Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Antony and Cleopatra de John Adams en el Liceu de Barcelona, con el propio Adams dirigiendo el estreno de la obra en Europa
Antony and Cleopatra en el Liceu
Por Raúl Chamorro Mena
Barcelona, 4-XI-2023. Gran Teatro del Liceo. Antony and Cleopatra (música y libreto de John Adams). Gerald Finley (Marco Antonio), Julia Bullock (Cleopatra), Paul Appleby (Octavio César), Alfred Walker (Enobarbo), Adriana Bigagni Lesca (Charmian), Elisabeth DeShong (Octavia), Äneas Humm (Agripa), Toni Marsol (Mecenas). Orquesta y Coro del Gran Teatro del Liceo. Director musical: John Adams. Directora de escena: Elkhanah Pulitzer
El Gran Teatro del Liceo se ha apuntado un tanto acogiendo el estreno europeo de la ópera de John Adams Antony and Cleopatra, cuya primera representación tuvo lugar en San Francisco en Septiembre de 2022, como conmemoración del centenario de la Ópera de dicha ciudad.
John Adams es uno de los músicos más prestigiosos de la actualidad y de los pocos cuyas creaciones no sólo se vuelven a representar en diversos lugares después de estrenarse, incluso llegan a formar parte del llamado repertorio, como ocurre con óperas como Nixon en China y Doctor Atomic.
Con base en la tragedia de Shakespeare, John Adams sobre libreto propio, crea una ópera sobre el amor apasionado, tormentoso, lleno de altibajos, pero que encierra un afecto verdadero y sincero, entre dos amantes ya maduros, la Reina de Egipto Cleopatra y el gran General romano, insuperable caudillo guerrero, Marco Antonio, con todas las implicaciones políticas que conllevó en su época. Efectivamente, el triunvirato formado- después del asesinato de Julio César- por Antonio, Octavio, heredero de César y Lépido desemboca en otra guerra civil entre Octavio César por un lado y Antonio, aliado con Cleopatra por otro, que dará lugar al fin de la República y el comienzo del Imperio con Octavio Augusto como primer emperador.
Adams, en el concepto y tradición Wagneriana, coloca a la orquesta -en escritura tonal- como total protagonista de la ópera, pues impulsa todo el discurso narrativo, crea atmósferas, perfila los personajes y expresa sentimientos y situaciones dramáticas, además de expresarse en solitario mediante atractivos interludios. No falta en el discurso orquestal una explícita cita Wagneriana de El Oro del Rhin. La escritura para la voz se basa en un declamado monocorde que termina por resultar monótono, pero la ópera, sostenida por su raíz Shakespeariana y los tan importantes como sugestivos acontecimientos históricos que narra, atrapa la atención del espectador y, aún haciéndose un poco larga, engancha teatralmente. Eso sí, me pareció una obra interesante por parte de un compositor con mucho oficio e instinto teatral, pero lejos de la inspiración de Nixon in China por referirme a la ópera que recientemente se pudo ver en el Teatro Real de Madrid.
Sin duda, a la expectación que siempre provoca ver una ópera prácticamente nueva, se une el atractivo de vérsela dirigir al propio autor., cosa que no realizó en el estreno absoluto de San Francisco. La dirección de Adams no defraudó, pues consiguió un buen nivel de la orquesta, sin poder superar sus limitaciones en cuanto a pulimiento tímbrico y falta de transparencia, que sonó compacta y entregada. La dirección del compositor, más allá de alguna caída de tensión, atesoró control, reprodujo con propiedad los abundantes pasajes de ímpetu rítmico y de ostinati, además de resultar genuina y teatral, con sentido narrativo y solidez musical.
A la hora de valorar la prestación de la soprano Julia Bullock -destinataria del papel- como Cleopatra hay que destacar su faceta interpretativa, pues compuso una reina egipcia creíble y auténtica, con la imprescindible sensualidad, atractivo y poder seductor, combinados con grandes dosis de astucia y capacidad para detentar un protagonismo político en una época en la que era patrimonio de los hombres. Como adolescente, ya cautivó a Julio César y llegó a engendrar un hijo suyo, posteriormente enamora al gran líder guerrero Marco Antonio, al que lleva a aceptar un enfrentamiento naval con Octavio cuando era invencible en tierra. En lo vocal, sin embargo, la Bullock mostró correcta línea de canto con un centro sombreado y de cierto atractivo, pero los graves resultaron débiles y broncos y los ascensos al agudo totalmente hirientes y desabridos.
El barítono canadiense Gerald Finley acreditó extensión, sonoridad, capacidad para los acentos y resistencia vocal en una notable caracterización dramática de Marco Antonio en todas sus facetas. Enamorado ardiente, caudillo militar, hasta llegar al hombre derrotado, zaherido y sin honor, que ha abandonado a sus hombres en batalla por seguir a Cleopatra en su huida.
Demasiado liviano y linfático de expresión el tenor Paul Appleby como el joven Octavio César, que será el primer emperador de Roma como Octavio Augusto. Cierto que el tenor americano transmitió el carácter taimado y sinuoso del personaje, pero tanto su sonido como los acentos resultaron demasiado febles para tan emblemático personaje.
La escritura vocal de Octavia, hermana del futuro emperador y que contrae matrimonio con Antonio para sellar una paz tan frágil como fugaz, exige una franja grave muy sólida y así lo acreditó la mezzo estadounidense Elisabeth De Shong. Igualmente guarnecida en la zona grave, además de lucir amplitud, atractivo tímbrico e imponente presencia escénica, Adriana Bigagni Lesca como Charmian-Carmión, fiel sirvienta de Cleopatra.
Enobarbo, soldado partidario de Antonio, pero que finalmente, decepcionado, se pasa al bando de Octavio César, fue el barítono Alfred Walker, de volumen generoso y timbre recio y empastado. Sólido el Agripa de Äneas Humm.
Como sucede siempre que el compositor está vivo y coleando, la puesta en escena de Elkhanah Pulitzer respeta la obra y la sirve adecuadamente, resultando, además, grata a la vista con un uso mesurado de las proyecciones. La escenografía de Mimi Lien se basa en varios paneles que se abren y cierran de diversas formas -con gran habilidad- para encuadrar escenas o servir de soporte a las proyecciones. La acción, que se desenvuelve con fluidez y dinamismo, se sitúa en los años treinta del siglo XX con un centro de poder romano claramente filofascista y tiránico. Sin embargo, los protagonistas y su tórrida relación están tratados con ese estilo y glamour cinematográfico, propios de una historia tantas veces llevada al celuloide y la televisión. Estupendo vestuario para Cleopatra de Constance Hoffmann.
Fotos: Liceu
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