Por Juan Carlos Galtier
San Sebastián. 2-VIII-2018. Auditorio Kursaal. Concierto Inaugural de la 79 Quincena Musical Donostiarra. La Creación. Hob XXI:2, Oratorio con música de Franz Joseph Haydn y libretto de Gottfried van Swieten. Alicia Amo, soprano, Gustavo Peña, tenor, Thomas Tatzl, barítono. Coro Haydn dels Baus, Jordi Casas, director. Sinfónica de Bilbao, José Ramón Encinar, director. Puesta en escena a cargo de La Fura dels Baus. Dirección escénica Carlus Padrissa.
La Quincena Musical donostiarra es sin duda una de las citas mas interesantes y clásicas del verano musical español y por lo visto en su inauguración cuenta con una salud bastante buena. Son casi inabarcables los ciclos de conciertos y actividades que durante un mes llenarán no solo la capital guipuzcoana sino muchos otros puntos de la provincia e incluso de Navarra como Leyre. La jornada inaugural dio buena muestra de cómo una ciudad a la que le sobran atractivos turísticos apuesta no obstante por la cultura como elemento diferenciador que sigue así destacando a San Sebastián como un destino de nivel. Las calles se llenaron con mas de una decena de actividades en torno a la música y la danza que fueron el prólogo perfecto al espectáculo inaugural que dejo pequeño el Kursaal para ver la propuesta escénica de La Fura dels Baus sobre esa obra maestra que es el Oratorio La Creación de Haydn.
La apuesta de Carlus Padrissa es muy coherente con su trayectoria y utiliza un lenguaje visual muy potente que no siempre encaja con lo que la música está transmitiendo pero que nunca deja de ser efectivo. En este caso el mensaje que la puesta en escena nos quiere transmitir casa más con el carácter ilustrado de la obra que con su sentimiento religioso y en esa línea la obra se convierte en una reivindicación humanista, casi roussoniana, que reclama un retorno a la naturaleza, encabezado además por la mujer, como solución a tantas barbaries que el hombre ha generado. Dentro de esto la denuncia de la muerte en los mares está algo cogida por los pelos pero deja un momento de alta tensión teatral en el aria de Raphael “Rollen in schäumenden Wellen” que habla de la fuerza de los mares y que aquí sirve para recrear la angustia y el rescate de un migrante. La efectividad de la música de Haydn se pone al servicio aquí de otro fin, pero la secuencia tempestad-calma del aria es bien aprovechada por el director. Así, se van sucediendo logros dramáticos con momentos menos interesantes y hay que destacar que la reiteración del uso de algunos elementos en principio muy bien pensados (las tablet que utilizan todos los miembros del coroque les sirven a la vez de partitura y de elemento lumínico de la producción) acaban por ser algo reiterativos perdiendo así parte de su efectividad escénica.
La parte musical se movió entre lo bien resuelto y lo francamente heroico. Entre lo bien resuelto estuvo la Sinfónica de Bilbao que, en un repertorio que quizás no es su fuerte, resolvió bien la brillante partitura orquestal sin duda heredera la las grandes sinfonías londinenses de Haydn. Pequeños desajustes no empañan una labor musical bien lograda con solistas muy destacados (flauta) y otros algo anodinos en su desempeño (clarinete). Al frente de la orquesta, y comenzando casi con lo heroico, el trabajo de José Ramón Encinar, nada fácil teniendo en cuenta que la escena no para quieta un segundo y no permite el contacto fácil entre el foso y el coro y los solistas (recordemos además que esta obra no está escrita para ser escenificada). En estas circunstancias Encinar logró que La Creación sonara no solo concertada sino vigorosa y tras una ‘Representación del caos’ que quizás hizo demasiado honor a su nombre, las cosas estuvieron en su sitio en líneas generales.
El coro fue un coro montado “ad hoc” para este proyecto y dirigido por Jordi Casas. Sólo alguien de su experiencia y un grupo de buenos coralistas profesionales pueden ser capaces de sacar adelante la difícil parte coral a la que además la puesta en escena le pone todo tipo de dificultades de ubicación y movimiento a la hora de crear un sonido mínimamente empastado. Y algo parecido sucedió con los solistas que cantaron buena parte de sus arias colgados de una grúa a varios metros de altura o dentro de un tanque de agua en el que antes de cantar incluso se sumergían completamente. En esta tesitura los tres solistas hicieron muy bien sus partes yendo de menos a más. El tenor Gustavo Peña tiene un instrumento importante pero flexible al que la obra le va bastante bien. El barítono Thomas Tatzl fue ganando enteros a lo largo de la representación que terminó plenamente timbrado con graves poderosos y una musicalidad sin tacha y todo un descubrimiento fue para quien esto escribe, la soprano Alicia Amo que pareció sentirse muy cómoda en escena a pesar de todo lo comentado y que exhibió un instrumento de soprano lírica homogéneo, muy bien timbrado y con gran facilidad tanto para el agudo como para la coloratura, ideal para su parte.
El momento quizás más mágico de la velada se produjo en el dúo con coro de Adán y Eva ‘Von Deiner Güt’ que soprano y barítono comienzan mientras salen colgados desde la grúa empapados desde dentro del tanque de agua, aquí convertido quizás en útero generador de vida, mientras el coro está repartido entre el patio de butacas. En estas imposibles circunstancias los cantantes estuvieron realmente bien y todo unido nos logró transmitir esa sensación de armonía del ser humano consigo y con la naturaleza que subyace en la obra de Haydn, que al final por mucho protagonismo que se le quiera dar al director de escena, es la que lleva siglos siendo rigurosamente bella y actual. En todo caso una apuesta arriesgada que se convirtió en el primer éxito de esta larga Quincena.
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