Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 24-XI-2017. Auditorio Nacional. Ciclo Orquesta y Coro Nacionales de España. Concierto para piano en sol mayor (Maurice Ravel). Concierto para la mano izquierda en re mayor (Maurice Ravel). Sinfonía Doméstica, opus 53 (Richard Strauss). Joaquín Achúcarro, piano. Orquesta Nacional de España, Director: Pedro Halffter-Caro
No es muy común que un pianista celebre sus 85 años –cumplidos el día 1 de este mes- interpretando de manera consecutiva los dos conciertos para piano de Ravel, el fascinante en sol mayor y el no menos fabuloso para la mano izquierda. Tampoco lo es para un auditorio disfrutar de la interpretación de un artista como Joaquín Achúcarro, que estudió con Marguerite Long (quien estrenó el primero de ellos y con la que pudo conversar largo y tendido sobre Ravel), y que sigue demostrando tan alto grado de vitalidad, plenas facultades y alto magisterio artístico. Si sigue admirándonos la facilidad con la que obtiene un sonido límpido, bello y pulido, aún es más importante esa maestría en el fraseo que se puso especialmente de manifiesto en el sublime segundo movimiento del Concierto en sol, en el que el piano asume todo el protagonismo frente a primero y tercero, en que más bien se integra en el discurso orquestal de una obra llena de influencias de Gershwin, el jazz, blues y la música norteamericana en general. En definitiva, esa manera de extraer la esencia de cada frase y llevar a un clímax de absoluta belleza y exaltación musical que es patrimonio de los grandes, de quien se encuentra en plena madurez artística y ha profundizado durante su carrera en estas piezas y en la creación de un compositor como Ravel. “No quiero apabullar con exhibiciones atléticas sino convencer sugiriendo la belleza y el misterio de la música” decía Achúcarro en una entrevista publicada el mismo viernes. Y a fe que lo consiguió, pero tampoco fue desdeñable la ágil digitación demostrada en el vertiginoso tercer movimiento. Un acompañamiento con más transparencia y refinamiento (sin ir más lejos, un Michel Plasson, autoridad indiscutible en el repertorio francés que estaba en Madrid dirigiendo a la ORTVE), que el ofrecido por Pedro Halffter-Caro hubiera resaltado aún más la gran interpretación del pianista vasco, que alcanzó también un gran nivel en el concierto para la mano izquierda compuesto por Maurice Ravel -al mismo tiempo que el Concierto en sol- para Paul Wittgenstein, que perdió la derecha en la primera guerra Mundial. No contento con el tour de force, Achúcarro correspondió a las intensas ovaciones del público con una magnífica, poética, ensoñadora y plena de misterio interpretación de Claro de luna de Debussy. La entrega de un ramo de flores por parte de Félix Alcaraz y la interpretación del “Cumpleaños feliz” a cargo de la orquesta y el público que llenaba el auditorio, puso el colofón emotivo a la gran actuación de Achúcarro.
A pesar de encontrarse en su repertorio, en principio, más afín, tampoco encontró el sitio Pedro Halffter Caro en una interpretación desorganizada y de trazo grueso de la Sinfonía doméstica de Richard Strauss. Un poema sinfónico dedicado a representar un día en la vida de su familia. “No veo por qué no debería realizar una sinfonía sobre mí mismo. Me considero tan importante como Napoleón o Alejandro” manifestó el genial músico Bávaro. Articulación de trazo grueso, desorganización, sonido basto, falto de transparencia y refinamiento, a pesar de que la Orquesta Nacional tocó indudablemente entregada. Ausencia de detalles, del sentido narrativo y dramático que tienen estas composiciones straussianas…. y como guinda un final aparatoso, destartalado, en pleno batiburrillo y con unos metales estridentes y desbocados.
Foto: Facebook OCNE
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