Jon Paul Laka es director artístico de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera. Habla para CODALARIO de las principales señas de identidad de una de las temporadas operísticas más carismáticas de nuestro país y de cómo afronta el actual contexto de crisis económica.
¿Cuál es el proyecto artístico que desarrolla al frente de ABAO?
Básicamente, tratamos de mantener una programación equilibrada. Hay que recordar que somos una sociedad privada, es decir, una organización sin teatro y orquesta propios, y eso determina mucho nuestras dinámicas. Además siempre hay que tener presente el público de la ciudad en la que programamos, cuáles son sus gustos, y al mismo tiempo ser conscientes del legado que se va a dejar en esa afición. Hay que saber qué se está construyendo y generar una continuidad con el legado previo. En el caso de ABAO, con siete óperas y en las circunstancias excepcionales que vivimos ahora, lo fundamental es mantener un estándar de calidad y un repertorio atractivo. Eso implica conjugar estrenos, como el Król Roger, Die tote Stadt, etc., con los clásicos del repertorio, algunos ya vistos y otros inéditos en Bilbao. Y a eso se suma un proyecto transversal, el Tutto Verdi, que también trae consigo estrenos alternados con reposiciones de títulos. Bilbao también ha sido siempre un lugar con protagonismo de cantantes importantes, primeras figuras en sus repertorios. Eso no impide dar espacio sin embargo a jóvenes cantantes, valores que empiezan. Y de hecho no son pocos los casos de cantantes que empezaron aquí y luego han ido creciendo en otros lugares. También desarrollamos un programa de acercamiento de la ópera a unas condiciones más populares, con un segundo reparto fuera de abono, con el Opera Berri, donde contamos con esos jóvenes cantantes a menudo. La renovación del público es sin duda una de las preocupaciones fundamentales de todos los teatros. El porcentaje de la ciudadanía que ha visto una ópera en directo es mínimo, bajísimo, y por eso es imprescindible llegar cada vez a más gente.
¿Cuáles son los rasgos que definen al público de Bilbao, una ciudad con tanta tradición lírica?
Es muy difícil encontrar una tipología con la que definir al público de una ciudad, al menos sin caer en estereotipos. La ópera es un género amplísimo y eso conlleva públicos muy diversos. Es complicado centrar sus rasgos, más allá de su edad, su procedencia social mayoritaria, etc. No creo que pueda decirse que el público de Bilbao es, sistemáticamente, un público con gran poder adquisitivo y gustos tradicionales. Las cosas son más complejas y todo es mucho más relativo. Es curioso porque, en referencia a los precios, la ópera no es más cara que el fútbol, así que no cabe sostener que sea menos accesible que otras manifestaciones culturales y de ocio. Y sobre lo tradicional o no, precisamente los mayores éxitos de ABAO estos últimos años han sido los estrenos de obras del siglo XX como Die tote Stadt o Król Roger. Por tanto, a veces las obras menos conocidas, las más infrecuentes, son las que mejor funcionan porque no hay tantos fantasmas del pasado, tanto conocimiento previo asumido. De nuevo la clave está en presentar un espectáculo equilibrado: una buena partitura, con buenos cantantes y también con una dimensión escénica atractiva. En los últimos años creo que hemos dado un salto adelante en el terreno de las producciones, sin que eso suponga caer en un perfil más clásico o más vanguardista. Se trata de hacer proyectos consistentes, al margen de clasificaciones. Pero, por supuesto, hay un perfil de abonado que siempre demandará títulos del siglo XIX en una clave más clásica. Pero cada vez hay más heterogeneidad en los gustos del público.
¿Y eso obliga a pensar la programación en función de la taquilla?
Por supuesto. En circunstancias excepcionales y ante la evidencia de un déficit próximo, no queda otro remedio. Nadie puede lamentarse sosteniendo que el público se equivoca. Sería absurdo. El porcentaje de la ciudadanía que ha asistido a una representación operística en su vida está por debajo del uno por ciento. Con esas cifras, no hay ninguna tragedia en volver a poner La Bohème. La mayor parte de la población no la ha visto jamás en directo. Los que vemos esas reposiciones como algo más laborioso somos los directores artísticos y los aficionados que más se mueven, que son una minoría dentro de la minoría.
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