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Jordi Casas dirige a la Sinfónica de Castilla y León. Un reportaje de Agustín Achúcarro

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Autor: Agustín Achúcarro
18 de diciembre de 2020

La OSCyL consigue dar todos los conciertos previstos en el ciclo Otoño

Un reportaje de Agustín Achúcarro

La Orquesta Sinfónica de Castilla y León tiene al alcance el terminar su primera etapa de la Temporada 2020-2021, algo que al comenzar en septiembre no parecía nada fácil, ante la amenaza constante de la Covid-19. Por eso, tras conocer las impresiones de Jordi Casas, director del sexto y último programa del ciclo Otoño, Beatriz Jara, ayuda de concertino de la OSCyL, que ha ejercido de concertino en la mitad de los conciertos, dejará sus impresiones sobre lo que ha sido para la OSCyL este complicado inicio de curso.

   El Auditorio de Valladolid, los días 18, 19, 21 y 22 de diciembre será el escenario de un programa que incluye el Gloria, RV 589 de Vivaldi y el Te Deum en re mayor, H 146 de Charpentier. «Cuando todavía estaba Jordi Jimeno como responsable de la OSCyL la idea que me trasmitió era realizar un concierto con tres condicionantes provocados por la Covid-19, que vamos a cumplir: contar con poca gente, duración no superior a una hora, y que los solistas fueran españoles», explica Jordi Casas, afamado especialista en coros, que desde septiembre a noviembre ha dirigido al Coro de la Comunidad de Madrid en el ciclo «A villa voz».

   Casas, en función de lo acordado, eligió el Gloria de Vivaldi porque «era una obra en que la orquesta también disponía de un papel protagonista», sin que esta afirmación vaya en detrimento del Te Deum, que «no es precisamente una obra menor».


   En realidad el director se ha ceñido a las posibilidades con las que contaba, tanto en relación a la orquesta como a las voces. «Al coro le han estado preparando sus respectivos directores, ese era su compromiso, y yo he estado en Valladolid un par de fines de semana para trabajar sobre una base de conocimientos ya hecha, para poder trabajar los matices y detalles que deseo. Lo que no quiere decir que al juntarse con la orquesta no haya que rectificar alguna cosa, pero en principio llegamos a los ensayos con orquesta ya preparados». Casas confía en su ya extensa relación con la OSCyL, a la que «considera una formación muy preparada», por lo que espera que «todo vaya bien».

   A la hora de plantearse cómo dirigir unas obras barrocas con unas formaciones que no son especialistas en este periodo de la música el lema del director es claro: «Siempre se hace un pacto entre lo que uno desea y lo que puede. Claro que me gustaría acercarme al máximo al nivel original de las obras, pero pienso que mi primera fidelidad, y no se entienda esto como un sacrilegio, no es con los muertos sino con los vivos, así que lo que pretendo es que guste a la gente, los que escuchan y los que interpretan». Casas sostiene que «el acercarse a los modelos historicistas siempre gusta más», pero es consciente, entre otras cosas, que «va a dirigir una orquesta que no emplea instrumentos barrocos, con una afinación en 442, en vez de la 415, que sería lo deseable». Razonamientos que le llevan a considerar que «van a hacer lo que es viable, desde el respeto, acercándose lo más posible al original en cuanto a articulación». A lo que añade que «piensa que estas piezas son tan fantásticas que sobreviven aunque no sean interpretadas con instrumentos originales».  

   La elección de Vivaldi y Charpentier le parece a Casas algo relevante. «Va a suponer una exposición de los dos grandes estilos que había en el barroco, el italiano con el Gloria, y el francés con el Te Deum, sin olvidar que Charpentier es el que introduce el estilo italiano en Francia, por lo que tiene cosas de ambos». «Si hablásemos-prosigue el músico- según la óptica académica se diría que Charpentier pertenece al barroco medio y Vivaldi al tardío; de hecho la obra del primero se escribe en 1692 y la de Vivaldi, aunque no se conozca exactamente la fecha, se calcula que se escribió entre 1714 y 1719». Razonamientos que culmina haciendo referencia a lo paradójico que resulta el hecho de que Charpentier acabara siendo un músico. «Fue a Italia a estudiar pintura, pues procedía de una familia de pintores, y allí conoció a Carissimi, que le trastoca sus planes y le trasforma la vida».

   Son, en todo caso, para el director «dos obras maravillosas y muy diferentes». «Vivaldi tiene lo extrovertido y lo dramático del italiano, e incluso diría que es un pelín más profundo, mientras que Charpentier posee la delicadeza, el detalle del adorno y la elegancia francesa». «Mi sorpresa-continua Casas- ha sido que estudiando muy a fondo su Te Deum, que hice hace bastante tiempo en Málaga, me he dado cuenta de la cantidad de mensajes retóricos que lleva». Jordi Casas concluye sobre el tema relacionado con ambas obras tirando de cierta ironía. «Las dos se han hecho muy famosas aunque, bueno, en el caso de Charpentier por el Himno de Eurovisión, pues el resto no lo conoce casi nadie».

   En cuanto al tema específico de las voces lo primero que preguntó Casas es con cuántos coralistas podría contar. «Me dijeron que un máximo de 40, y entonces comprobé que de los coros que colaboran habitualmente con nosotros, los que lo han participado con más asiduidad son el Coro Piccolo (dirigido por Ramiro Real) y el Alterum Cor (cuyo director es Valentín Benavides), y daba la causalidad de que entre los dos sumaban 37 personas, lo que me iba muy bien». De todas formas Casas insiste en que «el primer parámetro de este concierto ha sido el sanitario» y a eso debe amoldarse la colocación de los cantantes. «En principio, en relación a los solistas, he pedido que estén delante del escenario, pues tienen, particularmente en Charpentier, intervenciones muy combinadas y por eso quiero, que dentro de las posibilidades que haya estén lo más cerca posible de mi vista». Los solistas serán las sopranos Ulrike Haller y Delia Agúndez, la contralto Marta Infante, el tenor Carles Prat y el bajo Josep Ramón Olivé.

   En la actual situación, con la Covid-19, es la primera vez en esta temporada que interviene un coro, algo que Casas considera que plantea «una situación brutal». «Un director no dirige solamente con las manos, sino que también lo hace con la expresión, y con la dichosa mascarilla eso no existe, pues los ojos no dan por sí solos. Además yo tengo la costumbre de decir el texto, para recordárselo y poner énfasis en algunas consonantes, con el fin de que quede muy bien articulado, y esto no se puede hacer». El director suma circunstancias que dificultan todavía más las cosas: «Encima los cantantes de coro van con mascarilla, lo que provoca una situación compleja, pues hay sonidos que pueden proyectarse con la cabeza, pero una efe se hace con los labios, y con el bozal se pierde el 90% de la eficacia, con lo cual hay que exagerar muchísimo ciertas pronunciaciones, sobre todo las labiodentales, para que no mueran en la máscara. Y luego está la distancia a la que se encuentran entre ellos, que plantea problemas sobre todo cuando cantan fragmentos de agilidad, que por cierto ha funcionado muy bien en los ensayos». «La verdad -subraya el director- es que las condiciones sanitarias son la antítesis del canto coral, que se basa en la solidaridad, la colaboración, el escuchar cómo respira el de al lado, en el empaste». Y a pesar de lo dicho está convencido de que son contratiempos salvables. «Esto lo supera ese espíritu que va más allá y que nos guía, que es el amor por la música, a lo que se suma el que son dos obras escritas en re mayor. Y si hacemos caso a los barrocos, sobre los afectos, que van condicionados por las tonalidades en que se canta, esa inyección de re mayor esperemos que le dé al público felicidad y alegría, que falta nos hace en los tiempos que corren».


   Beatriz Jara, ayuda de concertino de la OSCyL, que ha intervenido con éxito en el puesto de concertino en tres conciertos de la temporada, lleva al pie del cañón desde el confinamiento, por lo que ella, aunque no lo pretenda, puede representar la voz de sus compañeros. «En marzo nos sorprendimos toda España, no solamente los músicos, pues no esperábamos que fuera así, ni que durara tanto, ya que creíamos que serían unos quince días y que podríamos retomar la actividad, así que cuando se fue alargando meses, resultó horrible». A la violín el confinamiento le pilló haciendo un concierto didáctico y recuerda que «estaban con un montón de chicos» y cuando les dijeron que se cancelaba «no se lo podían creer». «Tras el primer impacto y acordarse de la familia» en lo profesional Jara asevera que «ella y sus compañeros pensaron en cuidar al abonado de la orquesta. Teníamos muchas ganas de tocar, queríamos que no nos echaran en falta, y creo que algo que se hizo muy bien es inventar en seguida una programación on line, clases, charlas…y gracias a esto pudimos pasar mejor el confinamiento».

   «En mayo -apunta la violinista- las cosas cambiaron algo, empecé a ir al Auditorio para grabar pasajes para los chicos del Conservatorio Superior de Salamanca, recitales sola (Canal YouTube OSCyL, Beatriz Jara: https://youtu.be/2iTHdu1O-VU ) y cuartetos, pero, claro, con la incertidumbre de no saber qué iba a pasar, ni cuándo recuperaríamos la actividad normal». Porque tocar on line era para la violín «un medio, una vía para el momento, un parche, pero no la solución definitiva». Bajaban y subían las frías cifras de la pandemia y se acercaba septiembre, y con ello se aproximaba el que debería ser el comienzo de la temporada. «Pasamos momentos de gran incertidumbre y por fin empezamos en el Otoño músical soriano, aunque en Valladolid seguíamos sin poder tocar», rememora Jara. Y se iniciaron los preparativos para la Temporada. «Comenzamos a ensayar el primer concierto con Víctor Pablo sin saber si íbamos a poder actuar, hasta que el día antes, creo recordar, nos dijeron que sí podíamos». Hasta ese momento la violín vivió una situación que califica de «agridulce». No sabíamos si íbamos a tener público o nos iban a grabar, y es otra cosa, no tiene la magia del directo».  

   Antes, en julio, empezaron a ensayar en grupos reducidos y pudieron tocar por Castilla y León, no sin suspender o retrasar algún concierto, ante un número pequeño de personas, algo que produjo a la músico una sensación imborrable. «Volver a ver al público fue algo especial, que ponía los pelos de punta, pues era pisar un escenario y sentir que te estaban mirando, y no por la pantalla de un ordenador». Los ensayos de la orquesta resultaron para Jara un punto de inflexión. «Fue muy emocionante el reencontrase con los compañeros, aunque al tener una plantilla más pequeña algunos no nos hemos visto todos hasta octubre o noviembre, ya que no coincidíamos en los programas». Todavía quedaban por solventar problemas técnicos a los que no estaban acostumbrados.

 
   «Hay situaciones muy incómodas, pues no tenemos compañero de atril y eso es algo a lo que no estamos acostumbrados, y no solamente por el hecho de pasar las páginas, sino por escuchar a la persona que tienes al lado, mientras que el estar uno detrás de otro y a bastante distancia, sin ese calor físico de la proximidad, provoca  sensaciones diferentes y no se oye bien a los compañeros de sección». «A mí -subraya la intérprete- me gusta mucho mirar a los compañeros y el no percibir la expresión facial completa, o como respiran, es algo que me resulta difícil de asumir». Por lo que se refiere a la forma física que requiere un músico Jara no cree que la perdieran. «Realmente, salvo unos días, hemos estado continuamente activos, haciendo videos, grabaciones, proyectos de cámara, por lo que en realidad no hemos parado y no hemos perdido la forma». Aunque reconoce que la fórmula de cuatro actuaciones por programa «agota un poco». «En un concierto se da el 150% de lo que se puede dar, ya que es el momento de la verdad, y supone mucha concentración condensada en una hora, sin intermedio». Beatriz Jara mira ya al futuro, al ciclo de Invierno tras las Navidades, con optimismo, ante una perspectiva que implica una plantilla orquestal más grande, para lo que se ampliará el escenario. «Vamos a interpretar a Bruckner, a Mahler, un repertorio sinfónico que nos permitirá volver a tocar todos juntos, lo que es positivo y motiva mucho, aunque lo más importante es poder llegar al público, que en la sala del auditorio, tan iluminada, se les ve y se les siente mucho».

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