La temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León recibe al director español Josep Pons
Un reportaje de Agustín Achúcarro
Josep Pons sube al podio de la Sinfónica de Castilla y León, jueves 15 y viernes 16, con Interludio y danza de La vida breve de Falla y Shéhérazade, Alborada del gracioso y las Suites 1 y 2 de Daphnis et Chloé de Ravel. «Intento que el programa tenga un sentido, pues creo que no debe ser solamente una experiencia acústica, sino también estética, que el público, además del placer de escuchar una obra tras otra, viva una impresión que va más allá». Palabras del director musical del Liceu de Barcelona que para él se materializan perfectamente en las obras y autores elegidos. «Con las partituras de Falla y Ravel se realiza una inmersión en una época determinada, en la que en el arte en España se miraba a Francia, concretamente a París, y los compositores franceses realizaban gran parte de la mejor música española». Y con este argumento como base, Pons se refiere inicialmente a la primera obra del programa. «La ópera de Manuel de Falla no sería posible sin el tejido social parisino, algo que también ocurre en casos como el de Miró o Picasso». Para Pons, en ese momento, el mundo cultural francés «se fijaba en España primero con exotismo, como podría hacerlo a Oriente», pero esta idea inicial cambió, por lo que «acabó siendo algo que capta la esencia, con una interconexión enorme entre ambas culturas». Y se verá reflejado, entre otras cosas, en la reseña continua a la guitarra. «Este instrumento está siempre presente-alega Pons-, y se podría hacer un estudio sobre guitarras instrumentales, como ocurre en la Alborada del gracioso, lo que evidencia que Ravel abre un camino de cómo instrumentar en la orquesta la guitarra española».
Pons recuerda la anécdota de que Manuel de Falla compuso La vida breve antes de conocer Granada y se refiere a ella dentro de un contexto determinado. «Hay que pensar que La vida breve está compuesta en la época de los nacionalismos musicales y a eso responde esta ópera, con la historia de una gitana burlada por un payo, lo que la lleva a morir de dolor». «El flamenco era como el tango en Argentina, algo no bien visto por un sector de la sociedad, que le daba la espalda, y de Falla al escucharlo se admira de su riqueza inconmensurable, hasta el punto de que crea el primer concurso de cante jondo con García Lorca». De las dos piezas elegidas de la ópera, el director hace referencia a un detalle esencial de la danza de la boda. «Es en modo menor, y tiene una tristeza, una nostalgia, que presagia, adelanta, que algo va a ir mal».
Shéhérazade para voz y orquesta de Ravel remite a paraísos imaginarios, a través de los textos de Tristan Klingsor. «La partitura evoca el deseo de conocer lo desconocido, con un texto que ahora desde nuestro punto de vista no se aguantaría», comenta el director, que saca a relucir la opinión al respecto de la soprano que interpretará esta obra: «Patricia Petibon dice que el texto le resuena en la cabeza de manera terrible, pues ella es una cantante que cuida mucho el texto y la manera de decirlo». Hablar de la artista francesa es referirse a una de las destacadas cantantes actuales, que ha hecho escuela en repertorios bien diversos, y Pons con su opinión no deja dudas al respecto. «Patricia Petibon es una cantante de inmersión con lo que dice, no solo de voz, de una evolución muy grande en su repertorio, alguien muy comprometida con el arte, con una discografía muy importante y muy personal». «Me enamoré perdidamente de su arte hace ya bastante al escucharla en la ópera Dialogo de carmelitas, en el que hacía el papel de una novicia, después abordaría el de la priora, con su voz cristalina y pura, y su evolución ha sido tal que ha acabado haciendo la Lulú de Alban Berg».
La penúltima obra del programa, Alborada del gracioso, hace mención a un personaje bien conocido de la literatura española. «Es un tipo avispado, que se las sabe todas, como el trujamán o el lazarillo, y la obra es una serenata amorosa que le hace a su querida, en la que vuelve a surgir la guitarra». Por último, con la raveliana Daphnis et Chloé, la orquesta, apunta Pons, se traslada al ambiente mitológico griego. Un concierto del que el director subraya que «todas las obras son de gran color» y que «significan la respuesta al auge de la música germánica, no solo a través de lo armónico sino de lo instrumental, en la manera de tocarla». «Es una música que pide ser interpretada de otra manera, que no se puede abordar como un Brahms, pues debe ser siempre translúcida». «Para mí, se trata de un programa de tesis orquestal, para orquestas muy maduras, como la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, pues hay que crear las atmósferas adecuadas». Y en las que, como ha quedado dicho por Pons, la coloración se convierte en lo esencial. «Ravel se basa mucho en el color y en la gama que puede haber del blanco al amarillo o del amarillo al naranja, una gradación y una secuencia muy amplia, que el compositor francés tuvo que hacer con unos pocos instrumentos bien diferenciados, por lo que recurrió a la combinación de timbres, como los de la flauta y el oboe, con lo que en su suma aparece el sonido de un instrumento nuevo». «Estas músicas-concluye Pons- son la respuesta al dominio absoluto de la música germánica, por compositores que la admiraban».
Después de su paso por Valladolid, a Josep Pons le esperan en Burdeos para terminar el ciclo de las sinfonías de Brahms, y en Barcelona la representación de Macbeth y Parsifal. Proyectos de gran calado sobre los que Pons no hace distingos. «Todos son atractivos, de gran compromiso, que te obligan mucho y que hacen que casi no des abasto».
Foto: OSCyL
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