Un 14 de enero de 1949 fallece el compositor español Joaquín Turina. El gran crítico Antonio Fernández-Cid, profundo conocedor de su vida y obra, le dedicó las siguientes palabras en su libro "La música en España en el siglo XX": "Inconfundible, igual siempre a sí mismo. Joauín turina, tantas veces figura paralela, en el comentario, de Falla, calificado con él como "andaluz de París", podría servir el contrapunto flamenco a la esencia "jonda" que don Manuel aporta. Joaquín Turina, mucho más próximo a nosotros en el trato, la amistada, la actividad y el interés hacia los problemas de la música en España, murió en 1948 (Cid apunta este año). Hasta su último día, pese a los altibajos de una enfermedad larga y cruel, supo aprovecha la hora, el momento de bienestar para sostener esfuerzos e ilusiones. Como compositor poco fecundo en los años del final, como agudo y generoso comentarista crítico desde sus croniquillas de "Dígame", como Comisario General de la Música, y, en estrecha relación con Federico Sopeña y Antonio de las Heras, como Secretarios sucesivos, siempre atento a las mil dificultades que se planteaban para el afianzamiento de la Orquesta Nacional que tanto le debe, Turina fue un modelo de tenacidad. Los rasgos humanos del arista, no sólo su personalidad de compsoitor, han sabido recogerse por Federico Sopeña en un libro acertado sobre el músico sevillano. Músico sevillano. Tiene razón el biógrafo cuando resalta este aspecto: "Sevilla -dice- está en sus entrañas, sin que nada, ni su música, ni su espíritu, ni sus andares, pueda estar lejanos de ella". Poco más de cien obras nos ha dejado turina, con superabundancia de títulos en la parcela pianística, una colección nada desdeñable en la vocal y pocas, pero populares y felices, en el campo de la orquesta. No faltan algunas piezas teatrales de su primera época -La comedia lírica "Margot", la más conocida en su momento-, algunas piezas para guitarra, entre las que el admirable "Fandanguillo" ha batido todos los "records" de interpretación, páginas de música de cámara -dos cuartetos, dos tríos, un quinteto, dos sonatas de violín y piano-, el pintoresco y lírico "Poema de una Sanluqueña", para violíni y piano; "El CAstillo de Almodóvar", para arpa y orquesta y una obra que alcanzó triple éxito en otras tantas versiones, para cuarteto de laúdes, cuarteto de cuerda y en la transcripción orquestal, para cuerda también: la "Oración del Torero", en que la atmósfera poética estiliza los sones del pasodoble lejano y la plegaria encendida con una acierto distributivo y una inspiración de primer orden".
En la actualidad, el legado de Joaquín Turina forma parte de los fondos de la Fundación Juan March.
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