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CD: 'Joan Manén, obras para violín y piano vo. 2'

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Autor: Albert Ferrer Flamarich
26 de diciembre de 2017

MANÉN: AMPLIANDO EL LEGADO

   Por Albert Ferrer Flamarich
Manén: obras para violín y piano Vol. 2. Kalina Macuta, violí. Daniel Blanch, piano. LMG 2138 DDD 1CD 70 minutos.

   El legado de Joan Manén añade su cuarto volumen monográfico (LMG 2138 DDD 1CD 70 min) y el segundo dedicado a las composiciones para violín y piano. Son obras escritas para el propio lucimiento desde una hibridación estilística que asume la estética germana y francesa y que, técnicamente, se extiende desde Paganini a Vieuxtiemps pasando por Joachim Wieniawski o Ysäye. Muchas fueron concebidas como repertorio de concierto el año 1897, fecha capital en el posicionamiento de Manén como compositor, como explica el presidente de la Asociación Joan Manén, Daniel Blanch, en las documentadísimas notas de carpeta.

   Hay obras llenas de efectos y filigranas técnicas (de afinación dobles cuerdas, diferentes ataques punteados y posiciones del arco, sonidos aflautados en el registro más agudo…) que dotan de color, ingenio y dificultad a la ejecución como la sarasatiana Danza ibérica núm. 1 Op. A-25 o Interludio Op. A-30; otras con un talante de salón y mayor sencillez como Elégie Op. 25 y Romancita Op. 7; y algunas como Romanza mística Op. A-46, claramente postromántica y muy evolucionada armónicamente. Hay de pintorescas pero no banales como la jota Aragón Op. 33 núm. 1 y de excepcionales por delicadeza, inventiva y resolución técnica como el Caprici núm. 3 “Català” Op. A-33, dividido en dos partes contrastantes, que cita temas populares catalanes. También se ha incluido Lamento Op. A-7, que es una reducción del segundo movimiento de su Concierto “Español” para violín y orquesta. Es una de las páginas más inspiradas melódica y armónicamente, evocativa de una España idealizada y de la cual el propio Manén registro dos versiones (1914 y 1918) para violín y piano. Lo hizo con el mismo violín que Kalina Macuta ha empleado: un instrumento construido el año 1898 por Étienne Maire Clarà del que no se desprendió en sus apariciones públicas hasta los años veinte.

   El abanico, dentro de la homogeneidad y cohesión de un creador con personalidad evidente, muestra una diversidad de rasgos muy bien servida por la competencia interpretativa de Kalina Macuta y de Daniel Blanch, miembros fundadores de la asociación que lleva el nombre del compositor. Sin duda, se trata de un disco muy atractivo, uno de los más importantes de este 2016, esperado tanto por nuestro ambiente musical como por algunos sectores de la crítica internacional.

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