Por Agustín Achúcarro
Valladolid. Sala sinfónica del Auditorio de Valladolid. 16-XII-16. Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Jesús López Cobos, director. Obras de Haydn y R. Strauss.
El director Jesús López Cobos quiso mostrar la evolución del sinfonismo y para ello eligió la Sinfonía nº6 en re mayor, Hob.1/6 “La mañana”de Haydn y Una Sinfonía alpina, op. 64 de Richard Strauss. Antes de comenzar la obra de Strauss el director se dirigió al público para dar algunas explicaciones sobre los temas que contiene la obra y sus significados, y concluyó con unas palabras muy clarificadoras, en las que recordó que desde el estreno habían pasado 101 años antes de que se pudiera escuchar con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León la partitura straussiana.
Es complicado abstraerse ante este hecho, del que se pueden extraer algunas lecturas. En lo positivo, y quizá sea lo más importante, subrayar que al final se escuchó la “Alpina” en directo en Valladolid, con todo lo que conlleva; por el contrario, se puede cuestionar por qué llega tan tarde el acceso a esta parte de la cultura, y en qué medida el que ésta u otras obras no puedan ser escuchadas en su momento supone para las personas y la sociedad una rémora que les impide crecer en aspectos muy importantes. Claro, sin perder de vista que vivimos tiempos en los que hay cosas más perentorias en las que volcarse, aunque eso no anulela necesidad de tener el mejor acceso posible a la cultura.
La interpretación de Una sinfonía alpina tuvo el sello de un López Cobos que demostró dominar la obra, y no sólo por el hecho de que la dirigiera de memoria, y la positiva respuesta de la orquesta. Tras esa noche inicial, algo titubeante, el director condujo a la orquesta a un vibrante “crescendo” con la entrada de los diferentes instrumentos para remarcar la “Salida del sol”. Ya fuera en los pasajes de mayor vorágine, en los de calma y sosiego, en la yuxtaposición de ambos, en los efectos cromáticos o en las raudas escalas la OSCyL y el director dieron al espectador continuos hallazgos sonoros. Ahí quedaron como muestras el efecto de la orquesta y la banda externa rodeando de música la sala, la forma de preparar los clímax y la subsiguiente disminución de la tensión hasta rozar el abandono o los momentos en el que surgía el más sencillo de los detalles, como el sonido delos cencerros, y evocaba intensamente lo que conlleva un paseo por la montaña. Los estallidos sonoros en aluvión, aunque algunos pudieron resultar excesivos en algún momento, dejaron patente la energía que puede desprender una orquesta. La idea de la naturaleza que trasmitió López Cobos fue más allá de los meros aspectos descriptivos, en la línea de lo que plantea el compositor.
Curiosamente, aunque la llegada a la cima fue evidente, por su grandioso significado triunfante, el ascenso emocional de la obra no terminó aquí, sino que creció justo al producirse el descenso de la montaña hacia el epílogo. Algo que se palpó en la sutileza de “El sol se oscurece paulatinamente”, en la premonición que produjo la calma que precede a la tempestad, en la vorágine de sonidos entrecruzados del “Temporal y la tormenta”, o en la grandeza de la melodía de “Puesta del sol”, que condujo inexorable a un final en el que los intérpretes consiguieron dejar una sensación de plenitud mientras la música se extinguía.
Respondieron a las exigencias de la obra los solistas. El órgano se vio algo perjudicado por el chisporroteo producido por los altavoces. Todos estos juicios de valor se hacen teniendo en cuenta que la OSCyL se hallaba ante su primera interpretación de esta obra.
La orquesta también interpretó por primera vez la Sinfonía nº6 La mañana de Haydn y lo hizo con equilibrio y encanto, desde ese amanecer, que partió de un logrado pianísimode las cuerdas al que fueron dando cuerpo el resto de la orquesta. El “Minueto” fue resuelto con elegancia al igual que los “allegros”, llevados con una inusitada frescura. Reseñar los interesantes solos de la flauta o del violín, así como las alternancias y diálogos entre maderas y cuerdas. López Cobos logró que la sinfonía sonara sin ningún exceso o reforzamiento del sonido.
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