Se cumple un año del nombramiento de Josep Caballé-Domenech como director musical de la Ópera de Halle. El director español, que afronta una renovación que le seguirá vinculando a la institución alemana durante los próximos años, se encuentra en uno de los momentos más importantes de su carrera, en el que debe afrontar compromisos a ambos lados del Atlántico, en la propia Halle o como director musical y artístico de la Colorado Springs Philharmonic Orchestra.
Haga balance de este año de trabajo en Halle
Ha sido un trabajo muy duro porque una entidad de estas dimensiones nunca es fácil de llevar, y menos en un país como Alemania, donde las tradiciones pesan mucho, tanto las positivas como las negativas. Lo que sí puedo decir es que he aprendido mucho.
Hábleme de la orquesta y la ópera
La orquesta está formada por 147 músicos. Hacemos unos 130 conciertos sinfónicos al año más las funciones de ópera, que son casi una al día, por eso la orquesta es tan grande. En la ópera yo desarrollo mi trabajo como Generaldirektor. Aparte hay cuatro asistentes y para los conciertos importantes también contamos con una serie de directores invitados.
Sorprende encontrar a un director español tan bien situado en Alemania. ¿Cómo obtuvo el puesto?
Hace años que trabajo en Alemania. Hice mi debut con la Staatskapelle de Dresde hace tres años, en la Semperoper, y alguien dio mi nombre a la Ópera de Halle, una entidad que me preguntó si estaba interesado en el puesto de dirección artística. Dije sí y me añadieron a una lista de 10 finalistas. En Alemania, los procesos de selección son un poco diferentes a otros lugares. Aquí, cuando eres candidato a dirigir un teatro de ópera, te invitan a dirigir una función sin ningún tipo de ensayo. En mi caso, me dijeron que debía dirigir Las bodas de Fígaro, de Mozart. Este proceso se llevó a efecto en marzo pasado. Después de la función, mi nombre pasó a una final y me invitaron a hacer un concierto sinfónico, en el que me pidieron que interpretara la Sexta sinfonía de Tchaikovsky, entre otras obras. Habíamos llegado cuatro candidatos a la final, con obras muy exigentes. Recuerdo que otro de los candidatos dirigió la Novena sinfonía de Mahler. Tras este proceso, me ofrecieron el puesto. A partir de ese momento los agentes se pusieron en contacto para llegar a un acuerdo de contrato que fuese satisfactorio para ambas partes.
¿Por cuánto tiempo firmó?
Llegamos a un acuerdo de tres años ampliable al final del ciclo. De hecho, dentro de tres meses me notificarán si se amplía mi contrato o no.
¿Le renovarán?
Creo que sí. Hay señales positivas. El intendente de la ópera incluso me ha llegado a preguntar si me gustaría ejercer ese cargo también, un gesto que me parece lo suficientemente significativo respecto a cómo se está recibiendo en Halle mi trabajo.
¿Cómo es su relación con la orquesta?
En este tipo de instituciones, las relaciones con las orquestas son algo complicadas, porque al ser tantos músicos, nunca tienes a la misma orquesta tocando, con lo que el mayor trabajo se desarrolla en las premieres o en los conciertos sinfónicos. En las restantes funciones normalmente se tiene muy poco tiempo para trabajar. El titular de la Ópera de Halle dirige dos premieres al año.
¿Qué títulos ha dirigido hasta la fecha?
Como mi nombramiento llegó muy tarde, ya había pocos períodos libres para poder trabajar en Halle, así que hice un título casi desconocido, Scheherazade de Rimsky-Korsakov, que me permitió trabajar con la orquesta en el último momento. También dirigí la premier de Der vampyr, que ha sido muy interesante. En cualquier caso, a nivel operístico, los títulos interesantes van a llegar la temporada que viene, cuando dirigiré Arabella de Strauss, La forza del destino y Macbeth.
¿Ha tenido tiempo para el repertorio español?
Sí, ya hemos interpretado alguna obra y el año que viene hacemos una “noche española” donde voy a llevar a una cantante y bailarina. Además, tocaremos el Concierto de Aranjuez y una obra de Lorenzo Palomo, un compositor al que conozco desde que dirigí sus Nocturnos en Andalucía. Allí donde voy la música española está siempre conmigo.
¿Qué personas han sido importantes para el desarrollo de su carrera como director?
Lo primero que resultó básico fue trabajar en la Orquesta Ciudad de Barcelona –así se llamaba entonces-, como percusionista. Cada semana venían distintos directores de los que aprendí mucho. Si hablamos de personas, se puede decir que mis mentores han sido David Zinman y Sir Colin Davis, con quien trabajé un año. También ha sido importante Jorma Panula, el gran maestro de dirección, que también ha sido maestro de Essa Pekka Salonen.
Hábleme de su responsabilidad al frente de la Colorado Springs Philharmonic Orchestra.
Lo de Colorado fue una cosa muy extraña, motivada por una cancelación de su director titular, que estaba enfermo. Yo estaba en Holanda y me llamaron para ver si podía hacer un programa en Colorado Springs. Interpreté la Sinfonía fantástica de Berlioz, el Concierto para chelo y orquesta de Saint-Saens y la Obertura de los Maestros cantores de Nurenberg de Wagner. Me presenté a la orquesta, hice el primer ensayo y, tras él, me comentaron que estaban buscando a un director titular y que ya habían visto tres de los candidatos pero que no les habían terminado de gustar del todo ninguno de ellos. Hice el primer ensayo con la orquesta y, a la mañana siguiente, me ofrecieron ser un candidato más. Me quedé perplejo. Después me hicieron muchas entrevistas, en las que me preguntaron qué haría con la orquesta, cuánto dinero podría obtener para la entidad, etc. En mayo ya me ofrecieron la titularidad. De hecho, el último concierto de la pasada temporada no lo hizo el titular si no yo, con un programa en el que interpreté la Séptima sinfonía de Bruckner.
¿Cómo lleva un director que parece un tanto tímido el hecho de tener que llamar a puertas privadas para obtener dinero para su orquesta?
Cuando hay ganas de aprender, la timidez se pone en segundo plano y uno hace lo que tiene que hacer. En América es el pan del día a día. Tengo que ir a muchas cenas en las que es importante hacer relaciones. Puede parecer un poco pesado pero es parte del trabajo.
¿En EEUU no se busca en ocasiones una programación demasiado del gusto del público?
Yo creo que que, incluso en Europa, si un programa no me gusta y yo no iría a verlo, no lo propondría. En lo que a programación se refiere, uno puede arriesgar si todo tiene sentido. En Europa, muchas veces veía repertorio normal y de golpe música contemporánea. Evidentemente, nadie venía al concierto. En mi opinión, lo que hay que desarrollar es un programa atractivo para que el público vaya creciendo contigo. Al final de mi primera temporada en Colorado estaba programado el Réquiem de Verdi, pero yo dije que no tenía ganas de hacerlo. Quizás sí para el segundo año, pero no el primero, y propuse la Segunda sinfonía de Mahler y abrir la siguiente temporada con la Primera.
Los resultados están a la vista. A lo largo del primer año aumentamos los abonos el 35 por ciento, con una manera de programar lógica con la que se pueden hacer muchas cosas diferentes. Al público americano también le gusta descubrir cosas nuevas. A nivel de solistas, el año pasado invité a Joaquín Achúcarro. Me decían: “¿Y este pianista quién es?”, pero después del concierto todos querían que volviera. El Concierto de Año Nuevo lo hice con música española y la gente estaba contentísima.
¿Cómo es la orquesta?
No estamos ante una orquesta a tiempo completo. Se trabajan 22 semanas al año con una temporada de siete conciertos.
¿Cómo estudia?
Cada maestrillo tiene su librillo. Mi método es una mezcla de posibilidades y mecanismos. En principio, dedico muchas horas al estudio. No me siento al piano para estudiar las partituras, las voy leyendo como un libro, ya sea un avión, en un hotel, en mi estudio. Cuando leo una nota la represento en mi cerebro con el instrumento que la está tocando.
¿Escucha versiones de otros directores?
No soy partidario de ello. Sí que consulto Youtube y escucho grabaciones, pero sólo una vez que yo mismo haya realizado el estudio previo. Cuando ya tengo una imagen de la partitura, busco información. Creo que, en ese sentido, somos unos privilegiados, ya que poseemos una gran información sobre los últimos 100 años de la historia de la música. En cualquier caso, no lo veo como una presión, sino como una ayuda.
¿Se siente bien tratado en España?
Sí, aunque debo decir que en España no me llaman tanto. Tampoco pasa nada, cada uno tiene su forma de hacer su carrera, que es donde le abren puertas. Yo siempre he tenido la suerte de poder hacer una carrera fuera de mi país y me ha ido muy bien. En España he tenido contacto con varias orquestas pero hay otras que no he dirigido nunca. Ya llegará el momento. Mi carrera operística la comencé dirigiendo en el Teatro del Liceo de Barcelona. Después vino Stuttgart y Viena.
¿Dirigiría una ópera cuyo idioma no entendiese?
No, sólo dirijo óperas en alemán e italiano. Me he atrevido algo con el francés, pero de momento el repertorio ruso está cerrado. No se puede dirigir una ópera si no conoces el idioma.
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