Madrid. Centro Nacional para la Difusión de la Música. ¡Solo música! Mucho Beethoven. Sinfonías 1ª, 2ª, 7ª, 8ª y 9ª de Ludwig van Beethoven. Auditorio Nacional de Madrid, 22/06/13. Jesús López Cobos, director de orquesta. JONDE, Orquesta Sinfónica de Madrid. Coro Nacional de España. Raquel Lojendio (Soprano), Marina Rodríguez (Mezzo), Mikeldi Atxalandabaso (tenor), David Menéndez (barítono).
Durante el fin de semana se llevó a efecto en la capital de España la celebración del Día de la Música, una cita ineludible para los melómanos madrileños que tuvo como plato fuerte, en primer término, el emotivo homenaje a Teresa Berganza en el Teatro Real. Emotivo, sin duda, por muchas cosas, aunque la parte vocal rompiera la tónica general de agrado y felicidad ante una gran artista de nuestro país. En cualquier caso, la auténtica proeza del sábado fue el encierro de Jesús López Cobos con la integral de las sinfonías de Beethoven, en una maratón que no se repetía desde hacía varias décadas. Si bien los conciertos comenzaron a horas tempranas, hubo quien por imposibilidad horaria no pudo dividirse entre los conciertos para piano de la Sala de Cámara y la Sala Sinfónica.
Ludwig Van Beethoven es uno de los compositores más fascinantes que haya dado la historia de la música. Inexplicablemente, escribió una única ópera, Fidelio, obra maestra del repertorio. Sin embargo, son sus sinfonías las que dan una imagen mucho más amplia de su estilo y de las fuentes de las que bebió a lo largo de los años. Sin ir más lejos, la Primera parece escrita por el ágil Rossini durante la mayor parte de las florituras reproducidas por los violines, o el color trágico que se desprende de los melodramas de Donizetti.
López Cobos es un director querido por unos y, no tanto, por otros. Quizá sea el repertorio romántico y el sinfonismo más desgarrador el que despierte en él mayor satisfacción y compromiso, de ahí que su unión con Wagner o los sinfonistas austriaco-alemanes hayan sido pieza clave en su extensa carrera. Encerrarse para interpretar todas las sinfonícas de Beethoven en doce horas es como enfrentarse a nueve Miuras en una tarde y salir airoso. Porque si bien es cierto que ninguna sinfonía tuvo la redondez interpretativa general para calificarla de inmortal, el nivel general fue notable.
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