Crítica del concierto de Jonathan Roozeman y Alexander Liebreich con la Orquesta de Valencia
Aplomo, elegancia y energía en el Palau de la Música
Por Alba María Yago Mora
Valencia, 1-XII-2023. Palau de la Música. Jonathan Roozeman, violonchelo. Orquesta de Valencia. Director: Alexander Liebreich. Obras de Mozart y Haydn.
El pasado viernes 1 de diciembre, la Orquesta de Valencia, bajo la magistral dirección de su titular Alexander Liebreich, ofreció una interpretación que contrastó notablemente con la del programa anterior, mostrando una actuación que podría describirse como simplemente maravillosa.
La obertura de Las bodas de Fígaro de Mozart es quizás una de las más interpretadas en el repertorio de concierto, pero también es una de las más exigentes técnicamente debido a la gran velocidad con la que se debe tocar para crear ese efecto lúdico y cómico de la ópera a la que pertenece. Animada y con un tempo persistente, fue la encargada de abrir la noche. La orquesta demostró un sonido impecable, con entradas precisas y una afinación que añadió una capa de refinamiento a la apertura del concierto. Este inicio logró dejar atrás cualquier atisbo de desencanto de la semana anterior. La disposición clásica de la orquesta ayudó a que los planos sonoros se equilibraran magistralmente, ofreciendo una experiencia musical cautivadora.
El Concierto para violonchelo y orquesta nº 1 en do mayor, Hob. VII B1 de Joseph Haydn, contó con el joven violonchelista Jonathan Roozeman como solista. Fue espectacular. Desde el inicio demostró un virtuosismo excepcional. En el primer movimiento, Roozeman exhibió una presentación decidida, llena de carácter y con las ideas musicales claras. El Adagio fue una verdadera delicia, mientras que el Allegro molto final fue explosivo, mostrando un virtuosismo impresionante. Entregó un sonido bellísimo, propio de intérpretes más maduros, destacando especialmente en los graves con gran presencia y redondez. Ofreció una interpretación dinámica, enérgica y llena de significado en cada frase musical, resaltando por qué fue el ganador más joven del primer premio del Concurso Internacional Chaikovski en 2015. Como propina, y ante la efusión del público, regaló una emocionante interpretación de la sarabanda de la primera suite para cello de Bach.
La Sinfonía nº 41 en do mayor KV551 “Júpiter” de Mozart, una de las joyas de la corona de la producción sinfónica del austríaco, fue la encargada de poner el broche final a la velada. La versión de Liebreich fue estimulante y pulcra. Fue pura energía clásica en la que hubo momentos encantadores, como el segundo tema del primer movimiento. El Andante adoptó una forma amorosa, llena de gracia aristocrática en el que se pudo percibir la influencia de Haydn. El Allegreto se sintió verdaderamente natural, y el final Molto allegro conservó todo el entusiasmo, el espíritu y la vitalidad que podríamos pedir, con un ritmo urgente, pero nunca apresurado. El sonido fue, en general, muy bueno. Los cambios de dinámica fueron manejados con maestría, contribuyendo a construir los planos sonoros de manera sublime, y las cuerdas estuvieron vivas en todo momento, con una articulación precisa, y un estilo que no cayó en la monotonía. Un reconocimiento especial a los trompistas, Santiago Pla y Juan Pavía, por su destacada ejecución con trompas naturales, superando la dificultad de afinación con maestría.
Liebreich controló tanto el repertorio como a la orquesta de manera magnífica y natural. Su decisión de prescindir de la tarima permitió una conexión más íntima con la música, revelando un profundo entendimiento del repertorio. Hubo aplomo y elegancia. Todo estuvo en su lugar para un concierto intachable.
Fotos: Live Music Valencia
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