y escribir un concierto para niños, y como concertista tengo también cosas. Así que vivo en dos mundos que unas veces se juntan y otras se separan, pues a veces compongo y no toco y otras toco y no compongo”, una forma de vida que a Pablo Mainetti le nutre, le llena y le hace no dejar de tener inquietudes. “Pienso sobre cómo compongo y cómo toco, lo que me provoca un burbujeo de lucha interna benéfico, que me hace plantearme que nada está sobreentendido y que todo hay que replanteárselo”.
Foto: Carlos Furman
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