El director de orquesta José Trigueros se pone al frente de la Sinfónica de Galicia en La Coruña para dirigir obras de Glass y Copland
“Uno, dos y tres…
Por Julián Carrillo Sanz | @Quetzal007
La Coruña, 22-IV-2022, Palacio de la Ópera. Orquesta Sinfónica de Galicia. Javier Eguillor y José Belmonte, timbales. José Trigueros, director. Programa: Philip Glass, Concierto fantasía para dos timbaleros y orquesta. Aaron Copland, Sinfonía nº 3.
«…, uno dos y tres / tres banderilleros en el redondel». Así comienza el poema de Manuel Benítez Carrasco (a veces atribuido a Lorca) que inmortalizó Gabriela Ortega con voz y tacones a mediados del pasado s. XX y que intenta hacerse un sitio en mi cabeza cada vez que oigo decir los tres primeros cardinales. Que lo que se escucha como primicia queda grabado a fuego en la memoria; y no en vano se lo escuché a Ortega en uno de los primeros discos microsurco que llegaron a mis oídos. Ver salir al escenario del Palacio de la Ópera a tres grandes percusionistas como Javier Eguillor, José Belmonte y José Trigueros al frente de una obra tan insólita como el Concierto fantasía de Glass hizo aflorar, renovado y deformado, el viejo recuerdo; «Uno, dos y tres; uno, dos y tres / grandes timbaleros en el escenario». El resto de la ocurrencia -más ripios que rimas- prefiero ahorrárselo al lector.
El viejo ritmo ternario de los tacones de Ortega enmarcando el propio del poema de Benítez desapareció, cuando empezaron a sonar las síncopas iniciales del concierto de Glass y los elementales matices de potencia sonora del tablao se multiplicaron en los del algo menos viejo recuerdo televisivo evocado por el Movimiento I del Concierto fantasía. A partir de ahí, todo ritmo posible y muchos de los aparentemente imposibles se adueñaron del espacio del Palacio de la Ópera coruñés y la atención se dirigió hacia el diálogo de los doce timbales (siete de Eguillor y cinco de Belmonte) con la orquesta. Y la necesidad de seguir ritmo y melodía -sí, melodía; que doce timbales pueden tocar cualquiera que ejecute la orquesta- se apoderó de cuantos melómanos, aficionados o espectadores tuvieran ese mínimo sentido del ritmo que te hace seguirlo con los cabeza, tronco y extremidades.
La sutileza dinámica y tímbrica del Movimiento II sonó sobre los ritmos repetitivos tan de Glass -la música «minimalista» se conoce también como «repetitiva»- tuvo la virtud del sorbete servido en una gran comida para hacer sitio a nuevos platos contundentes: léase el final del propio movimiento, la Cadenza y el Movimiento III. Un tour de force para los solistas, los músicos de la orquesta y el director.
Aquí hay que hacer un aparte para destacar la labor de un Trigueros soberbio: su precisión rítmica, su gama dinámica -que está ganando enteros de sutileza concierto a concierto- y su sentido del color fueron, más que acompañamiento, el complemento perfecto de la enorme actuación de sus colegas. Y paisanos; que entre los tres estuvieron representadas las tres provincias de la Comunidad Valenciana, como hacía notar tras el concierto el propio director asociado de la Sinfónica.
Tras el descanso, ese paso atrás que a veces se necesita para coger impulso, la Tercera de Aaron Copland mostró cómo Trigueros traduce la música en un gesto amplio y claro que la orquesta convierte en sonido y sensaciones. La amplitud sonora del Movimiento I fue como la evocación de un despertar en las grandes praderas del Medio Oeste estadounidense. El resto movimiento avanzó muy bien expresado por orquesta y director en los cambios dinámicos y tímbricos que lo desarrollan.
En el segundo, Allegro molto, destacaron sus diálogos entre secciones que no enturbió algún pequeño exceso dinámico. En el Andantino quasi allegretto, la sutileza inicial de la cuerda alta en armónicos y notas sobreagudas fue el inicio de una tensión expresiva muy bien mantenida desde el podio. Las diferentes voces de cada sección fueron expuestas por Trigueros con gran claridad en sus líneas melódicas; tan atractivas resultaron estas que ganas daban de perderse por cualquiera de ellas para que aquello no acabara. En resumen, el del viernes fue uno de esos conciertos en los que el éxito se puede ver, literalmente, en la expresión de quienes salen de él. Enhorabuena.
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