Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 13/V/2021. Auditorio de Valladolid, Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Concierto para piano n.º 21 en do mayor, K. 467 de Mozart y Concierto para piano n.º 1 en do mayor, op. 15 de Beethoven. Javier Perianes, director y pianista solista.
Javier Perianes asumió la dirección y la labor del pianista solista y dejó patente un sentido de la música absoluta, que le llevó a realizar versiones tan emotivas como certeras. Abordó desde el piano la labor de dirección, y realizó una concertación que fue mucho más allá de controlar minuciosamente las entradas de las distintas secciones. En el haber de Perianes estuvo el dotar a las obras de una concepción soberbia entre la técnica y la emoción, ahondando en los detalles, en pequeños acentos, en un proverbial sentido del legato y en un juego de dinámicas puestos al servicio de la sensibilidad, como quedó puesto de manifiesto en la contraposición de cuerdas y vientos y en la forma de articular el caudal temático en el tiempo inicial.
Como pianista, aunque se daría una visión incompleta si se separase la labor de dirección y de instrumentista, en el Concierto para piano nº21 de Mozart empleó una digitación transparente, clara, sin obviar el apasionamiento y los colores oscuros propios de los movimientos primero y tercero. El famosísimo Andante constituyó uno de los puntos fuertes del concierto. Nada empalagoso, como se merece un tiempo enfocado hacia un sentido vocal y exento de virtuosismo decorativo. Perianes se volcó en la sutileza de su melodía muy bien apoyado en los sugerentes pizzicati de las cuerdas graves. Sin duda primó, como luego pasaría en Beethoven, un singular diálogo entre solista y orquesta.
Un delicado inicio orquestal en el Concierto para piano nº1 de Beethoven –que Perianes interpretó bajo la dirección de Jesús López Cobos con la OSCyL en la Temporada 2015-2016- propició la llegada de pasajes más enérgicos, tocados con desenvoltura por el pianista, conjugando un sonido cada vez más expansivo.
En el Largo, con unos afortunados clarinetes, Perianes volvió a recrearse en los momentos más delicados, no exentos de un rubato muy sugestivo, y en los de mayor pasión. Y así hasta el tercer tiempo, en el que se jugó con los contrastes y las repeticiones, siempre bien perfilados, un ímpetu bien dosificado y una conclusión de marcada viveza. Las cadencias fueron otro punto fuerte del concierto por la soltura interpretativa, algo que fue una constante en ambos conciertos.
Perianes demostró ser un músico total, que domina la obra y es capaz de interiorizarla para que los frutos sean música pura, emoción, contención, y energía. Un disfrute para los sentidos que contó con un magistral Perianes y una Orquesta Sinfónica de Castilla y León verdaderamente capaz, conjuntada y receptiva, que tuvo en el puesto de concertino a Cibrán Sierra, que ejerció de auténtica mano derecha del director.
Foto: OSCyL
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