Crítica del concierto del director de orquesta español Josep Pons con la Orquesta de Valencia
Precisión y espíritu
Por Alba María Yago Mora
Valencia, Palau de la Música. 7-VI-2024. Orquesta de Valencia. Director: Josep Pons. Shostakóvich: Sinfonía nº 10 en mi menor, op.93
La noche del pasado viernes, el Palau de la Música de Valencia se transformó en el escenario de una interpretación monumental de la Décima sinfonía de Shostakovich, ejecutada por la Orquesta de Valencia bajo la experta batuta del maestro Josep Pons. Este concierto no solo rindió tributo a la complejidad técnica y emocional de la obra, sino que también brilló por las actuaciones individuales que, unidas, conformaron una interpretación orquestal vibrante y cohesionada.
La sinfonía, testimonio de la lucha entre el individuo y el sistema totalitario, cobró vida en manos de una orquesta que entendió y transmitió cada matiz de la partitura del compositor ruso. Bajo la dirección de Pons, la Orquesta de Valencia encapsuló la masa orquestal que Shostakóvich requiere, creando un sonido envolvente y potente que llenó cada rincón del Palau. El catalán demostró un control absoluto sobre la dinámica y la textura, llevando a la orquesta de momentos de apabullante fuerza a delicadas sutilezas.
El maestro mostró un dominio firme del vasto y melancólico primer movimiento, así como una excelente comprensión de su estructura. Vicent Alós, clarinete solista, marcó el tono sombrío y reflexivo que atravesaría toda la sinfonía, mientras que las cuerdas, especialmente los cellos y contrabajos, mostraron un maravilloso timbre profundo, oscuro y granulado. La concepción musical de Pons fue muy convincente; es un experto en aprovechar el poder inquietante de la música, logrando clímax titánicos que parecían agotar la música después de todo el drama del movimiento. Enrique Palomares, concertino, lideró a los violines con una pasión y determinación que están más allá de cualquier elogio, sosteniendo, articulando y fraseando el apogeo del primer movimiento con maestría.
El segundo movimiento, un feroz Allegro que retrata la figura de Stalin, fue ejecutado con precisión marcial. La orquesta resaltó la tosca amenaza de la música del compositor ruso, rebosante de una energía infernal, arrojando ácido y confusión por todas partes. Aquí, la sección de fagotes, liderada por un Ignacio Soler espectacular, dotó de un colorido particular al sonido de la orquesta.
El tercer movimiento, Allegretto, fue otra joya de la noche. La historia sugiere que toda esta música está envuelta en la relación epistolar de Shostakovich con la joven pianista Elmira Nazirova. La evidencia parece convincente y arroja este movimiento bajo una luz nueva y apasionada. El relato de Pons fue fogoso y controlado a la vez, confiriendo a la música una sensación de misterio en las secciones centrales donde el estancamiento amenazaba con establecerse. El trompista Santiago Pla destacó en todas sus intervenciones, especialmente en el pianissimo al final del movimiento, invitando a la introspección y la melancolía con delicadeza y control.
El cuarto movimiento fue una demostración de entrega total. Con un inicio tenso y espacioso, el trabajo fino de oboe, flauta y fagot, que se relevaban en solos, preparó el camino para un Allegro festivo. Pons, siempre atento a los tonos más oscuros, dirigió una actuación de fuerza indiscutible. Admirable fue la forma en que las cuerdas tocaron la repetición del material introductorio cuando Shostakovich retoma esta música después de la cima principal. La orquesta, bajo la dirección firme de Pons, logró un clímax de energía y virtuosismo que culminó en una coda estruendosa, símbolo de la supervivencia y la afirmación del individuo frente al sistema opresor. La del viernes fue una noche memorable que reafirma el poder de la música no solo como vehículo de expresión, sino también de resistencia.
Fotos: Live Music Valencia
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