Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 12-III-2019. Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Sinfonía núm. 3 (Gustav Mahler). Elena Zhidkova, mezzosoprano. Coro de la Comunidad de Madrid. Pequeños cantores de la Comunidad de Madrid (Directora: Ana González). Gustav Mahler Jugendorchester. Dirección: Jonathan Nott.
La Joven Orquesta Gustav Mahler, fundada hace más de 30 años por el inolvidable Claudio Abbado y la más prestigiosa de este tipo de agrupaciones, se presentó una vez más en el ciclo Ibermúsica, pero esta vez con nada menos que 26 músicos españoles entre sus filas y abundante presencia femenina. En los atriles, una de esas obras que ponen a prueba a una orquesta, la monumental tercera sinfonía de Mahler, el genial músico que presta su nombre a esta formación. Las famosas frases del autor «Construir un Mundo con todos los medios técnicos a mi alcance» o «He incluido en mi sinfonía todo lo que se ve» dirigida a su discípulo, el gran Bruno Walter, mientras contemplaba el paisaje en una visita de éste al lago Attersee, simbolizan bien esta colosal arquitectura musical plena de constrastes y aparentemente caótica en la que esta presente la naturaleza en todo su esplendor, el hombre, la divinidad y la fuerza redentora del amor. Lo que es evidente es que la fantasía e inspiración desbordante de Mahler no podía someterse a corsés o formalidades.
La orquesta, que formó con la cuerda grave en la parte izquierda del escenario, demostró conservar su alta calidad pasadas estas tres décadas desde su fundación. Destaca la cuerda de notable calidad, por encima del buen nivel de las maderas y de unos metales que no se mostraron siempre seguros, ni pudieron librarse de algunos deslices. La combinación entre el buen sonido de la orquesta, el entusiasmo juvenil, motivación y entrega de los músicos y el conocimiento mahleriano del inglés Jonathan Nott, bien es verdad que con alguna irregularidad (faltó equilibrio en favor de unos metales un tanto desbocados y que no siempre empastaron adecuadamente con el resto de las secciones) y algunos fallos de ejecución, contribuyó una muy estimable interpretación de este enorme y fascinante collage musical. Nott, que dirigó sin partitura y con una gestualidad muy efusiva, logró poner en pie tan imponente estructura musical, sin que se le cayera en ningún momento, exponiendo los contrastes, demostrando afinidad y plena vinculación con el compositor. Todo ello con coherencia y una visión global de la obra, aunque, ciertamente, faltó un punto de hondura y trascendencia.
La solemnidad y grandiosidad del comienzo del primer movimiento con esa llamada de las trompas y el solo de trombón en el que el solista comenzó algo nervioso con unas respiraciones exageradas, cuasi jadeantes, algo que fue controlando posteriormente- resultó bien contrastada con la marcha expuesta con brío y energía. El final del extenso primer capítulo tuvo las apropiadas fuerza y brillantez. Espléndido el minuetto, elegante y danzarín, muy bien “cantado” por la orquesta. Igualmente bien resuelto fue el contraste que contiene el scherzo entre el tono sarcástico y la sublime atmósfera creada por la muy exigente para el solista intervención de la corneta de posta (posthorn) en interno, estratégicamente situada en esta ocasión de manera que el sonido envolvente que llenó la sala -como viniendo del más allá- potenció la sensación de misterio e irrealidad. Buena la prestación del solista, aunque tampoco se libró de alguna pifia. Después de los lied evocados por la orquesta en los anteriores dos movimientos, en el cuarto llegó ya el elemento vocal -presente en las sinfonías 2ª, 3ª, 4ª y 8ª del músico bohemio-, se trata del Mitternachtslied (canción de la medianoche), con texto que proviene de Also sprach Zarathustra de Nietzsche. La mezzosoprano Elena Zhidkova goza de una bien ganada reputación como cantante de ópera. La he visto en vivo en papeles wagnerianos como Waltraute y Fricka y también alguno italiano como la Princesa de Bouillon de Adriana Lecouvreur junto a Anna Netrebko. La rusa recogió ese temperamento expansivo propio de cantante acostumbrada al medio teatral, pero el problema es que Mahler exige una contralto neta y Zhidkova carece de la entidad y densidad en los graves necesaria para que se sienta con toda su fuerza, profundidad y trascendencia esa atmósfera nocturna plena de misterio e inquietud. Por supuesto que la mezzo nacida en San Petersburgo fraseó bien su lied con un timbre atractivo y sensual e igualmente irreprochable resultó su intervención en el breve quinto movimiento -lied de la colección Des Knaben Wunderhorn que comienza con la frase del coro “Tres ángeles cantaban una dulce canción”-, que anticipa el final de la cuarta sinfonía con ese tono celestial que fue perfectamente expuesto por el sonido luminoso y refinado de la orquesta y la estupenda intervención de los pequeños cantores de la CAM, cuya seguridad y aplomo nunca dejan de sorprender, que se situó por encima de la buena prestación, más allá de algún pasaje destemplado, del coro femenino de la CAM. Bellísimo el último movimiento, calmado, pleno de misticismo y atmósfera redentora, la redención por el amor de tan genuina inspiración Wagneriana. Nott y la orquesta pusieron de manifiesto apropiadamente esa inexorable progresión, esa intensidad que crece hasta un doble clímax, al que le pudo faltar un punto más de emoción y trascendencia, pero que llegó con toda su fuerza al alma de los espectadores. La brillante coda final, que parece no acabar nunca, fue la adecuada guinda a una muy apreciable interpretación que fue ovacionada por el público, que dedicó sus vítores con especial intensidad a Elena Zhidkova, los pequeños cantores de la CAM y los solistas de trombón, violín y posthorn.
Esta vez el capitulo móviles tuvo también su triste protagonismo a pesar de la insistencia sobre el asunto de la chica que anuncia cada concierto en esta edición. Sonó uno de forma escandalosa al comienzo y después el mismo ¡¡¡4 veces más!!!, es decir, ¡el sujeto no se dignó a apagarlo!. Ante estas actitudes uno realiza una reflexión descorazonadora respecto a la naturaleza humana.
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