Joaquín Martín de Sagarmínaga, firmando un ejemplar de su Diccionario de cantantes líricos españoles. A su lado, Raúl Chamorro Mena
Artículo de Raúl Chamorro Mena tras la muerte del gran crítico musical, «vociólogo» y ensayista Joaquín Martín de Sagarmínaga
Joaquín Martín de Sagarmínaga, firmando un ejemplar de su Diccionario de cantantes líricos españoles. A su lado, Raúl Chamorro Mena
Adiós amigo y Maestro
Por Raúl Chamorro Mena
El fallecimiento de Joaquín Martín de Sagarmínaga, crítico musical, ensayista, conversador único y destacadísimo «vociólogo» me ha llenado de profunda consternación por lo doloroso e inesperado. Muy pocas personas podían detentar con más razón el término aludido, no reconocido por la RAE, pero que expresa perfectamente la sabiduría vocal inigualable de Joaquín. Se va un amigo y un Maestro. Buena parte de lo destacable que yo pueda mostrar como recensor y conocedor de voces se lo debo a él. Su prosa hipnótica y rebosante de personalidad atrapaba de inmediato, aderezada con un sentido del humor inimitable, que le dotaba de una capacidad insólita para introducir en el discurso escrito -y hablado- la gracia, el chiste, el chascarrillo, que brillaba espontáneo, natural, sin la más mínima sensación de forzadura y que enriquecía cualquier razonamiento sin jamás alterar la línea narrativa. La expresión escrita y conversacional de Joaquín se engalanaba con numerosos toques de genio. Espléndidas eran, asimismo, sus conferencias.
No he encontrado en mi vida conversador más excelso y enriquecedor. En mi recuerdo, las larguísimas conversaciones, tanto telefónicas como en persona, que podían llegar hasta la madrugada. Una de esas personas con las que se aprende de manera neta y profunda. De música, de voces, de cine -era un grandísimo amante del séptimo arte- y en los últimos tiempos incluso de fútbol. Las interminables tertulias y reuniones con su presencia y la de Miguel Ángel Gancedo, Carlos Velicias, Silvano de las Heras, Jordi Pujal, Ángel Bóveda, Francisco Zea, Ángel Manzano…, melómanos de una honda sabiduría y erudición, de una cultura amplísima, que me forjaron como melómano y como hombre.
Joaquín Sagarmínaga con el crítico de CODALARIO Raúl Chamorro Mena y el gran bajo Samuel Ramey
Interminables e imborrables recuerdos me embargan. Mi primer viaje a Viena, ver Puritani de Bellini con la Gruberova y Lulú de Alban Berg a su lado. Su asistencia y apoyo en esta última ópera, obra que por entonces yo no conocía, fue valiosísima. Funciones y conciertos en Madrid, Barcelona, Sevilla, Santander… esas cenas posteriores comentando los eventos presenciados, nadie como él para ello. Inolvidable también la presencia de Janet, su compañera tantos años, serena, moderada, cultísima, exquisita.
Entre su obra cabe destacar sus artículos, críticas y ensayos de altísimo nivel, muchos de ellos publicados en la revista Scherzo, y dos libros, Mitos y susurros, variado, singular, brillante y, especialmente, una obra imprescindible, su Diccionario de cantantes líricos españoles, volumen único e indispensable para conocer los protagonistas de una tradición vocal de tanto lustre como la española.
Hasta siempre amigo. Cuando me toque visitar el más allá, te buscaré con denuedo para retomar nuestra última conversación.
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