Por Francisco Zea Vaquero
Madrid. 16-II-2021 Auditorio Nacional de Música (sala sinfónica). Ciclo «Grandes Intérpretes» de la Fundación Scherzo. Brahms: Sonata nº 3 en fa menor op. 5, Intermezzi op. 119 nº 1, op. 118 nº 1
Una primavera adelantada se disfruta en la capital coincidente con la llegada del ciclo de año natural grandes intérpretes, que comienza con una obra romántica y exuberante presentada por uno de los decanos del piano de España y el ancho mundo: el entrañable Maestro Joaquín Achúcarro. El maduro pianista siempre sabe hacer llegar la Música de forma natural y sin artificio alguno, por algo conoce al público de concierto desde hace nada menos que 75 años. Y por ello, supo introducir el concierto con brevedad y sin rigideces, con ilusión del que tiene amor a su oficio, con gestos de emoción primeriza en salidas y saludos, y vestimenta de pianista joven, sin corbata y en estilizado negro. Cribó, también con interés propio, y separó las perlas de Andante e Intermezzo de la Sonata op. 5 en fa menor para que pudiéramos ver su brillo natural, enfocando para los aficionados, lo que de importante nos iba a mostrar en la primera parte del concierto. Complementó al certero y cercano José Luís García del Busto, que en sus notas glosaba, además del piano brahmsiano, amistad y conversaciones radiofónicas con el ilustre bilbaíno que hoy nos visita. Así pues, Don Joaquín añadió detalles sensibles al respecto de las relaciones sobre estructura y tratamiento musical bajo la influencia de un poema de Sternau que marcó al joven compositor en el alumbramiento de esta tercera sonata. Un solo canto que une a dos seres en el expresivo Andante
En seguida que ataca los acordes en forte
La pesantez en el dificilísimo Scherzo
De nuevo apunta para la segunda parte, comentarios y detalles maravillosos sobre su enfoque del otoño de la vida en los Intermezzi
La inmensa belleza musical del primer Adagio de la Op. 119 en la recóndita tonalidad de si menor se gozó sobre todo por su fluir naturalísimo y por el concepto, como la música más lenta que se pasa en un suspiro, solitaria y sobria, que ya lo ha visto todo. (Cuando era un chaval ya lo llamaba «el oscuro», porque me parecía largo y raro. Hace años que llegué al convencimiento de que podría ser mi favorita, y eso ayer volvió a quedarme claro.) A continuación, nos servía los dos primeros Intermezzi
El Maestro estaba muy concentrado, y abordó con conocimiento y plenitud de facultades la dificilísima segunda Rapsodia para rematar el concierto. Compleja y diabólica por igual en los planos técnico y de interpretación, así fue transmitida, plena de inquietud y drama. Aunque justa de tensiones, pero con el toque Achúcarro necesario para que la obra mire hacia final de piano Brahmsiano, claramente el leitmotiv
Como de costumbre, la admirable naturalidad del pianista español llegó con los bises presentados por el mismo, y que el público esperaba con ánimo en su aplauso. Como ejemplo, un delicioso Claro de luna
Toda la emoción acumulada se liberó en el lógico cierre de Johannes Brahms. La canción de cuna del primer Intermezzo Op. 117, Andante moderato
Su entrega, y sus ganas nos animaron en estos tiempos tristes. Su amor por la Música es admirable, aleccionador y tremendamente necesario. Un artista sencillo que sigue con nosotros, como si todavía tuviese algo que demostrar. La conclusión: que no hay que perdérselo nunca. Espero que usted, aficionado lector, pudiese haber estado allí.
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