Crítica: Concierto de Navidad de la Filarmónica de Málaga

Emocionante poética y serena religiosidad

Por José Antonio Cantón
Málaga, 16-XII-2021. Teatro Cervantes. Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Solistas: Cristina van Roy (soprano) y Eglė Šidlauskaitė (mezzo-soprano). Coral Carmina Nova y Coro del Conservatorio Superior de Música de Málaga. Director: José María Moreno. Obras de Gustav Mahler y Daniel Forrest.

   Dos sentimientos muy entroncados dentro el ser humano como son el de la religiosidad y el de la emoción han ocupado el sexto concierto de abono de la OFM con motivo de la Navidad. Por un lado se ha dado la oportunidad de escuchar una de las obras maestras del género liederístico con el conjunto de canciones de ocupan los famosos Rückert-Lieder, IGM 17 de Mahler, por otro, el atractivo Requiem for the living del compositor norteamericano Daniel Ernest Forrest, curiosamente pensado tanto para los muertos como para los vivos. Se conformaba así un interesante programa en el que la voz tuvo un protagonismo destacado.

   La cantante lituana Eglė Šidlauskaitė acaparó la atención del auditorio nada más empezar a mentalizarse para interpretar el primer lied de los Rückert-Lieder con el que expresó esa subyugante actitud contemplativa del enamorado ante la sola presencia del ser amado. No sin cierta inquietud se adentró en sus versos queriendo fundir en su canto toda la trascendencia musical de sus pentagramas, aptitud que mejoró en la íntima conciencia que refleja Mahler en la segunda canción, toda una declaración de amor a su esposa Alma, sentimiento que la cantante acentuó en sus compases finales. Ésta destapó toda su calidad artística en el tercer lied, No mires mis canciones, enriqueciendo la elíptica brevedad que requiere, produciéndose una total conjunción con la orquesta que era tratada con suma delicadeza por el maestro José María Moreno, intención que se hizo más conmovedora en el siguiente, permitiendo que Eglė Šidlauskaitė sacara toda su musicalidad al servicio de la poética y lírica que encierran los versos de Friedrich Rückert, dedicados a describir la siempre motivadora soledad del artista convencido ante el acto creativo. El Mahler esencial se hacía aquí presente en el Teatro Cervantes, debido a la mutua impregnación de sentimientos entre cantante y director. La interpretación de este ciclo de canciones llegó a su punto culminante en el quinto lied, A medianoche. La rica simplicidad de su soporte armónico se manifestaba como razón de ser de la sobrecogedora atmósfera que genera su canto antes de la última afirmación de optimismo que, con el cambio de modo, permitió a la cantante alcanzar la plenitud de su arte canoro. 

   Con un notable cuidado en la introducción del Kyrie que abre el Requiem for the living de Daniel E. Forrest, el maestro José María Moreno se dispuso una vez más a demostrar cómo domina coros y orquesta con ese particular instinto dramático que le caracteriza en su imprescindible función de conductor, producto de su experiencia lírica tanto en oratorio como en ópera. Desde el primer momento utilizó la música como un elemento dramático de esencial cometido para entender, percibir y, a la postre, sentir el mensaje trascendente que quiere transmitir el compositor estadounidense. El carácter suplicante de su primer número fue manifiesto desde un tratamiento expresivo coral de un balanceo que nunca llegó al contraste dada su intención preparatoria para el oyente. Al final de este movimiento, el director quiso cuidar su dinámica descendente y así dar un sentido de transición a la acuciante rítmica del segundo, que supuso un plus de necesidad de conjunción entre la amplia masa coral y la orquesta, que fue resuelto con determinante efectividad por el director, lo que impactaba al oyente, especialmente por los destacados efectos sincopados de la percusión, que hacían imaginar un dramático Dies Irae.

   La dulce sonoridad del oboe anunciaba el también dulce canto de la joven  soprano mallorquina Cristina van Roy que serenaba los ánimos en el Agnus Dei que el compositor ha querido situar en el centro de la obra como súplica de liberación y de paz, desarrollado con un contraste coral de elevado sentido de plegaria en su motivación. Le siguió el Sanctus con el que el director quiso llevar al oyente a una receptividad sideral que le permitiera percibir los sonidos como esencias vibrantes del universo. Convirtiose así en uno de los tiempos más penetrantes de la interpretación, de modo especial por esa especie de aire «messianesco» que dio a su discurso en el que imaginaciones del cielo y la tierra terminaban por transformarse en música de un intenso motivo evocador. Llegó un trocito de gloria con la voz de Eglė Šidlauskaitė en el pasaje final, Lux Aeterna, que José María Moreno orientó como un resumen de la obra en cuanto al contenido y el mensaje que conlleva. Coros, solistas y orquesta respondieron con esa eficacia artística que sólo se da cuando hay verdadera entrega y compromiso.

  Para derivar en la intención de Concierto de Navidad que subyacía en el programa, se puede decir que hubo una tercera parte de la velada dedicada a temas propiamente navideños como Tan-Tan, la emocionante canción de la oración del segundo acto de la ópera Hänsel und Gretel de Engelbert Humperdinck, materializada en un precioso dúo por las dos cantantes solistas, el bullanguero Alegría, Alegría, el indispensable Noche de Paz de los universales Joseph Mohr, por su letra, y el organista Franz Xaver Gruber, por su música, para finalizar con el popular villancico Hacia Belén va una burra. Todos ellos llenaron de emoción al público en ese particular embeleso que sólo se produce en Navidad.

Foto: OFM