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Crítica: 'Jazz cruzado: polska' con Leszek Mozdzer en el CNDM

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Autor: Aurelio M. Seco
16 de octubre de 2014
Foto: Piotr Topperzer.


JAZZ CON PLURALIDAD DE ACENTOS

Por Juan Carlos Justiniano
09/10/14. Madrid. Auditorio Nacional. CNDM: Series 20/21. Jazz cruzado: Polska. Możdżer, Danielsson, Fresco. Obras de Leszek Możdżer, Lars Danielsson, Zohar Fresco, Krzystof Komeda, Zbigniew Preisner y Fryderyk Chopin.

   Temporada tras temporada se puede observar el esfuerzo, cuantitativo y cualitativo, del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) por ofrecer una cartelera plural, polifacética e incluso poliédrica pese al difícil contexto económico en el que estamos inmersos. Con un proyecto que pretende abrirse a todo tipo de público –si bien siempre apostando por la calidad–, viene siendo habitual en los últimos años encontrarse en  la programación del CNDM con figuras del jazz de la talla de Dave Holland, Brad Mehldau o, próximamente, Wayne Shorter o Avishai Cohen. Jazz cruzado fue el subtítulo elegido para el concierto que el trío Możdżer-Danielsson-Fresco ofreció el pasado jueves 9 de octubre en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional dentro del ciclo Fronteras del CNDM en colaboración con el Instituto Polaco de Cultura de Madrid. El proyecto del pianista de Gdańsk Leszek Możdżer, el contrabajista y violonchelista sueco Lars Danielsson y el percusionista israelí Zohar Fresco conforma, por su conjunción de buen oficio, talento y creatividad, uno de los nombres referentes de la escena del jazz polaco. El trío fundamenta su esencia en la propia identidad plural de sus tres componentes, en todo un homenaje a la interculturalidad –signo del mundo actual– y al mestizaje musical. Una actitud ética, más que estética, que la formación comparte con el espíritu que inspira los conciertos del ciclo Fronteras y que, a su vez, guía a toda una generación de músicos de jazz que, desde el viejo continente reivindican una sensibilidad distinta y defienden una peculiar alternativa de leer, sentir y hacer música.


   El pasado jueves, lo que presumiblemente parecía iba a ser la presentación al público madrileño de Polska –último álbum del trío de 2013– sobrevino, a causa de la enfermedad de Lars Danielsson, en un "concierto sorpresa" en palabras de Antonio Moral. Así, el dúo improvisado por Możdżer al piano y Fresco a la percusión, decidió interpretar en torno a una docena de temas invitando al público a embarcarse en una expedición hacía todo tipo de regiones musicales y repasando, frente a frente, el repertorio de Możdżer-Danielsson-Fresco, una formación que ya cuenta con más de una década de carrera a sus espaldas. Junto a composiciones del último álbum, sonaron obras de registros anteriores del trío como The Time (2005) o Between Us and the Light (2011). De igual manera, tuvieron cabida temas de los múltiples trabajos en solitario del pianista y líder de la formación. Así, se incluyeron algunas de las composiciones de su más exitosa grabación, Komeda (2011), homenaje al compositor polaco de música para cine Krzystof Komeda o de Impressions on Chopin (2009). Precisamente, Możdżer abrió a solo con una mazurca del insigne compatriota pasada por el tamiz del mestizaje, leitmotiv de un trío que hunde sus raíces en la música folclórica y nacional de Polonia de manera integradora y que recoge –y transfigura–, en iguales proporciones, los ritmos populares zíngaros y eslavos o la tradición culta del lenguaje chopiniano. 

   El resultado es un mosaico formado por una multiplicidad de influencias, una música que pretende y que logra moverse, con total libertad, por distintos niveles históricos, locales o socioculturales. Temas como She said she was a painter o Rosemary’s Baby – otro guiño a un polaco ilustre como Roman Polanski–, evidencian que el componente cinematográfico está muy presente en la música de Możdżer-Danielsson-Fresco. De igual manera, la actitud y los estridentes riffs del rock de Jimi Hendrix o de grupos como Nirvana (versión de Smells like teen spirit para cerrar el concierto) forman parte del imaginario del trío e inspiran partituras como Polska. A su vez, Chai Pemont, Africa o Incognitor son el vivo ejemplo de la versatilidad de unos músicos que se sienten cómodos en la balada y en los tempos medios, pero también en los ritmos imposibles y agitados del bop más frenético (Cherry) o en los sonidos mediterráneos (KarMa Party o Shavuot). Sin embargo, la Academia es el principal componente que forma la base y el andamiaje del particular universo musical del trío. La Academia está ahí, en cada acorde, facilitando las cosas y articulando cada fraseo y cada improvisación, enriqueciendo contrapuntísticamente complejas melodías, y guiando en la exploración de todas las posibilidades y recursos de un instrumento como el piano de Możdżer. El polaco –al igual que el ausente Danielsson– no oculta su formación clásica y exhibe su tendencia natural tanto a la limpidez y al rigor constructivo de la música de Bach (Crazy Girl o Suffering) como al preciosismo armónico y al refinamiento de un Oscar Peterson disfrazado de Ravel (Moja ballada). Y en eso radica la seña de identidad del trío: en el sincretismo de un universo de músicas que conviven, se retroalimentan y que se insinúan, a modo de metáfora, como el reflejo de una sociedad global y mestiza.

   La tentadora fórmula de Możdżer-Danielsson-Fresco propone un sugerente viaje de idas y venidas, riquísimo en su carga intertextual, que presenta una original manera de naturalizar una lingua franca llegando a hablar jazz con multiplicidad de acentos. Y es que, efectivamente, la música del trío nace en Polonia, no obstante y con una espontaneidad asombrosa, crece y se alimenta tanto de Oriente como de Occidente, mirando de igual manera al Barroco como al Impresionismo, e inspirándose por igual en Chopin o en Radiohead. Lenguajes y registros musicales todos ellos distintos que, integrados en una excitante mixtura, exhiben un arte que se muestra rabiosamente actual a la vez que ratifica que en Europa se hace mucho y muy buen jazz.

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