"El éxito estuvo fundamentalmente apoyado en la gran factura musical que aseguró Jean-Christophe Spinosi al frente de un estupendo Ensemble Matheus".
Por Raúl Chamorro Mena
Barcelona. 16-IV-2016. Gran Teatre del Liceu. Serse (Georg Friedrich Händel). José María Lo Monaco (Serse), Hanna Husáhr (Romilda), David DQ Lee (Arsamene), Veronica Cangemi (Atalanta), Ivonne Fuchs (Amastre), Christian Senn (Elviro), Luigi De Donato (Ariodate). Ensemble Matheus. Dirección musical: Jean-Christophe Spinosi. Versión concierto.
Efectivamente, la calma vuelve a los personajes de la ópera Serse en su final feliz, al que se llega después de múltiples enredos e intrigas. Un final que fue bisado por los intérpretes después de que Jean-Christophe Spinosi se dirigiera al público liceísta en francés ejerciendo de traductora la soprano argentina Verónica Cangemi.
Curiosa esta última ópera italiana de Händel, en la que el elemento cómico e irónico juega un importante papel y en contra de lo habitual en el Barroco, período en el que imperaba la fantasía, la estilización, el lucimiento de los cantantes, por encima de la fluidez teatral y cualquier asomo de verosimilitud, encontramos pocas arias da capo y recitativos más concisos, lo que redunda en una mayor agilidad teatral. Todo ello puede explicar el fracaso de la obra en su estreno y que, por el contrario, pueda ser más fácilmente aceptada por el público de los siglos posteriores.
Muy buena acogida, asimismo, tuvo esta interpretación concertística en un teatro tan poco afín y poco adecuado -por sus grandes dimensiones- al repertorio barroco, como es el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. El éxito estuvo fundamentalmente apoyado en la gran factura musical que aseguró Jean-Christophe Spinosi al frente de un estupendo Ensemble Matheus. No sólo por el virtuosismo y total dominio estilístico del mismo, sino porque la dirección del músico francés aunó agilidad, elegancia y, refinamiento tímbrico, con vivacidad, teatralidad y sentido del contraste. Además, al amparo de ese carácter burlesco de la ópera, los músicos se implicaron interviniendo en forma de coro en un pasaje de la obra y el propio Spinosi acompañó al violín a Verónica Cangemi en la parte final del aria “Un cenno leggiadretto” con la que se cierra el primer acto.
En cuanto al reparto vocal, se escucharon voces típicas actualmente en el repertorio barroco, de muy modesta dimensión vocal y presencia sonora, especialmente para un recinto tan amplio, con lo que habría que volver a poner sobre la mesa si resulta adecuado interpretar este repertorio en teatros tan grandes. La mezzo italiana Jose Maria lo Monaco en el papel titular del emperador persa comenzó cantando con impecable línea y gusto la famosísima “Ombra mai fu”, que durante muchos años fue la pieza de ópera händeliana más conocida e interpretada. Innegable la musicalidad de la cantante, así como su nítida articulación del idioma y la intención de los recitativos, por encima de unos medios muy modestos. El contratenor David DQ Lee exhibió todos los defectos propios de su cuerda, sonidos fijos, agudos abiertos y desapoyados, falta de fusión de registros. Muy elocuente y hasta histriónico en escena, en la línea de ese elemento irónico tan presente en la obra, fue muy ovacionado en las arias “Quella che tutta fè” y “Sì, la voglio e la oterrò!” en las que usó el registro de pecho en unas notas graves baritonales (aparentemente su cuerda genuina) que encandilaron al público.
Verónica Cangemi intenta sacar jugo a un material vocal muy pobre, árido, lleno de desigualdades y sonidos fijos, buscando en todo momento la expresividad y la intención en los acentos. La soprano sueca Hanna Husáhr como Romilda emitió dos sobreagudos que fueron, prácticamente, los únicos sonidos con verdadero squillo y mordiente que se escucharon durante la velada, aunque su canto y expresión resultaron un tanto insípidos. Timbre muy pobre y seco el de la mezzosoprano Ivonne Fuchs, que tuvó su mejor momento en el aria “Saprà delle mie offese,” en la que resolvió la espinosa coloratura y expresó adecuadamente el despecho de la rechazada princesa Amastre. Cumplieron el desguarnecido bajo Luigi de Donato como Ariodate y el barítono Christian Senn en el cómico papel del sirviente Elviro, quien en una de sus salidas a escena entonó “Baixant de la Font del Gat” como curioso guiño al público Barcelonés.
Foto: A. Bofill
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